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» Diario Cordoba
Fecha: 21/08/2025 13:03
El hallazgo del cuerpo sin vida de un joven de 34 años con parálisis cerebral en una vivienda de Elche no solo ha puesto en marcha una investigación policial sobre posibles negligencias, sino que también ha destapado un drama más profundo: la fragilidad del sistema de cuidados de personas en situación de dependencia y la proliferación de redes informales, cuando no clandestinas, que intentan suplir las carencias de los servicios públicos. Una de las habitaciones de la vivienda / Policía Local Elche La intervención de la Policía Local de Elche y del Cuerpo de la Policía de la Generalitat descubrió que, en ese domicilio unifamiliar, varias personas con discapacidad intelectual, síndrome de Down, autismo y otras enfermedades neurológicas vivían en condiciones indignas. Las estancias mostraban deficiencias higiénico-sanitarias alarmantes, con suciedad generalizada, restos orgánicos, colchones en estado precario y olores de orina y excrementos. Alimentos en mal estado En la cocina, alimentos en mal estado y electrodomésticos sin mantenimiento configuraban un panorama de riesgo para la salud. A ello se sumaba la presencia de numerosos animales sin control veterinario, lo que incrementaba el peligro de contagios. Un policía, clausurando la vivienda / Policía Local Elche El matrimonio responsable de la vivienda, de 58 y 48 años, reconoció que cobraba entre 30 y 45 euros diarios a las familias de los residentes, sin ningún tipo de licencia, autorización administrativa ni formación profesional acreditada. Una actividad ilegal que, según sospechan las autoridades, llevaba funcionando desde 2016 en diferentes domicilios, y que se mantenía oculta hasta que la muerte del joven dependiente destapó la situación. El papel de las instituciones La actuación policial permitió clausurar la vivienda y reubicar a los residentes con sus familias, muchas de las cuales declararon desconocer las condiciones reales en que vivían sus allegados. La Administración ha activado a los servicios sociales para valorar la situación de cada persona afectada. Sin embargo, este tipo de intervenciones suelen llegar tarde, cuando ya se ha producido una tragedia. Rejas en las ventanas de la vivienda / Policía Local Elche Alimentos en mal estado y electrodomésticos sin mantenimiento configuraban un panorama de riesgo para la salud. A ello se sumaba la presencia de numerosos animales sin control veterinario, lo que incrementaba el peligro de contagios. El Ayuntamiento de Elche, la Conselleria de Sanitat y la Inspección de Trabajo han abierto expedientes para determinar responsabilidades. Pero el problema de fondo requiere más que sanciones: es necesaria una reflexión profunda sobre el modelo de cuidados, su financiación y la supervisión efectiva de quienes ofrecen estos servicios. Cuando la necesidad se convierte en negocio El suceso de Elche es un espejo de un problema que trasciende el caso concreto: la insuficiencia del sistema público para atender la demanda de cuidados de larga duración. España cuenta desde 2006 con la Ley de Dependencia, concebida para garantizar a las personas en situación de vulnerabilidad la atención necesaria. Sin embargo, casi dos décadas después, los retrasos en la tramitación de ayudas, la falta de plazas residenciales y la desigualdad entre comunidades autónomas han creado un terreno fértil para que aparezcan fórmulas informales, muchas veces en el límite de la legalidad. Este es un ejemplo meridianamente claro. Otra de las habitaciones de la "casa de los horrores" / Policía Local Elche Las cifras son elocuentes: según datos de asociaciones del sector, más de 200.000 personas esperan todavía una prestación reconocida, y muchas fallecen antes de recibirla. Las familias, abrumadas por los cuidados diarios, recurren en ocasiones a alternativas asequibles, aunque poco seguras, para poder conciliar o simplemente descansar. El verano es además el momento más propicio para ello. Ese vacío es el que, con frecuencia, explotan particulares que ofrecen servicios sin garantías mínimas. La invisibilidad de las personas dependientes La dependencia no es una condición excepcional: la Organización Mundial de la Salud estima que casi un 15 % de la población mundial vive con algún grado de discapacidad. En España, más de 1,4 millones de personas tienen reconocido oficialmente un grado de dependencia. Sin embargo, a menudo sus realidades permanecen ocultas detrás de las puertas de las viviendas. Las familias suelen ser las principales cuidadoras, en su mayoría mujeres de edad avanzada que dedican gran parte de su vida a atender a un hijo, a una pareja o a un padre enfermo. Esa sobrecarga emocional y física, unida a la falta de apoyo institucional, genera situaciones de agotamiento que facilitan la búsqueda desesperada de soluciones rápidas, como la que ofrecía la vivienda de Elche. Una de las camas para estas personas / Policía Local Elche Vulnerabilidad extrema El caso también revela la vulnerabilidad extrema de quienes no pueden defenderse por sí mismos: personas con parálisis cerebral, autismo severo o discapacidades intelectuales que dependen de la buena fe y de la preparación de quienes los cuidan. Cuando esa responsabilidad se deposita en manos no cualificadas, el riesgo de negligencia o de trato inhumano se dispara. Mientras tanto, miles de familias siguen esperando respuestas. La dependencia no entiende de trámites administrativos ni de plazos: cada día que pasa, quienes necesitan apoyo se enfrentan a una vida más vulnerable, y sus cuidadores a un desgaste que no debería afrontarse en soledad. Suscríbete para seguir leyendo
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