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  • El incívico acelerante

    » Diario Cordoba

    Fecha: 21/08/2025 03:58

    Nos hicimos expertos en virus letales. Más tarde en erupciones volcánicas. Después en desbordamientos fluviales y ciclogénesis explosivas. Ahora, cual otra de las siete plagas de Egipto del Libro del Éxodo, estamos en pleno Máster en la Universidad de Verano de las RRSS sobre incendios. Todo el mundo parece tener muy clara la causa o quiénes son los causantes de este devastador fuego que tiene todo el occidente español envuelto en llamas. He podido leer que los pirómanos detenidos -van por una treintena- han actuado bajo claros intereses económicos personales, aunque algún que otro perfil se atreve a afirmar que esas manos ejecutoras están pagadas por grandes empresas que persiguen dejar expeditas todas las zonas arrasadas, bien para convertirlas en parques de fotovoltaicas o peor aún, que siendo Galicia y Extremadura zonas ricas en depósitos minerales estratégicos, destinarlas a satisfacer los posibles acuerdos alcanzados por nuestro Presidente del Gobierno con los magnates chinos del litio en su reunión del pasado mes de abril. Aunque en mi adolescencia el mancebo de la farmacia de mi barrio me apodara como «la pirómana» por haber provocado una humareda negra fortuita de non habemus Papam, al lanzar un cigarrillo por el respiradero del wáter para no ser pillada por mi padre in fraganti fumando, he de confesar que de incendios sé lo justo. Lo que sí me enseñaron en el colegio es que no sólo una cerilla o una chispa puede iniciar un fuego. Que habiendo material inflamable como hierbas secas, matorral o pasto, el trozo de cristal de una botella o una lata pueden actuar como una lupa y hacerlas arder. Pues, ¡oiga!, todos esos amantes de la naturaleza que suben a disfrutar de nuestra sierra, bien a pie, bien en bicicleta; que se declaran ecologistas y animalistas, acérrimos defensores de la biodiversidad de los campos cordobeses, son unos guarros con todas las letras necesarias para pronunciar susodicho calificativo. Y lo digo con conocimiento de causa y por haberlo vivido en primera persona, sin que nadie me lo cuente. El pasado domingo, desde el Castillo de la Albaida hasta la gasolinera del cruce de Trassierra, pude contar más de cincuenta latas de toda clase de cervezas y refrescos tiradas en la cuneta del margen derecho. En mitad del recuento, observé a una señora encendiendo un cigarro mientras echaba la basura a un contenedor. ¡Estamos vivos de milagro! Esas latas abandonadas en las cunetas, a más de 40 grados de temperatura, lanzando un destello continuo hacia un brote de hierba seco, son el comienzo de una tragedia como las que estamos viviendo y puede ser que nunca se encuentre al incendiario culpable, psicópata o pagado, porque el pirómano haya sido usted.

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