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  • Qué recomiendan los especialistas para convertir los obstáculos y fracasos en motores de crecimiento personal

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/08/2025 18:42

    Una traba inesperada puede desafiar planes y abrir caminos nuevos hacia el aprendizaje (Imagen Ilustrativa Infobae) Los contratiempos y las dificultades forman parte de la experiencia humana. Afrontar problemas o experimentar fracasos puede representar una oportunidad para desarrollar habilidades, adquirir nuevas perspectivas y avanzar en el crecimiento personal. Las situaciones desafiantes suelen impulsar procesos de aprendizaje que no se presentan cuando todo transcurre sin obstáculos. Infobae consultó a expertos para desentrañar esta dinámica. Los fracasos pueden ser "trampolines" para crecer (Imagen Ilustrativa Infobae) Los obstáculos no son castigos Juan Eduardo Tesone siempre mira más allá de lo aparente. Como médico y psiquiatra, toma la frase del filósofo Friedrich Nietzsche como punto de partida: “lo que no mata, fortalece”. Sabe que cada uno choca a diario con deseos propios que no encajan con la realidad. La vida nunca entrega todo servido. Habla de inmunidad psíquica, una especie de defensa invisible que no sacude de la nada sino que nace en la infancia, crece gracias a vínculos y necesita contacto. “El individuo solo no existe, sino en interacción con el otro, que lo estimula, acompaña o inhibe”, dice Tesone a Infobae. Las heridas duelen, pero dejan una marca fértil. El éxito puede embriagar, el traspié deja enseñanza. “Quizá se aprende más de los obstáculos, incluso de los fracasos que de los éxitos. Hay heridas narcisísticas que curan, más que los éxitos”, dispara. Los límites aparecen, el juego se reinicia, la baraja cambia. Las marcas que dejan las heridas también siembran fortaleza y cambio duradero (Imagen Ilustrativa Infobae) Cynthia Zaiatz escucha voces apagadas en su consultorio. Alguien entra, baja la mirada y repite: no puedo, no avanzo, no sirvo. El primer reflejo es miedo, tristeza o enojo. Llegan pensamientos automáticos que clausuran puertas: “No voy a poder. No soy capaz. Soy vulnerable”. El escenario parece cerrado, pero el tiempo revela otra fuerza, propia y nueva. “Se dan cuenta que son fuertes, que se ponen más fuertes para atravesar las situaciones y día tras día, aunque les duela, pueden atravesarlas”, explica a Infobae. La psicóloga insiste en aceptar el dolor, sin nublar la cabeza con fábulas de invulnerabilidad. Aceptar que el dolor existe, aprender a pedir ayuda, entender que hay compañía —esas líneas abren espacio para avances insospechados. “A partir de la aceptación y la no negación de experiencias, el sujeto empieza a transitar diferencias y logra salir de lo que le daña”. La infancia y los vínculos juegan un papel central en la capacidad para superar límites propios (Imagen Ilustrativa Infobae) Pía Vernengo, desde la mirada atenta de la infancia, confirma que no cualquier tropiezo trae maduración. “Todas las experiencias pueden ser de alguna manera capitalizadas o no, y va a depender de poder integrarlo, procesarlo, entenderlo, darle sentido”, sentencia a Infobae. Volver a mirar lo atravesado, ponerle nombre, abrir el espacio a otro. Para Vernengo, la resiliencia nace cuando alguien tolera el contraste entre expectativa y realidad, registra emociones y puede construir un sentido propio, con otros como sostén. La psicóloga apunta que los momentos difíciles no solo desafían la mente, también disparan una tormenta emocional. “La posibilidad de regular emociones, darle significado, reflexionar y salir de la encerrona muchas veces promueve que la capacidad de duelo se active”, observa. Ese duelo, lejos de paralizar, habilita una ganancia: sobrevivir a la pérdida instala la sensación de que es posible volver a empezar. Aceptar la pérdida y darle un sentido genuino enseña que cada dolor, cuando se integra, refuerza la capacidad de avanzar. Encontrar compañía durante los momentos de caída transforma la experiencia y ayuda a salir adelante (Imagen Ilustrativa Infobae) El aprendizaje real no sucede a pura voluntad: se apoya en figuras estables, en vínculos que devuelven confianza, en grupos que no sueltan la mano. Vernengo lo resume: “Cuando alguien puede integrar dándole sentido a lo vivido, más allá de doloroso o no, eso aumenta la autoestima y la confianza en uno mismo”. Cuando soltar libera: el arte de resignificar Mark Manson escribe y vende millones de ejemplares de El sutil arte de que (casi todo) te importe una mi*rda(Harper Collins Publishers) porque se anima a la sinceridad brutal. El autor, lejos de la autoayuda color rosa, propone un pacto: aceptar que nada fluye sin baches y dejar de obsesionarse con triunfar todo el tiempo. Plantea que “los problemas no desaparecen, solo cambian de nombre”. Invita a reconocer caídas, resignificar errores y soltar la compulsión de compararse. Manson insiste: cuando alguien acepta el dolor y deja de intentar tapar la molestia, la energía cambia. Aceptar fracasos y limitaciones limpia el horizonte, permite elegir a qué vale la pena entregarse. “El fracaso no es la ausencia de éxito sino la ausencia de acción”, afirma. Su receta: dejar de mirar lo que falta, animarse a priorizar lo importante y revisar los valores propios. Reconocer la propia vulnerabilidad fomenta la honestidad y allana el camino hacia vínculos más sólidos (Imagen Ilustrativa Infobae) El escritor critica la necesidad de gustar a todos y la costumbre actual de exhibirse como víctima. Sus palabras escapan la tentación de la lástima y buscan cortes claros, elegidos: autoconocimiento, honestidad, resiliencia. Recomienda revisar creencias, poner límites, tomar responsabilidad por lo propio. Amar el proceso y no solo la finalidad. Cuando uno reconoce lo que dolió, encuentra espacio para una versión genuina de sí. Tropezar desmonta rituales. Nadie decide arriesgar la calma porque sí, pero quienes se abren a integrar el dolor, aceptan ayuda y deciden resignificar la experiencia, consiguen transformar la caída en punto de partida. No se trata de admirar el sufrimiento ni de buscarlo: el crecimiento aparece cuando la vida tuerce el plan, exige un ajuste, un duelo, una nueva oportunidad. Justo ahí, donde parece faltar el aire, se abren salidas y vuelven las ganas de intentar.

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