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  • LA CONTRA… Época de cambio y transformación

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 25/08/2025 01:17

    La adolescencia es una etapa vital razonablemente larga que es crucial e inevitable. El inicio de la adolescencia es genético. En un momento dado del desarrollo, un programa genético se pone en marcha e inicia las descargas hormonales relacionadas con la pubertad: maduración del aparato reproductor y maduración de los caracteres sexuales secundarios. Junto que la pubertad se inician también los cambios cerebrales que se han comentado, que se asocian a los cambios de comportamiento de la adolescencia. El inicio de la adolescencia es genético, pero estas últimas décadas de ha avanzado entre nueve meses y un año en promedio. Este hecho se debe a que este mismo programa utiliza unos sensores moleculares que detectan el nivel de energía metabólica acumulada en el organismo, porque la pubertad y la adolescencia consumen mucha energía. Y en la actualidad se come mejor que en cualquier otra época de la historia, por lo que el programa genético de la pubertad y adolescencia se activa un poco antes. Lo importante a tener en cuenta con respecto a este avance del inicio de la adolescencia es que, cuando empiezan a producirse los cambios, el cerebro es más inmaduro de lo que era en otras épocas, lo que hace que, a los adolescentes primerizos, por así decir, les cueste más entender y asimilar los cambios que se producen en su cuerpo y la alteración de su comportamiento. En contraposición, se estima que, durante el paleolítico, con comida más escasa y épocas de hambruna, según los restos fósiles estudiados, la adolescencia se iniciaba a los 14 años en promedio, es decir, con un cerebro mucho más maduro. Y también terminaba mucho antes, puesto que tan pronto eran fértiles tenían descendientes. El problema se puede empezar a forjar cuando los niños o las niñas empiezan a imitar comportamientos de adolescente, maneras de vestir y de hablar, mucho antes de la adolescencia. En esta situación se produce una falta de coordinación entre lo que hacen, a menudo promovido por su entorno social, y lo que percibe e integra su cerebro, lo que incrementa la probabilidad de que sufran trastornos del comportamiento y del estado de ánimo, que repercutirán en su adolescencia. De nuevo, el entorno social juega un papel muy importante en su desarrollo cerebral, mental y cognitivo, que repercute en sus comportamientos. Justicia y responsabilidad penal ¿Cuándo termina la adolescencia? Posiblemente es la pregunta más difícil de responder. Por un lado, para dar por concluida esta etapa vital es necesario que las zonas del cerebro que experimentan más cambios hayan completado su maduración. Esto depende dos factores principales. Por un lado, de programas biológicos y genéticos intrínsecos que guían al cerebro en este proceso. Por otro lado, de factores sociales y culturales. Un entorno social y educativo que promociona la reflexividad por encima de la impulsividad, que genere ambientes relativamente estables con un nivel de estrés también relativamente bajo que facilite la gestión emocional, y sin sobreprotección, favorecerá que el cerebro, a través de la plasticidad neuronal, adquiera las conexiones vinculadas con su maduración antes que en un ambiente opuesto. Pero no es suficiente con esto. Para que los adolescentes dejen de comportarse como adolescentes, es importante que el entorno de adultos los acepte y valore como unos iguales en derechos y deberes. Pero a menudo se les sigue tratando de forma “discriminatoria” por su juventud. No hay que olvidar que, una vez terminada la adolescencia, no se ingresa directamente en la adultez, sino que también hay una etapa de juventud. En este contexto, se considera que las funciones mentales y cognitivas propias de la juventud se pueden haber consolidados alrededor de los 18 años, aunque existe una gran variabilidad, normalmente entre los 17 y los 21. Sin embargo, se considera que, en promedio, en la sociedad actual, el control adulto de las funciones ejecutivas no suele alcanzarse hasta los 25 años. Y alguna de ellas, como por ejemplo la capacidad de retrasar en el tiempo, durante meses o años, una recompensa por una acción que se está realizando en un momento dado y que exija esfuerzo, no termina de madurar hasta superados los 30 años, en promedio sobre les 34 años. Es importante enfatizar, sin embargo, que existen grandes diferencias interpersonales, desde personas que maduran estas características mucho antes, a algunas que, debido a cuestiones biológicas y genéticas o a situaciones socioemocionales adversas durante la infancia y la adolescencia, no terminan de madurar al mismo nivel que otras personas. Lo que añade una complejidad especial en entornos de justicia juvenil y de responsabilidad penal con adolescentes implicados, que dificulta establecer criterios válidos para todas las personas, de hecho —desde una perspectiva exclusivamente neurocientífica—, lo imposibilita.

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