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    » Diario Cordoba

    Fecha: 26/08/2025 07:15

    Los avances científicos asombrarían a nuestros antepasados -es posible que Alfonso X y San Isidoro empatizaran con la Inteligencia artificial-. Sin embargo, nuestros gozos siguen siendo muy primarios. El testigo del fuego prometeico de las emociones se repite, generación tras generación, en torno a una mesa. Los españoles somos incapaces de disociar una celebración de una buena comida; y en ese paquete no solo entran la BBC -Bodas, Bautizos y Comuniones- sino que cualquier excusa es buena para salivar en torno a unas buenas viandas. Pero no nos apropiemos ni del espacio ni del tiempo, pues este es un rango común de casi todas las culturas; y no hay más que explorar el exhibicionismo de ciertos banquetes para focalizar el esplendor de reinados, repúblicas o imperios. Lo que más indigesta en un festín no son los ardores de estómago de los excesos, sino la mala noticia que corta la alegría como la leche agria. Son días de festejos, pero en los que no puede obviarse el reverso de los manteles llenos. La ONU acaba de oficiar la hambruna de Gaza, fuera de la miseria ninguneada de muchos países africanos. En esa minúscula franja mediterránea, el hambre se ha convertido en un instrumento de guerra; la vulgaridad de enseñarle al Rey Sabio las prestaciones de un iPhone pero reconocer al mismo tiempo que aún se emplean estrategias de las Cruzadas: el asedio y el cerco para que un estómago vacío sea tan letal como la metralla. Es Dorian Gray quien debiera personarse como voluntario en esta infamia, con ese retrato de niños gazatíes famélicos y agonizantes en el que se espejan los cadavéricos supervivientes del holocausto, donde se refleja la podredumbre del alma de Netanyahu. Tras los execrables asesinatos de Hamás de hace un par de años, la comunidad internacional entendía que el Estado de Israel tenía derecho a defenderse, pero no a costa de cebar el Talión de un Dios terrible y vengativo, ni de convertir a Netanyahu en el caporal de los caballos del apocalipsis, para galopar hacia adelante, intentando ocultar sus propias miserias. El hambre es el resorte encapsulado que desata la ira y el desgobierno, y dicta que la resignación mordisquee nuestras últimas energías. A pesar de las hueras consecuciones de la ONU, las declaraciones de Antonio Guterres, su Secretario General, han sido muy certeras respecto a la situación de Gaza: «Es un desastre provocado por el hombre, una acusación moral y un fracaso de la humanidad en sí misma». Hoy sería inimaginable aquel concierto contra el hambre en Sudán y Etiopía que organizó Bob Geldof y del que se han cumplido 40 años, porque antes había algunas cuñas de ingenuidad en nuestro cinismo y no se entrometió Israel, garante del puto dinero. Urge actuar, antes de que la hipocresía se sacie con nuestras conciencias.

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