21/08/2025 15:03
21/08/2025 15:02
21/08/2025 15:02
21/08/2025 15:02
21/08/2025 15:01
21/08/2025 15:00
21/08/2025 15:00
21/08/2025 14:59
21/08/2025 14:59
21/08/2025 14:58
» AgenciaFe
Fecha: 21/08/2025 12:00
Los horarios escolares, la sincronización con la luz solar y el reloj biológico de los estudiantes generan un debate que trasciende el ámbito educativo y alcanza las agendas política y social. La pregunta sobre cuál es el mejor horario para que los chicos vayan a la escuela atraviesa dimensiones biológicas, culturales y logísticas. En Argentina, en medio de un contexto en el que el país discute cambiar el huso horario oficial y ajustar la extensión de la jornada escolar, los especialistas aportan argumentos y datos clave para analizar la situación. El cronotipo, una pieza central en el debate Dormir menos de ocho horas reduce el rendimiento en materias como matemáticas y lengua (Imagen Ilustrativa Infobae) La noción de cronotipo se ubica en la base de las discusiones actuales. Consultada por Infobae, la bióloga e investigadora adjunta del Conicet en el Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella, Andrea Goldin, explicó: “El cronotipo es una característica personal que marca nuestras preferencias diurnas, nuestro tiempo interno. Es un continuo que va desde los que son muy mañaneros, que se levantan muy temprano a la mañana y tienen sueño muy temprano a la noche, hasta los que son más nocturnos, a quienes les cuesta levantarse temprano y naturalmente se duermen y despiertan más tarde”. Goldin estableció la dimensión biológica del problema: “El cronotipo es una característica personal, como el color de pelo. Vos podés teñirte, pero tu color sigue siendo el mismo. Si sos nocturno, vas a ser siempre nocturno, aunque tus hábitos puedan hacer que te levantes más temprano y te adaptes en cierta medida. Si tenés vacaciones largas y libertad, te vas a volver a dormir y levantar más tarde”. El reloj biológico interno de cada estudiante se ajusta en buena parte gracias a la exposición a la luz solar. “La forma de poner en hora ese reloj es principalmente con la luz solar. Ese es el mayor sincronizador que tenemos, el que mejor te pone en hora. Vos te exponés a luz solar a la mañana y eso hace que toda la maquinaria molecular del reloj biológico se prepare para días siguientes, te va a preparar antes para despertarte más temprano”, advirtió Goldin. Además, agregó que hábitos como la alimentación, las rutinas sociales y otros influyen, aunque sin la potencia de la luz natural. Cómo cambia el cronotipo a lo largo de la vida El reloj biológico de los adolescentes tiende a retrasarse durante la secundaria (Imagen Ilustrativa Infobae) Goldin resaltó que el cronotipo, si bien es en buena parte una característica individual, cambia de manera previsible durante la vida. “El cronotipo va cambiando a lo largo de nuestra vida. Te vas haciendo más nocturno a medida que creces, sobre todo durante la adolescencia. Hay lo que se llama un ‘pico de nocturnidad’ al final de la adolescencia. Es universal: si vos eras nocturno en la niñez, al llegar a la adolescencia lo vas a ser todavía más. Si eras matutino, tu momento más nocturno será al final de esta etapa”. Este fenómeno, según la especialista, se repite en distintas especies animales, pero “son los humanos los únicos en tener un sistema escolar rígido que impone un horario uniforme sin considerar estos cambios biológicos”. La consecuencia directa es que los adolescentes —mucho más nocturnos en esta etapa— deben enfrentar jornadas que comienzan antes de que su reloj interno los “habilite” naturalmente a estar atentos y activos. “La escuela secundaria, en particular, que es el momento de mayor nocturnidad de los chicos, empieza muy temprano en la mañana. Si el adolescente es más matutino, igual en quinto año va a ser más tardío. Si es nocturno, la exigencia de levantarse temprano resulta mucho más dura. Y esto sucede en todas las especies; la diferencia es que sólo los humanos tenemos la escuela”, subrayó Goldin. Sociedad noctámbula, sueño postergado América Latina comparte el desafío de coordinar horarios escolares con las rutinas familiares y laborales (Freepik) El entorno social y cultural incide aún más en la realidad local. “En regiones como la nuestra, en el Río de la Plata y en Argentina en general, somos muy nocturnos como sociedad. Nuestros adolescentes son todavía más nocturnos que en otras partes del mundo. Esto agrava la situación: duermen menos, porque su naturaleza y el entorno los empujan a dormirse tarde, pero la escuela arranca igual de temprano que en otras regiones”, afirmó Goldin. El resultado es que terminan “durmiendo menos y rindiendo peor”. La investigadora remarcó la existencia de un efecto adicional según la geografía nacional: “En lugares como Neuquén o Mendoza es peor que en Buenos Aires porque el sol sale aún más tarde. Pero tenemos el mismo huso horario y la escuela empieza a la misma hora en todo el país”. ¿Qué consecuencias tiene el horario escolar temprano? Los adolescentes más nocturnos que van al turno mañana tienen peores notas y más probabilidades de abandonar la escuela (Imagen Ilustrativa Infobae) Las consecuencias del desfase entre cronotipo y horario escolar son diversas. Goldin enumeró: “Ya sabemos que es fundamental un buen descanso, no solo para el rendimiento académico, sino para tener menos accidentes, estar de mejor humor, tener mejores relaciones sociales, enfermarse menos y tener un sistema inmunitario más fortalecido”. Los estudios internacionales avalan el impacto de retrasar el inicio escolar. Una investigación publicada en Frontiers in Human Neuroscience mostró que retrasar el inicio escolar a las 10 de la mañana disminuyó más del 50% la ausencia por enfermedad y mejoró en un 12% el rendimiento académico de adolescentes en una escuela de Inglaterra. Cuando el horario volvió a adelantarse, los beneficios se perdieron. El estudio concluye que “implementar horarios de inicio más tarde que las 8:30 aborda el retraso circadiano en el ritmo de los adolescentes y tiene pocos costos y muchos beneficios”. Goldin puntualizó los resultados de trabajos argentinos en línea con la evidencia internacional: “Con Juliana Leone y Guadalupe Rodríguez Ferrante, hicimos una serie de estudios sobre cómo impacta el cronotipo y el turno escolar en el rendimiento, la asistencia y la retención escolar. Encontramos que el principal problema ocurre hacia el final de la adolescencia, peor en cuarto y quinto año de secundaria que en primero y segundo. Es peor en el turno mañana que en el turno tarde. Los adolescentes más nocturnos que van al turno mañana tienen peores notas y más probabilidades de abandonar la escuela. Cuando van a turnos más tardíos, les va mejor”. La discusión se renueva ante propuestas de extender la jornada escolar, que implican adelantar la entrada a la mañana o demorar la salida durante la tarde (Imagen Ilustrativa Infobae) Las claves de la evidencia científica Distintos expertos suman matices a las recomendaciones. Diego Golombek, doctor en Biología e investigador superior del Conicet, advirtió que “el reloj biológico de los adolescentes está retrasado y un comienzo demasiado temprano los perjudica. La cantidad de horas mínimas de sueño recomendadas es de 8 por noche en adolescentes y más de 9 en niños”. Añadió que para lograrlo, “habría que acostarse más temprano que lo que se suele hacer en el país”. En la misma línea, la Academia Estadounidense de Pediatría y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades recomiendan que las secundarias no inicien antes de las 8:30. “Iniciar la escuela a las 7 o 7.30, como ocurre en muchos colegios de Argentina, disminuye el descanso real y los chicos llegan dormidos al aula, a veces incluso sin luz natural, lo cual es contraproducente”, agrega Golombek. Pediatras argentinos ponen el foco en los hábitos familiares. Fernando Burgos, de la Sociedad Argentina de Pediatría, enfatizó en una nota a Infobae: “Si los niños tienen una rutina de dormir de 8 a 10 horas, con una cena adecuada y sin pasar de las 21 horas para ir a dormir, aunque entren más temprano podrían rendir y prestar mejor atención”. Sin embargo, advierte que deben corregirse las rutinas antes de cambiar horarios. El debate sobre extender o retrasar la jornada en Argentina Diego Golombek, doctor en Biología e investigador superior del Conicet, advirtió un comienzo demasiado temprano del horario escolar (Freepik) La discusión se renueva ante propuestas de extender la jornada escolar, que implican adelantar la entrada a la mañana o demorar la salida durante la tarde, y también ante la iniciativa de modificar el huso horario nacional para alinearlo mejor con la luz solar. El proyecto impulsado por el diputado Julio Cobos plantea regresar al horario histórico de -04 GMT, una hora más retrasada que el actual, como parte de un intento por “corregir el desfasaje histórico” entre la hora oficial y el ciclo solar. El proyecto legislativo argumenta beneficios en el uso de la energía y en la mejor coordinación de actividades con el Mercosur. Sin embargo, uno de sus efectos inmediatos sería el ajuste de los horarios escolares y laborales en millones de hogares y estudiantes. ¿Qué alternativas existen? Posibles soluciones y experiencias recomendadas Hay tests de cronotipos disponibles en proyectos como Mi Reloj Interno, que pueden ayudar a conocer qué turno le conviene a cada chico” (Freepik) Ante la dificultad de modificar el horario de todas las escuelas, Goldin señaló: “Algo que a veces puede hacerse es que los más grandes entren más tarde y salgan más tarde. Eso ayudaría mucho. Lo ideal sería a las nueve o diez de la mañana, pero sería un choque fuerte con la organización social y el rol de guardería que también cumple la escuela”. Asimismo, propuso otras intervenciones para minimizar el impacto de los horarios tempranos, incluso si no se puede retrasar la entrada: “El directivo puede decidir qué aulas le tocan a cada año. Las que reciben más luz a la mañana, orientadas al este, pueden ser para los estudiantes de los últimos años, que necesitan más luz solar para estar más despiertos. También conviene darles educación física a primera hora, porque ayuda a activar el reloj. No debería ponerse las materias más complejas al inicio del día; hacerlo refuerza la inequidad entre quienes son más matutinos y quienes son más nocturnos”. Goldin remarcó la importancia de una mirada individualizada: “Depende de la edad y de la naturaleza del chico, y eso cada familia lo sabe. Hay tests de cronotipos disponibles en proyectos como Mi Reloj Interno, que pueden ayudar a conocer qué turno le conviene a cada chico”. Hacia dónde avanza la discusión: desafíos y oportunidades El futuro de la organización escolar argentina podría definirse más cerca de la biología y la salud que de la costumbre heredada (Eduardo Parra / Europa Press) La experiencia internacional muestra que retrasar el inicio escolar, siempre acompañado de campañas para educar sobre la importancia del sueño y fortalecer la “higiene del descanso”, eleva el rendimiento, disminuye el ausentismo, reduce accidentes y mejora la salud física y emocional de los adolescentes. En la Argentina, los desafíos logísticos y la necesidad de conciliar horarios de familias, docentes y actividades extraescolares dificultan una adopción inmediata de la evidencia. Sin embargo, el debate parlamentario sobre el huso horario y la revisión de la jornada escolar ofrecen una oportunidad para repensar el sistema. Para Goldin, la clave está en la evidencia: “Las escuelas deberían empezar más tarde en nuestra región, sobre todo en los últimos años del secundario. No es tan grave en los primeros, pero sí en los últimos. Modificar la entrada de toda la escuela es complejo, pero cambiar solo la de los cursos superiores ya ayudaría”. El futuro de la organización escolar argentina podría definirse más cerca de la biología y la salud que de la costumbre heredada. Científicos, médicos y pedagogos coinciden: iniciar la escuela más tarde es un camino probado para lograr estudiantes más descansados, atentos y capaces de aprender mejor.
Ver noticia original