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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/08/2025 04:49
Uno de los dos hombres armados con una escopeta sale de la sucursal del Chase Manhattan Bank en Brooklyn, el 22 de agosto de 1972, para hablar con la policía que rodea el edificio (Foto AP) Cuando está por cumplirse medio siglo del estreno de “Tarde de perros” sigue figurando como una de las películas más taquilleras de la historia además de un clásico cinematográfico donde, casi compitiendo con el papel protagónico de Al Pacino, se puede disfrutar de la descomunal actuación de John Cazale. La película fue candidata a seis Óscar, también compitió por siete Globos de Oro y tuvo seis nominaciones a los Premios BAFTA, entre muchos otros galardones. Solo en el año de su estreno, 1975, recaudó 56 millones de dólares. El afiche con que se la presentó ya forma parte de la historia del cine: “El atraco tenía que haber durado diez minutos. Cuatro horas más tarde el banco era un circo. Ocho horas más tarde era la emisión en directo más importante de la televisión. Doce horas más tarde era historia. Y todo es completamente real”, dice. Real y reciente, porque los neoyorquinos todavía tenían fresco el recuerdo del insólito – y espectacular – asalto con toma de rehenes a la sucursal del Chase Manhattan Bank en Brooklyn que, transmitido en vivo y en directo por las cadenas de televisión, los tuvo en vilo durante 14 horas. La película de Sidney Lumet cuenta los hechos ocurridos apenas tres años antes, el 22 de agosto de 1972, cuando John Wojtowicz, Salvatore Naturile y Robert Westenberg intentaron robar la sede del banco sobre la avenida P 450 en Gravesend, un barrio del suroeste de Long Island. Fue un asalto en lo que todo salió teatralmente mal. El robo se inició sobre la hora de cierre del banco y los ladrones calculaban que se llevarían un botín de entre 150.000 y 200.000 dólares del tesoro, pero solo encontraron 29.000 y algunos miles en cheques de viajero. Poco después de entrar, Westenberg decidió irse y escapó – sin llevarse dinero y dejando su arma –, mientras que Wojtowicz y Naturile, que mantenían a ocho empleados de la sucursal como rehenes, quedaron atrapados dentro de la sucursal rodeada por decenas de policías y, más tarde, también por agentes del FBI. El fallido robo al banco derivó en una toma de rehenes que duró 14 horas y mantuvo en vilo a la población por los medios de comunicación (AP Photo/Dave Pickoff) Comenzó entonces una negociación que duró horas, en la que Wojtowicz y Naturile plantearon sus demandas: liberar a una tal Elizabeth Eden, que estaba internada después de un intento de suicidio en el Kings County Hospital Center, a cambio de un rehén; hamburguesas y gaseosas para todos; un transporte hacia el Aeropuerto Internacional “John F. Kennedy” para ellos y los rehenes y un avión para volar fuera del país, donde liberarían al resto de los empleados del banco que mantenían en su poder. El asalto terminó mal, porque al llegar al aeropuerto, el FBI mató a Naturile y logró reducir a Wojtowicz. Cuando se cuenta así la historia, sin entrar en más detalles, no pasa de ser una más sobre un robo fallido que podría haber pasado al olvido en cuestión de días. Si no fue así y llegó a transformarse en el guion de una de las películas más exitosas de la década de los ’70, se debió a dos hechos: el espectáculo montado por Wojtowicz en la vereda del banco durante las negociaciones, que fue seguido por centenares de curiosos que, incluso, le manifestaron abiertamente su apoyo mientras ridiculizaba a la policía, y más que nada por una frase reveladora que el ladrón gritó en la calle para que la escuchara todo el mundo: “Quiero que traigan hasta acá a mi esposa desde el hospital del condado de King. Su nombre es Ernest Aron. Es un hombre. Soy gay”. En otro momento de la negociación, durante una comunicación telefónica con el detective Eugene Moretti, Wojtowicz reveló también la razón por la cual había asaltado el banco: conseguir dinero para pagarle una operación de cambio de sexo a Aron, para que pudiera cumplir su sueño de convertirse en Elizabeth Eden, porque era “una mujer que se siente atrapada en el cuerpo de un hombre”. John Wojtowicz llegaba a la sede del FBI en la ciudad de Nueva York el 23 de agosto de 1972, tras ser capturado en el Aeropuerto Kennedy esa misma mañana. Él y otro presunto ladrón, quien fue asesinado en el aeropuerto, tomaron siete rehenes durante un intento de fuga que comenzó en una sucursal bancaria de Brooklyn. (Foto AP/Anthony Camerano) Una historia de enamorados Cuando asaltó el banco, John Wojtowicz tenía 27 años y jamás había cometido un delito. Nacido en 1945, había sido, en sus propias palabras “un chico normal” hasta fines de la década de los ’60. Después de terminar la secundaria, se alistó en el ejército, donde aprendió a usar armas para combatir en Vietnam. Al recibir la baja, consiguió trabajo en el Chase Manhattan Bank, donde conoció a Carmen Bifulco, una compañera de trabajo con la que se casó en 1967 y tuvo dos hijos. Ese fue su último y desesperado intento por seguir sintiéndose “normal”. Para entonces ya luchaba en secreto con la dirección de su deseo. Había tenido su primer encuentro homosexual en el ejército con “un tipo llamado Wilbur”, pero al volver quiso formar una familia como dios mandaba. El intento no duró mucho tiempo: a fines de 1969 le confesó a Carmen, se separó y, dispuesto a mostrarse ante el mundo tal como era y se sentía, se unió a la Gay Activist Alliance. Dos años después conoció a Ernie Aron, que decía ser “una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre” y se presentaba como Liz Eden. Fue un amor a primera vista y quisieron casarse, algo imposible por la legislación de esa época. Decididos a vencer cualquier obstáculo, lograron que el sacerdote católico Gennaro Aurichio accediera a hacerlo en una “ceremonia de bendición”. Ese gesto le costó caro al cura, porque cuando trascendió lo expulsaron de la Iglesia. Sin embargo, no todo era color de rosa para la pareja. A pesar de estar – como ellos mismos decían – enamorados, la relación se volvió pronto tormentosa, porque Eden quería someterse a una operación de cambio de sexo y Wojtowicz no estaba de acuerdo. Fue así hasta que Aron-Liz intentó suicidarse por no poder tolerar más la situación y entonces Wojtowicz terminó aceptando que se operara. Pero para una intervención quirúrgica de ese tipo hacía falta mucho dinero, unos 2.500 dólares de la época, una suma imposible para la ajustada economía de la pareja. Fue entonces cuando Wojtowicz decidió financiar la operación asaltando un banco, una empresa delictiva en la que no tenía experiencia y tampoco conocía a nadie capaz de hacerlo. Finalmente convenció a dos amigos del mundo gay neoyorquino, Naturile y Westenberg, para que lo secundaran, con los que formó un trío decidido, pero completamente inexperto. Tanto es así que, cuando perpetraron el asalto a la sucursal del Chase en Brooklyn, venían de dos intentos en otros bancos que habían fallado antes, incluso, de que pudieran iniciarlos. La primera vez, a Wojtowicz se le cayó la escopeta en la vereda cuando bajaban del auto y debieron huir antes de siquiera entrar al banco; en la segunda, tuvieron que abortar el robo cuando ya estaban adentro pero aún no habían mostrado las armas porque Westenberg se encontró con una amiga de su madre. John Wojtowicz, de traje oscuro, es sacado del edificio del FBI en Nueva York el 23 de agosto de 1972 por agentes del FBI, camino a su comparecencia ante el Tribunal Federal de Brooklyn, Nueva York. Fue detenido bajo cargos de robo a un banco y secuestro, con una fianza de 250.000 dólares (Foto AP/Jim Wells) Inspirados por “El Padrino” Para “foguearse” y no volver a fallar, los tres fueron a ver “El Padrino”, la película de Francis Ford Coppola estrenada ese mismo año. Por eso, cuando el 22 de agosto entraron al Chase Manhattan, Naturile inició el robo dándole al cajero una nota que parafraseaba una cita del filme: “Esta es una oferta que no puede rechazar”. Tampoco planificaron mucho: en los interrogatorios Wojtowicz contó que habían elegido el Chase de Brooklyn porque un antiguo compañero de trabajo – cuya identidad nunca reveló – le había dicho que esa tarde, cerca del cierre, habría allí cerca de 200.000 dólares, pero que cuando el gerente les abrió la puerta del tesoro solo encontraron 29.000. Llegaron tarde, porque apenas media hora antes un camión blindado había retirado casi todo el dinero. Las cosas empeoraron cuando, nervioso porque vio pasar un patrullero por la calle, Westenberg decidió irse y dejó su arma, mientras Wojtowicz intentaba quemar un registro con la numeración de los billetes en un cesto de papeles. Eso los perdió, porque alertado por el humo que vio dentro del banco, un transeúnte avisó a la policía que estaba pasando algo raro en el Chase Manhattan. La policía rodeó el banco y detrás de los patrulleros llegaron los curiosos y los canales de televisión. El robo frustrado se convirtió entonces un espectáculo, al que contribuyó el mal manejo inicial de los negociadores policiales, la transmisión en vivo y en directo, y un impensado histrionismo de Wojtowicz. Cada vez que salía a la calle para hablar con la policía – mientras Naturile mantenía a los rehenes dentro del banco – se iba ganado con su “actuación” la simpatía de los curiosos, que pronto fueron más de un millar de personas. El show de John Metido en una situación que ni siquiera había imaginado, John Wojtowicz fue improvisando sobre la marcha. Cuando pidió pizzas y bebidas para los rehenes, le pagó al repartidor que se las entregó con billetes del banco y, al escuchar como los curiosos lo vitoreaban, comenzó a tirar billetes al aire para que se los llevara el viento. “Había una verdadera multitud reunida en Brooklyn. Era un circo, un verdadero espectáculo. Cualquiera lo hubiera amado, era un Robin Hood”, relató el periodista Bob Kapstatter, que cubría la noticia para el Daily News. No demoró tampoco en ganarse las simpatías de los empleados del banco a los que mantenía como rehenes. Si nadie mencionó en ese momento que sufrieron el “síndrome de Estocolmo” fue porque esa definición recién se acuñaría el 23 de agosto de 1973 – un año y un día después – en Suecia, cuando Jan-Erik “Janne” Olsson intentó asaltar el Banco de Crédito de Estocolmo y los rehenes confesaron después que le habían tenido más miedo a la policía que al asaltante, de quien elogiaron su amabilidad. En el caso de Wojtowicz, una de las rehenes, Shirley Ball, contaría años después en el documental “The Dog”: “Me di cuenta de que era amable, quería ser amigable, tenía un motivo para robar el banco, no creyó que se fuera a alargar tanto, pensó que iba a ser entrar y salir, pero tal como salieron las cosas, no pudo salir”. 1972, 23 de agosto, Nueva York: el ladrón de bancos estadounidense John Wojtowicz (1945-2006), El 22 de agosto de 1972, Wojtowicz intentó robar una sucursal del Chase Manhattan Bank en Brooklyn con el objetivo pagar la cirugía de reasignación de género de su amante y esposa Elizabeth Eden Pero el momento cumbre se produjo cuando Wojtowicz pidió que trajeran a su “esposa” y confesó a los cuatro vientos que era gay. Esa revelación - si bien provocó algún abucheo entre los curiosos – terminó por ganarse la simpatía de la mayoría. “Estaba siendo honesto, fue un bombazo. La liberación gay directo a la yugular”, dice Jeremiah Newton, un amigo de Ernie Aron en el mismo documental. La toma del banco se prolongó 14 horas, durante la cuales Wojtowicz atendió por teléfono a varios periodistas, conversó también con su “esposa” y logró que trajeran a su madre, con quien conversó a los gritos desde la vereda del banco. A pesar de la resistencia de la policía, los cronistas aprovecharon para entrevistarla. “Cuando era niño, era bueno. No fue problema. El servicio militar lo estropeó todo”, les dijo la señora, que no tuvo reparos en contar que había asistido al “casamiento” de John con Aron y que estaba orgullosa de él por ser tan valiente. Cuando finalmente los dos ladrones subieron con los rehenes al vehículo que los llevó al aeropuerto, ya eran miles las personas reunidas en los alrededores del banco. Al verlos salir, los vitorearon y los aplaudieron hasta que el vehículo se perdió de vista. El final, sin embargo, no fue el que deseaban la mayoría de los curiosos y de los televidentes. Al llegar al Aeropuerto Kennedy, el FBI mató de un balazo en la cabeza a Salvatore Naturile y redujo rápidamente a John Wojtowicz. Robert Westenberg, el ladrón que había logrado huir, fue capturado pocas horas después. En el juicio, realizado en abril de 1973, Westenberg fue condenado a dos años de prisión – porque lo consideraron “no culpable” de la toma de rehenes – y Wojtowicz recibió una pena de veinte años, de los cuales solo cumplió cinco por buena conducta. El que roba a un ladrón… El productor de cine Martin Elfand supo del frustrado asalto a la sucursal del Chase Manhattan Bank de Brooklyn al leer en la revista Life un extenso artículo de los periodistas P. F. Kluge y Thomas Moore titulado “The boys in the bank”. Fascinado por la historia, se la propuso a otro productor, Martin Bregman, y al director Sidney Lumet, quienes contrataron a Frank Pierson para que escribiera el guion. Pierson entrevistó a casi todos los protagonistas, a quienes se les hizo firmar un contrato de autorización para “meterlos” en la película. Al Pacino en "Tarde de Perros", la historia inspirada en el robo por amor Cada rehén recibió 600 dólares y a Westenberg le ofrecieron 2.000, pero no aceptó por consejo de su abogado, que consideró que podía ser perjudicial para que obtuviera la libertad condicional. Wojtowicz cobró 7.500 dólares por los derechos de la historia y trató de negociar también para que le dieran el uno por ciento de la recaudación bruta de la película. Finalmente aceptó una contrapropuesta que establecía que le pagarían 25.000 dólares si el filme era tan exitoso como “Sérpico”, el último éxito de Al Pacino, que ya había sido elegido para encarnar su personaje. Ni bien cobró esos 7.500 dólares iniciales, Wojtowicz le dio a Aron los 2.500 necesarios para que finalmente pudiera someterse a su ansiada operación de cambio de sexo y convertirse en Liz Eden. Poco después se separaron. En un programa de televisión, poco antes de ser liberado en 1978, le dijo a Eden frente a las cámaras: “No me arrepiento de haberlo hecho porque te salvó la vida”. Liz Eden murió de Sida en 1987. John Wojtowicz nunca cobró los 25.000 dólares que habían prometido pagarle si “Tarde de perros” era tan exitosa como “Sérpico”. Cuando lo liberaron, volvió a vivir a Nueva York, en la casa de su madre. No tenía dinero y tampoco conseguía trabajo por sus antecedentes penales. Llegó a ofrecerse como guardia de seguridad al mismo banco que había robado. “Soy el chico de la tarde de ‘Tarde de Perros’, y si estoy vigilando tu banco, nadie robará un centavo”, escribió en su solicitud de empleo. Lo rechazaron. En 2002, los cineastas neoyorquinos Allison Berg y Frak Keraudren lo localizaron y lograron entrevistarlo para su documental “The dog”. “En aquel entonces, vivía en el olvido con su madre y se alegró de que alguien se acercara a interesarse por él”, contó Keraudren en una entrevista que le hizo la BBC. “Le gustamos porque sabía que nos autofinanciábamos y pensó que éramos unos desvalidos neoyorquinos cómo él, así que decidió ayudarnos… Incluso se ofreció a robar un banco para nosotros”, relató Berg en 2015, cuando estrenaron la película. Wojtowicz nunca llegó a ver el documental: había muerto de cáncer en 2006.
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