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  • Alex Caniggia y unas fotos al borde de la censura: “El fuego corre por mis venas”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 27/08/2025 08:47

    Alex Caniggia compartió una serie de imágenes que no dejaron lugar a la imaginación (Instagram) El regreso de Alex Caniggia al centro de la conversación digital no fue casual ni moderado. Lo suyo nunca lo es. El mediático argentino con más de 3,2 millones de seguidores en Instagram agitó una vez más las redes sociales al publicar una serie de imágenes que desafían los límites de la censura. Fiel a una impronta provocadora, no se limita: deja fotografías y palabras incendiarias. En esta ocasión, se mostró en la intimidad de lo que parece ser una habitación de hotel de lujo, y acompañó las imágenes con un mensaje que eleva su ego a dimensiones casi legendarias: “El fuego corre por mis venas y la locura por mi cabeza. Soy explosión nuclear, el calor que manejo es ilegal. A veces intento ser humilde, después me miro al espejo y se me quita”. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar? La primera de las imágenes lo revela apoyado de pie, desafiando al espejo de un baño enmarcado por una luz celeste vibrante. Apenas cubierto por una bata, abierta de par en par, deja al descubierto una extensa colección de tatuajes que cubren su torso, sus brazos y sus piernas. El gesto no deja lugar a dudas: la mirada es frontal, desafiante, la pose atrevida. Una pierna elevada sobre la bañera y el teléfono móvil en la mano sellan la escena de transgresión calculada. Alex Caniggia y unas instanrtáneas al borde de la censura No es solo la figura de Alex la que habla. Los detalles transforman el retrato en manifiesto: paredes de mármol, una puerta cerrada, un cartel en chino junto al sanitario. Lujo, exclusividad, ostentación. ¿Quién puede dudar de la voluntad de Caniggia de romper el molde? El entorno refuerza la imagen, y cada elemento parece haber sido dispuesto para subrayar la diferencia, el privilegio que solo algunos pueden rozar. Otra de las fotografías no baja la apuesta. Ahora el escenario se traslada al dormitorio del hotel. Allí, Caniggia se retrata de nuevo frente a un espejo, el móvil firmemente en la mano, y la bata—como en el ritual anterior—abriéndose lo justo para que luzcan los tatuajes en el torso. La habitación, prolijamente ordenada, suma otra capa de lujo discreto: una mesa repleta de copas, platos y una tetera, bajo la luz natural que desborda desde una ventana panorámica con vistas a los rascacielos. Detrás, una fotografía en blanco y negro cuelga de la pared, y una lámpara de mesa junto a varios objetos dispersos sobre el escritorio completan ese retrato de intimidad pulida. Hay algo que no cambia en el juego de Caniggia: la línea entre lo privado y lo público, entre lo sugerente y lo censurable, se tensa, se difumina. Las imágenes, tan explícitas como calculadas y el texto incendiario que las acompaña, exhiben el dominio absoluto de Alex sobre el arte de la provocación digital. “El calor que manejo es ilegal”, escribió. Palabras y cuerpo: todo busca el impacto. Una vez más, el dominio de Alex Caniggia sobre el espectáculo de sí mismo queda confirmado. La audiencia, lejos de la indiferencia, observa, juzga, reacciona. Y él, en ese preciso borde, parece encontrar el verdadero sentido de su figura pública. La respuesta de los seguidores de Alex Caniggia no se hizo esperar Frente a las instantáneas, la respuesta de su entorno digital no tardó en multiplicarse. Entre los primeros en alzar la voz estuvo Marley, quien, sin vueltas, dejó un comentario tan breve como elocuente: “The Emperor”. Había admiración, complicidad o quizás solo una etiqueta más a la construcción del mito que Alex impulsa. Pero la galería no se limitó a los elogios. Furia Scaglione se sumó con tono festivo, desdramatizando la exposición y lanzando: ”Jajajja, el bro en bolas. Sos el uno". El juego interno, la familiaridad, se hizo sentir, como si la controversia se celebrara entre viejos conocidos. Sin embargo, la marea digital no es uniforme. Otros usuarios, desde la distancia impuesta por el anonimato, marcaron el contrapunto. “No es sexy, es como ver a un hermano haciéndose el lindo en redes”, señaló alguien, sacudiendo cualquier intento de glamour. Otro mensaje, cargado de nostalgia y juicio, sentenció: “Qué lástima esos tatuajes, es tan linda una piel al natural”. ¿Dónde termina el tributo y comienza la crítica? ¿Qué pesa más en la balanza de la fama digital: el aplauso de los íntimos o el rechazo anónimo de la multitud?

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