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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 26/08/2025 15:01
El impacto del calor extremo no se limita a los trabajadores. También influye en la infraestructura logística: el asfalto de carreteras puede deteriorarse más rápido y los sistemas de refrigeración en depósitos o contenedores requieren mayor consumo energético para mantener la cadena de frío (Ilustración: Movant Connection) El calor extremo ya no es solo una cuestión climática o sanitaria: también se ha convertido en un desafío logístico de escala mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 70 % de los trabajadores del planeta, es decir, unos 2.400 millones de personas, están expuestos a temperaturas elevadas en el ejercicio de sus tareas, una situación que repercute directamente en la continuidad de las cadenas de suministro y en el comercio internacional. Un informe elaborado junto con la Organización Meteorológica Mundial (OMM) señala que la productividad laboral cae entre un 2 y 3 % por cada grado por encima de los 20 °C. Esto implica que las olas de calor, cada vez más frecuentes y prolongadas, reducen la capacidad de respuesta en sectores críticos como transporte, almacenamiento, construcción, pesca y agricultura, todos esenciales para sostener el abastecimiento global. Sectores logísticos en mayor riesgo Los efectos más evidentes se concentran en los trabajadores que desarrollan actividades al aire libre. La agricultura, la construcción y el transporte son áreas especialmente vulnerables: desde la descarga de camiones en centros de distribución hasta el movimiento de mercancías en puertos y aeropuertos. El estrés térmico, causado por la exposición prolongada a altas temperaturas, puede provocar fatiga, deshidratación, disminución de la concentración y errores en la operación de maquinaria, lo que incrementa los riesgos de accidentes. Pero no solo los espacios abiertos están comprometidos. En depósitos y fábricas, donde las maquinarias generan calor adicional, la falta de ventilación adecuada agrava la situación. Esto afecta tanto al personal operativo como a la continuidad de procesos críticos para la distribución de bienes a nivel nacional e internacional. Consecuencias económicas y logísticas La OMS advierte que cada año se producen alrededor de 23 millones de lesiones laborales vinculadas al calor extremo. Estas cifras reflejan no solo un problema de salud pública, sino también un factor que puede alterar la estabilidad de la logística global. Cada retraso en el transporte o interrupción en la operación se traduce en demoras de entregas, mayores costos de almacenamiento y pérdida de competitividad en el comercio exterior. La reducción de la productividad también golpea a las economías en su conjunto. Invertir en medidas de prevención y en infraestructura adaptada al clima no solo protege a los trabajadores, sino que puede ahorrar una gran cantidad de dinero al año en pérdidas asociadas a interrupciones logísticas y bajas en la eficiencia del sistema. El calor extremo ya no es solo una cuestión climática o sanitaria: también se ha convertido en un desafío logístico de escala mundial (Foto: Shutterstock) Una alerta global con impacto La advertencia de la OMS refuerza la necesidad de que la logística internacional incorpore el cambio climático como una variable determinante. Desde la recolección de cosechas hasta la llegada de productos a los mercados, cada eslabón de la cadena puede verse afectado por las temperaturas extremas. El fenómeno no distingue entre regiones ni niveles de desarrollo: tanto en países industrializados como en economías emergentes, el calor extremo puede desestabilizar procesos clave del comercio exterior. Además, el impacto del calor extremo no se limita a los trabajadores. También influye en la infraestructura logística: el asfalto de carreteras puede deteriorarse más rápido, las vías férreas se deforman con mayor facilidad y los sistemas de refrigeración en depósitos o contenedores requieren mayor consumo energético para mantener la cadena de frío. Esto incrementa los costos de operación y eleva el costo final de los bienes transportados. La continuidad del comercio exterior depende, en gran medida, de garantizar que los trabajadores cuenten con protección adecuada frente al calor. Las pausas programadas, el acceso a agua potable, la provisión de ropa adecuada y la adaptación de turnos laborales a horarios menos críticos son medidas que, además de cuidar la salud, sostienen la eficiencia del sistema. Sin ellas, la logística se enfrenta a un riesgo de interrupciones constantes que afectan la competitividad de países y empresas en los mercados internacionales.
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