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Parana » Informe Digital
Fecha: 25/08/2025 23:55
La agroindustria argentina es crucial para el desarrollo económico del país y juega un papel fundamental en la alimentación a nivel global. Contribuye más del 18% al Producto Bruto Interno (PIB) y el 60% de las exportaciones nacionales de bienes, según datos de Indec. Más allá de su función como generador de divisas, este sector tiene efectos multiplicadores en la economía: impulsa el empleo directo e indirecto —creando más de 2,6 millones de puestos de trabajo, lo que equivale al 19% del total registrado—, promueve la inversión productiva y tecnológica, facilita el desarrollo del conocimiento, mejora la gestión sostenible de los suelos y estimula la infraestructura logística y de servicios. Además, posee la capacidad de fomentar el desarrollo urbano y estructurar el territorio nacional, especialmente en las zonas intermedias más vulnerables, donde reside entre el 23% y el 25% de la población nacional, ubicadas entre 38 y 93 kilómetros de las principales ciudades. A pesar de su importancia, en las últimas cuatro décadas, la agroindustria argentina ha crecido por debajo de su potencial. La principal causa de este rezago radica en la calidad, consistencia y orientación de las políticas económicas y productivas que la han atravesado. El sector agrícola ha funcionado bajo un péndulo constante: alternando entre la apertura y liberalización de mercados y períodos de fuertes restricciones, retenciones y controles internos que distorsionan precios y desincentivan la inversión. Durante la década de los ‘90, Argentina inició un proceso de liberalización comercial y profundizó sus relaciones con el resto del mundo a través del Mercosur y su incorporación al Acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1994, lo que facilitó una mayor inserción internacional. Este impulso fue seguido por un cambio hacia un régimen más restrictivo: impuestos y cuotas a la exportación, aranceles a las importaciones y controles de precios internos que acentuaron las distorsiones. Desde principios de los 2000, las intervenciones en precios y mercados han alterado los incentivos productivos, relegando las producciones locales y frenando el desarrollo de la industrialización de granos, carnes y lácteos. Así, la agroindustria argentina adoptó una lógica defensiva que, para 2011 —con la instauración del cepo cambiario y retenciones con alícuotas elevadas— consolidó una estrategia de bajo riesgo orientada a preservar la actividad en lugar de expandirla. ¿Qué hizo Brasil mientras Argentina alternaba entre aperturas y restricciones? Consolidó una estrategia de desarrollo agroindustrial integrada. El paquete de medidas incluyó una política sectorial que combinó inversión en infraestructura, asistencia técnica y acceso al crédito, con programas como el Plano Safra —que ofreció financiamiento subsidiado para productores de todas las escalas—, el Pronaf —dirigido a la agricultura familiar— y el Moderfrota —que facilitó la modernización tecnológica a través de créditos para maquinaria—. Estos programas proporcionaron un marco estable que permitió a los productores incorporar innovación productiva. Trigo en zona tropical de BrasilEmbrapa Como resultado, Brasil multiplicó su producción y el área destinada a la cosecha, consolidándose como uno de los principales exportadores de agroalimentos del mundo. Además, impulsó el crecimiento de ciudades intermedias, que se convirtieron en nodos de dinamismo económico y social, fortaleciendo la relación entre el campo y los centros urbanos. Sin embargo, este proceso también mostró debilidades: la urbanización ocurrió de forma dispersa y sin una planificación territorial a largo plazo, y la expansión agrícola avanzó de manera desordenada sobre ecosistemas estratégicos como el Cerrado, que perdió cerca del 20% de su cobertura original entre 2000 y 2014, principalmente a causa de la expansión de la soja. En contraposición, Argentina se quedó relativamente rezagada en ambos frentes: producción y superficie cosechada. En 1984, ambos países producían cantidades similares de granos; hoy, Brasil supera ampliamente a Argentina en este aspecto, con brechas que se han ido ampliando a lo largo de las décadas. Diferencias entre el agro brasileño y el argentino Argentina es uno de los pocos países del mundo donde el apoyo al agro es negativo. En 2023, se ubicó en el último lugar del ranking internacional de apoyo al sector, según estimaciones del BID y la OCDE. Al mismo tiempo, mientras que 37 de 40 actividades económicas en Argentina registraron un apoyo efectivo positivo para su desarrollo, el sector agropecuario y la industria de alimentos y bebidas sufrieron una protección negativa debido a los derechos de exportación sobre el valor agregado sectorial. Si se eliminaran estas distorsiones en el esquema de políticas públicas, en la próxima década, el agro argentino podría recuperar el protagonismo económico que históricamente ha tenido como motor de crecimiento y generador de divisas. La actual corrección de distorsiones macroeconómicas, junto con el dinamismo exportador del sector, abre una nueva oportunidad para dejar atrás la lógica defensiva de “producir lo mismo con menos” y avanzar hacia una estrategia ofensiva de “producir más con más”: más productividad, más inversión y más articulación público-privada. Argentina debe aprender del modelo brasileño —adaptando sus aciertos y evitando sus debilidades— y alinear políticas macro que favorezcan la inversión con políticas micro que potencien la productividad y promuevan infraestructura y conectividad en territorios vulnerables. Aprovechar esta oportunidad no implica empezar de cero, sino capitalizar las capacidades ya existentes y eliminar las barreras que han limitado al sector, permitiendo que la agroindustria argentina despliegue plenamente su rol estratégico en el crecimiento económico y el bienestar social. Los autores son investigador asociado de Desarrollo Económico y directora de Desarrollo Social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), respectivamente. Colaboraron: Rocío Navaridas –coordinadora de Desarrollo Económico de Cippec, junto a Dalila Gómez y Ada Luz Cabrera, analistas de Desarrollo Económico de Cippec.
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