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  • La estentórea inseguridad hipermoderna

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 24/08/2025 18:15

    Ya transcurrió un cuarto del siglo XXI y la derrota del socialismo cuando el fin del siglo XX se acercaba muestra resultados: parece revolucionario discutir pronombres personales mientras permanecen en la sombra los que manejan el gran capital. El parloteo entretenido sobre identidades grupales, por ejemplo, a que se dedican intelectuales de sensibilidad desollada, tiene una utilidad no desdeñable: desvía la atención del efecto deletéreo del capitalismo financiero sobre la sociedad moderna. Los conflictos entre intereses serios, de gran peso, amenazan destruir el mundo en una conflagración total; pero las élites de segundo orden se mantienen en lo suyo: siguen planteando microagresiones y luchando con encono por microsoluciones que están a menudo cerca del macrodisparate. La superación del status social inferior de la mujer, que consagra una explotación milenaria, debiera integrarse en la superación de toda explotación; pero en lugar de eso el reclamo es que haya más mujeres gerentas generales de las empresas, que exploten ellas también a los trabajadores, y no solo mayoría de "CEOS" varones. Un objetivo parece ser cambiar el lenguaje, forzarlo a cumplir el criterio lógico de cada uno, que suele ser diferente en cada caso, a cambio de no cuestionar que el uno por ciento de la población mundial sea dueño de la mitad de la riqueza del planeta. Para el filósofo político inglés John Gray la atención prevalente sobre aspectos identitarios tiene el efecto, buscado y querido por los que manejan los piolines, de desviar la atención de los conflictos por intereses económicos. No se trata entonces de una variante del pensamiento de izquierda sino de una vulgarización del hiperliberalismo que en medio de la desorientación moderna está cosechando muchos seguidores que seguirán hasta el punto en que no haya nada que seguir. El capitalismo del siglo XIX creó el proletariado "lumpen", palabra alemana que significa "andrajo". Eran grupos sumergidos, desclasados capaces de ir contra los intereses de su propia clase y de cometer delitos de cualquier tipo. Ahora, el capitalismo del siglo XXI está protegido por una "lumpeninteligencia" integrada por marginados sin función productiva reunidos bajo la denominación "progre", que derivó en un culto pseudorreligioso. En la revolución francesa, gracias a la ley de sospechosos, fueron enviados a la guillotina durante el Terror muchos ciudadanos que no reunían las características exigidas a los amantes de la república, ya sea por la actitud, por el lenguaje, por sus amistades o por las denuncias de adversarios que querían eliminarlos. Ahora, en una especie de contrahechura liviana de aquellos hechos, los aspirantes a cátedras universitarias o plazas de investigadores en los Estados Unidos deben comprometerse con una nueva trinidad: la diversidad, la equidad y la inclusión; como antes en Francia con la libertad, la igualdad y la fraternidad y mucho antes con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El movimiento "progre" tuvo su cuarto de hora en los países donde el liberalismo tiene más fuerza, los de la angloesfera, pero está en decadencia. En otras partes del mundo, como Africa, China y en Europa Oriental, incluida Rusia, solo suscita indiferencia o rechazo. Los creyentes creen ser apóstoles de un movimiento de emancipación, pero invitan sin quererlo a un paralelo con las intenciones políticas del emperador Constantino al adoptar el cristianismo como religión del imperio en el concilio de Nicea. No se puede llevar muy lejos el paralelo. Muchos de los 300 obispos que llegaron a Nicea para participar del primer concilio ecuménico en el año 325 eran ancianos que mostraban signos de las torturas que habían sufrido durante las persecuciones. Supieron sostener sus convicciones en la adversidad, como posiblemente no sabrían hacer los modernos apóstoles del progresismo. En lugar de considerarlo el anuncio de una emancipación, en buena parte del mundo el progresismo es un síntoma de la decadencia de occidente, que tuvo un período de esplendor al fin de la guerra fría pero que pronto se apagó. Los cultores de la religión "progre" redoblan esfuerzos por los derechos de los grupos identitarios, pero su energía va pareja con el temor a perder su condición económica y social, porque no tienen ningún papel en la producción y sólo mediante argumentos excesivos, a veces risibles, intentan sostenerse como valiosos para aquellos a los que sirven. Y justamente este exceso de intelectuales y de los seguidores incondicionales son el síntoma de que el capitalismo que los produjo está en crisis. Antes producía objetos útiles para el estómago o la fantasía; ahora produce exceso de inutilidades. Por consecuencia, el alboroto de los inútiles es mayor en la medida en que sospechan más insegura su pitanza. De la Redacción de AIM.

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