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  • Cecilia Roth: “Me siento una sobreviviente total de varias cosas: dictadura, sida, drogas, la vida misma”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/08/2025 03:16

    En lugar de recurrir al voseo, tan propio de estas tierras, habla con el tú. Y hasta debe hacer un pequeño esfuerzo por encontrar el término adecuado a este lado del océano. Por caso, decir cartas y no barajas. “Después me burlan porque hablo con palabras españolas...”, se lamenta Cecilia Roth, a mitad de camino entre el pedido de disculpas y su sonrisa. Disculpas aceptadas, por supuesto. Porque es sabido -y profundizará en su historia lo largo de la entrevista- que vivió muchos años en España, donde “es como si fuera otro idioma”, cuenta. Aunque quizás sea en Argentina donde se habla distinto. Como sea, y palabras al margen, Roth supo encontrar su destino en cada lugar donde estuvo. Aquí, en Argentina, nació. Y aquí también creció, marcada -como toda su vida- por el vínculo complejo con su madre y una adolescencia de rebeldía estudiantil, mucho más que un esbozo de su ideología y sus preocupaciones. Décadas después aquí llegó también su hijo, Martín Páez, propio de aquella relación sentimental con Fito Páez que provocó -cual irresistible musa inspiradora- el disco más vendido de la historia en nuestro país, nada menos: El amor después del amor (1992). Y allá, en España, maduró Cecilia. Como mujer, a partir de un vínculo que fue cualquier cosa menos amoroso. Y como actriz, al punto de convertirse en una referente de cine y el teatro, a uno y otro lado del Atlántico. Allí están las series Nueve Lunas (con Oscar Martínez) y Trátame bien (con Julio Chaves), y los filmes Un lugar en el mundo, Martín (Hache) y Una noche con Sabrina Love, entre otras interpretaciones suyas notables. Con Todo sobre mi madre, de Pedo Almodóvar y ganadora del Oscar, ganó el Goya. Y es que al fin, Roth se pertenece a sí misma mucho más que a cualquier lugar. Cecilia Roth es una de las protagonistas de "Estado de Furia" por HBO Max (Gaston Taylor) Viene de concluir la gira de La Madre, una obra que la interpeló. “Fue muy liberadora para mí -confiesa, y otra vez aparece en escena la docente y cantante Dina Rot-. Por mi propia historia, en relación a mi relación con mi madre. Y por entender algunos mecanismos que yo he repetido, por supuesto. La última capa de piel que se me está saliendo, es esa”. Sin embargo, se sienta en los estudios de Infobae por una serie. Estado de furia (en España, y continuando con esas sutiles diferencias, es solo Furia) ya se estrenó en 123 países, desde la plataforma HBO Max. Se trata de ocho capítulos en los que Cecilia comparte el rol con cuatro españolas a las que admira “enormemente”: Carmen Machi, Candela Peña, Nathalie Poza y Pilar Castro. El director Félix Sabroso escribió el personaje de Cecilia, Victoria Leal, especialmente para ella. “Es una argentina que llega a España en los 70 -precisa Roth-, en la época de lo que se llamaba el destape, cuando murió Franco: el tema era mostrar las tetas y el coño”. —Las mujeres. —Sí. Los hombres no. —No vaya a ser cosa que los hombres mostraran algo alguna vez... —No, no. Cosificadas, absolutamente. Las películas no se trataban más que de eso, de mujeres desnudas. Y todas las estrellas de esa época, como María José Cantudo y Nadiuska, después desaparecieron. Y en general, no terminaron bien. —Victoria Leal es una de estas actrices. —Y confió muchísimo en su mánager, que por supuesto, la dejó absolutamente tirada, sin un mango y hecha polvo. Muchos años después aparece de nuevo con una oportunidad, y ella no tiene otra cosa más que creerle porque si no, es la nada también. —Cuando se termina un proyecto, ¿te despedís fácil del personaje? —No mucho: quedan resabios, restos; lo que aprendiste de ese personaje. Construís una realidad paralela en la que aparecen cosas que, seguramente, no aparecerían en ti si no estuvieras construyendo eso. Y todos los personajes dejan huella, que no las hubieras conocido nunca en tu vida. —Antes de empezar la entrevista hablábamos de tu gira con La madre. Y también de los 26 años de Martín. —No tengo recuerdo de haber vivido sin mi hijo. No recuerdo mi vida sin Martín. Sí la recuerdo, pero “¿y Martín dónde estaba en ese momento?”. No, claro, no había nacido. Cecilia Roth: "No tengo recuerdos de haber vivido sin mi hijo" —¿Cómo fue el primer encuentro de ustedes dos? —Son cosas que no quisiera contar porque, si bien son absolutamente legales, y lo hicimos a través de una jueza, tienen que ver con su historia. Y que la cuente él. —¿Lo amaste inmediatamente? —Absolutamente. Antes de conocerlo. Hay una ley en Santa Fe, o había, no sé si sigue existiendo, de entrega de progenitora a madre adoptiva. Y tú vas recorriendo todo el embarazo de la persona, de la progenitora. Entonces teníamos las ecografías, que veíamos que era nena hasta el último momento (risas). Teníamos nombre, todo. Mirá qué cosa, yo había terminado Todo sobre mi madre, donde el personaje se queda sin su hijo, y estábamos en Cannes cuando me llaman para decirme: “Vení porque se va a adelantar (el parto)”. Al día siguiente me vine para Buenos Aires. —Y fue un amor a primera vista. —Fue... yo lo cogí en brazos, ¡lo agarré en brazos! (se corrige). Lo agarré en mis brazos y no abría los ojos. Tendría dos, tres horas de vivo. En un momento hizo así, me miró, y fue esa mirada única. Nadie te mira así. —¿Entendiste cosas de tú madre en tu maternidad? —Entendí, entiendo y sigo entendiendo cosas de mi madre, no solo con mi maternidad. Pero también entendí la enorme diferencia que teníamos mi madre y yo, en muchas cosas. Y la adaptación que hacíamos ambas para que esos dos roles, madre e hija, sean posibles. —¿Fuiste muy brava en tu adolescencia? —No, no era brava. Estaba muy sola. Tenía mucha contención, era una casa absolutamente normal, funcionaba todo. Estaba mi abuela. Había una o dos personas que nos cuidaban a Ariel (Rot, su hermano) y a mí. Mi padre (Jorge Rotenberg) venía todos los días a almorzar desde el diario La Opinión, que estaba lejísimos. Había una rutina muy… Pero ahora me doy cuenta: había mucho narcisismo ahí. —En tu mamá. —Sí. De una enorme belleza. Seguramente, también muy insegura. Yo la idealizaba de una manera brutal, la amaba: estaba puesta sobre un trono. Pero yo también un poco me inventaba cosas. —Una construye una mujer maravilla ahí, ¿no? —Total, total. Y yo la sorprendía mucho a mi mamá: no era la personita ideal. Hace muy poco mi papá me dijo una cosa que me sorprendió y me hizo gracia, aunque no me lo hubiera hecho en ese momento. Me dice: “Tu mamá siempre dijo ‘la quise mucho pero no la soporto’” (risas). Yo era muy distinta a ella. No sé si era brava; a lo mejor, le resultaba brava. —¿Con Ariel era distinto? —Ariel fue un enigma, no contaba nada. Era el varón, nadie le preguntaba: “¿Che, adónde fuiste? ¿Adónde vas a ir? ¿Qué te vas a poner? No, ponete esto. Esto no te queda bien, esto te queda bien”. —Igual a vos, en tu propia maternidad, en algún momento también te debe haber pasado de no soportarlo a Martín. A mí me pasa todo el tiempo... —Hay una frase extraordinaria de (Donald Wood) Winnicott, un pediatra y psiquiatra de niños, que dice: “Ser madre es querer tirar a tu hijo por la ventana y no hacerlo”. —¿Cómo era Fito papá? —Fito no tuvo madre: se murió a sus ocho meses. Entonces, apareció una representación de su propia historia. Era, y lo sigue siendo, muy protector, muy pendiente. A veces, exageradamente: “Soltá un poco, tiene que hacer él”. (Fito) tuvo una historia muy trágica: su padre se murió cuando era muy jovencito; después su abuela y su tía, un asesinato espantoso. Entonces, todo lo que fuera un nuevo ser vivo, y su hijo, había que cuidarlo entre algodones. Hay una relación enormemente maravillosa entre ellos. De hecho, trabajan juntos en algunas cosas. Cecilia Roth: "Me siento una sobreviviente total". —¿Te dio dolores de cabeza en su adolescencia? —¡Uff! Martín sufrió mucho la adolescencia, como todos. Pero yo lo veía sufrir y no lo soportaba. Más que dolores de cabeza, a mí me asustaba que él sufriera. No sabía qué hacer, porque el sufrimiento es inevitable. —Y el sufrimiento de un hijo es enloquecedor. —Enloquecedor. ¿Sabés qué nos hizo muy bien? La pandemia, mirá lo que te digo. Nos quedamos viviendo juntos Martín, su novia y yo. —¿Martin tendría 20, 21 años? —Exacto. Y todavía estaba bravo con él, desencontrado. Pero con una novia maravillosa, Emilia, con la que se entendieron: se dieron cuenta de quién era quién. Y la pandemia fue una organización de la casa, se hizo cargo. Dejó su adolescencia aparcada: “Mamá, vos no tenés que salir de casa”. Mi miedo total era que si yo me contagiaba de Covid, me moría. No salí de casa siete meses, estaba aterrorizada. Y Martín se hacía cargo de una manera increíble. Es una casa grande pero teníamos nuestros espacios y nuestros encuentros. Durante ese tiempo Martín hizo un crecimiento increíble y dejó la adolescencia atrás. —¿Sos muy miedosa? —No, no soy miedosa. Pero en relación a mi hijo, no quiero que lo pase mal. —¿Y cuando te ves a vos misma en esa época, en la adolescencia o a los veintipico? —Loca (risas). —¿Sentís que salió bien pero pudo haber salido mal? —Sí. Yo me siento una sobreviviente total, de varias cosas: dictadura, SIDA, drogas; la vida misma. Yo era muy joven durante la dictadura pero tenía clarísimo: tenía 14 años y militaba en el Liceo 1. Amigos míos, que tenían 17 años, desaparecieron. —¿Qué edad tenías cuando se fueron a España? —18. Militaba en una organización estudiantes y cuando terminé el colegio, me asusté. Además, en La Opinión desaparecían los periodistas. Era una redacción en la que había gente muy pesada y muy vigilada. Desde (Horacio) Verbitsky a muchos otros. Y mi padre traía mucha data. Mucha. Y me daba miedo. Incluso hubo una situación en mi casa jodida, de la que no sé cómo zafamos, y nos fuimos. —¿Qué pasó? —Entraron. Yo estaba durmiendo y no me desperté. Después me gritaban: “¡Ceci! ¡Ceci! ¡Ceci!”, y yo veo que mis padres estaban en el balcón del cuarto de mi madre, con ropa de dormir, con la perra y la señora que trabajaba en casa. Les digo: “¿Qué hacen ahí?”. Yo no entendía. Abrí la puerta y me contaron. —¿Se habían escondido en el balcón o los habían encerrado? —No, no. Los encerraron y se fueron. Fue en abril del 76. Y subieron a casa con la excusa de un ramo de flores para mamá. Pero no era un ramo de flores, era otra cosa. —Mucha gente terminó mal. ¿Por qué creés que, en tu caso, salió bien? —Porque quería vivir. Porque me di cuenta a tiempo de cosas. Y porque los bordes son atractivos pero también son muy delatores. Cuenta mucho el borde. Cecilia Roth junto a Tatiana Schapiro en Infobae (Gaston Taylor) —En España tuviste una pareja que hoy, a la distancia, por las poquitas cosas que leí de ese vínculo, fue fea. Te maltrató. —Sí. Hace muy poco encontré un cuaderno de tapa negra, muy grande, del 81, 82, 83, long time ago, mucho tiempo atrás. En ese cuaderno escribía lo que me pasaba, y no puedo creer lo que escribía: lo que dejaba que me sucediera, el amor enloquecido por esta persona, de estas relaciones en las cuales hay maltrato y sin embargo, la mujer se queda, aceptándolo. Esa mujer que ya murió, que no tiene nada que ver con quien soy yo. Uno muere muchas veces en la vida, y nace distinta. —¿Él era fotógrafo? —Fotógrafo de moda y gran artista. Vive en Alemania. —Lo único: mal tipo. —Un loco de mierda. Mal tipo, sí. Poco amor. Y yo, empecinada en que lo iba a cambiar. —Era un maltrato psicológico constante, no físico. —No, no. Físico, no. Y yo, en un lugar, me dejé castigar por algo. Tendría culpas de cosas; no sé, pensaría que no era tan fácil el exilio, que había que pagar por eso. Lo fui pensando con el tiempo: ¡puta!, yo trabajaba, me iba bien, filmaba, tenía amigos que amaba, y sin embargo, estaba absolutamente cerrada y obsesionada con él. Y además yo no lo dejé: me dejó él, que es lo peor. Me agarré hepatitis y me fui a vivir a casa de mi madre porque sabía que ahí me iban a cuidar y él, no. Era julio, agosto, y Gorka decidió irse de vacaciones: “Pero la enferma sos vos, ¿por qué me voy a quedar yo?”, me dijo. Parezco otro tipo de persona, que nunca me podría haber pasado una cosa así. Y me pasó. Después no me volvió a pasar porque no lo dejé nunca más. Tengo olfato para una situación como esta. Y me quiero. —Pensé que después de este episodio de la hepatitis y sus vacaciones, lo habías dejado vos. —No. Él se enamoró de una modelo. —Él te decía que, ideológicamente, no podía ser monógamo. —Eso fue desde el principio. Cuando nos conocimos, nos gustábamos mucho: a mí me parecía lo más. Fuimos a comer a un lugar y me dijo: “Yo no soy monógamo”. Y yo dije: “Bueno, está bien, perfecto” (risas). No es que estaba todo bien porque yo creía en una relación abierta, sino que estaba todo bien para que no se fuera. —¿Qué le decís hoy a esa Cecilia? Hay que abrazarla mucho. —Me da mucha pena, mucha tristeza. Sí, abrazarla y decirle, decirme a mí: “Nunca más eso”. Pero digo, ese nunca más no es de un día para el otro. Cecilia junto a Martín. —¿Hoy estás noviando? ¿En qué andás? —Hoy sí quiero relaciones abiertas, pero amorosas. Solamente amorosas. —Cuando el código es compartido y es con respeto, recontra vale. —Sí, con amor, con cuidado y con respeto. Pero no podría convivir. La convivencia erosiona el vínculo. Hay que vivir en casas separadas. Y además, está bueno que el otro sea un enigma. —¿Estás en una así? —Ahí. Sí, llevo tiempo en una situación que me sorprende porque no pensé que era eso. —¿Te tiene contenta? —No pienso demasiado. O sea, cuando puedo estar con él, me divierte, me pone contenta y lo quiero un montón. Pero no es el centro de mi vida. Para nada. —Fuiste una de las precursoras en salir con alguien más joven y contarlo: con Gonzalo Heredia. —Sí. —¡Cómo nos cuesta ver a las mujeres con alguien más chico! —A mí no me cuesta nada... —Aplausos. Cómo nos cuesta socialmente, digo. —(A la sociedad) le cuesta porque no entiende. Tiene que ver también con el lugar que ocupamos como mujeres en la sociedad. Todavía eso no está aceptado, o sea, si es una vieja chota. Alucino con las cosas que me dicen en los comentarios cuando subo una foto: “Pero vieja chota, andate a vivir a España”. Cosas feas que, digo, menos mal que aprendí a quererme, que no me importa la mirada ajena, sobre todo ese tipo de mirada que para mí es la mirada de alguien muy corto. Por un lado, hay muchísimo troll. Y por otro lado, no hay mucho que hacer más que eso, sobre todo con una persona que te produce como un sarpullido, que te pica por alguna razón que desconocés. —¿Eso lo relacionás a la política? —A la política, a la forma de vida. A cierta dificultad para ejercer lo que otra gente ejerce. Digo, si es una mujer que dice algo en relación a qué haces con un pendejo o algo así, eso te lo preguntás vos, si tenés ganas. No tengo que dar explicaciones de nada. Da igual la edad también. No pasa por ese lado. Cecilia Roth: "A veces me gusto, otras veces no. Pero me quiero". —¿Tu edad te jode en algún momento? —A esta altura, superar una edad determinada ya te da premio (risas). Me siento mucho mejor que cuando era esa chica a la que trataban tan mal. —¿Cómo te vinculás con el deseo hoy respecto a la Cecilia de 30 años? —¿Sexual te referís? —Sí. —Por suerte, estoy menos hormonada, porque era una loca (risas). Las hormonas son muy excluyentes. Con esta persona me pasó algo que tenía que ver con eso: no podía no creer que no estuviera ahí, cuando yo quisiera. —Eras fuego, Cecilia. —Sí. Menos mal que esto bajó, que controlo. Por eso puedo decir que no es el centro de mi vida. —¿Y con la mujer que ves en el espejo? —A veces me gusto, otras veces no. Pero me quiero. Y perfecta, como quería mi madre que fuera, no soy (risas). Mamita de mi corazón, perdón que estoy diciendo todo esto la verdad (risas). —¿Qué te pasó cuando el Presidente te nombró en sus redes? —No me insultó: me dijo “fracasada”. Hay una potencialización de todo aquello que implique odiar a quien sea que se crea que es más débil. Se dice que un presidente no puede tener esa actitud con alguien que no tiene ese poder. Yo creo que, justamente, lo ejerce porque tiene ese poder. A propósito: ¿qué le importa al Presidente que alguien le diga lo que le diga? Porque tampoco se lo dicen. Hay una argumentación detrás de lo que se le dice al Presidente: nadie lo insulta, solamente. Hay un uso maligno de la posibilidad de hacer daño. La maldad no es locura. La maldad es maldad. Y hay gente mala. —¿Milei es malo? —Es muy cruel. Además, tiene que resolver cosas con su cerebro, con su sistema neuronal. Está muy muy al borde. Todas las mañanas leo qué se le ocurrió hoy. Y además, no todas son cosas que después se cumplen. Por ejemplo, cuando dice lo de la visa a Estados Unidos, que no la vamos a necesitar, ¿no lo consultaste con Estados Unidos? Y además, ¿quién viaja a Estados Unidos? El tema fundamental es la caída estrepitosa de millones de personas en la pobreza. —¿Pero qué sentiste cuando leíste tu nombre en las redes del Presidente? —Quien empezó fue Agustín Laje, que puso: “Los desvaríos de Cecilia Roth”. Absolutamente modificado lo que yo había dicho. Yo no dije que había censura, dije que había salido en el Boletín Oficial. En febrero, (el secretario de Cultura, Leonardo) Cifelli había dicho, en una entrevista con la agencia EFE, que en lugares oficiales, públicos, no se debería hablar de dictadura, de cambio climático, de género. Y dijo que Lali Espósito no podía aparecer en ninguna película, ni en hospitales ni en universidades públicas ni en colegios. Tres días después yo hice el comentario de que se había dicho eso. No dije: “Me censuran” o “Hay censura contra los actores”. Por supuesto, fue absolutamente modificado para poder tener una respuesta que me defenestrara y me utilizaran, de alguna manera, para que nadie hable mucho. Y sentí algo distinto al miedo: sentí como un escalofrío de ¡guau!, qué fuerte. Pero lo más fuerte fue la cantidad de gente que me llamó por teléfono, absolutamente solidaria, y sintiendo que a ellos también les podía pasar. Eso sentí: mucho amor sobre todo. Y por supuesto, no me extrañó que de boca de una persona como Milei salieran esas cosas. Es nuestro presidente, de todos los argentinos. Muy fuerte. —¿Hablaste con Lali de esto? —Sí, sí. También me llamó, porque ya la habían insultado a ella. Además, le puso un nombre, ¿entendés? Lali Depósito. Es muy fuerte, muy fuerte. Es tan fácil el insulto bobo.

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