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Parana » Informe Digital
Fecha: 20/08/2025 20:45
Con entusiasmo y una mirada hacia el futuro, una nueva generación de productores rurales está transformando el mapa agropecuario argentino. Pistachos, trufas y nuez pecán son algunos de los cultivos que avanzan en diferentes provincias, guiados por emprendedores que combinan innovación, paciencia y un profundo respeto por la tierra. En la 10ª edición de Negocios del Campo, el evento organizado por LA NACION, tres de ellos—Mateo Comba, Milagros de Souza Lage y Pablo Barone—compartieron sus experiencias y desafíos al frente de proyectos que buscan diversificar la producción y conquistar mercados internacionales. Los tres productores coinciden en que ser considerados “promesas del campo” no es una carga, sino un orgullo. “Es un camino hacia la realidad”, enfatizan. Su apuesta por diversificar la matriz agropecuaria argentina, incorporar innovación y abrir mercados internacionales demuestra que el futuro del campo no está limitado a los cultivos tradicionales. El desafío del pistacho Mateo Comba, ingeniero agrónomo de 32 años y fundador de la empresa “Che Mate”, decidió diversificar la producción en 2008, a pesar de que su familia se había dedicado tradicionalmente a cereales y oleaginosas. Su apuesta por el pistacho, la vid y el olivo tiene lugar en San Juan. Mateo Comba, productor de pistachoFabián Malavolta Comenzaron inicialmente con el olivo. “Fue a más de mil kilómetros de nuestras casas, lo cual en ese momento era impensable. Ahora tenemos uva para pasas y pistacho”, recuerda. El pistacho, afirma, es un cultivo “innovador, atractivo y desafiante”, tanto por el proceso productivo como por las oportunidades de exportación. A nivel global, Argentina está muy por detrás de potencias como Irán y Estados Unidos, pero la superficie cultivada local está creciendo rápidamente. “El país cuenta con 6,500 hectáreas, un número bajo frente a las 450,000 de estas potencias, pero en el último año ha crecido de manera exponencial”, subraya. Negocios del campo: las promesas del campo que generan entusiasmo.mp4 Respecto a la paciencia que demanda el negocio, Comba explica: “Desde que plantas hasta la primera cosecha pueden pasar entre seis y ocho años. La ansiedad no puede ser un obstáculo, permite esperar”. Simultáneamente, desarrolla el proyecto “Che Mate”, que busca certificar la empresa como B y trabaja en trazabilidad y genética propia. “Estamos en proceso de certificar Che Mate como empresa B. Vemos en esto un distintivo para marcar la diferencia y abrir las puertas del mundo”, añade. La apuesta por las trufas Desde Chillar, a 50 km de la ciudad de Azul, en la provincia de Buenos Aires, Milagros de Souza Lage lidera, junto a su esposo, el veterinario Aniceto Villalón, la firma Rincón de Chillar. Este establecimiento de más de 8,000 hectáreas combina agricultura, ganadería y tambo. En 2019, incorporaron una unidad de negocio única: las trufas, a través del emprendimiento denominado “Trufas la Esperanza”. Milagros de Souza Lage, productora de trufasFabián Malavolta “El campo ya contaba con truferas gracias a la pasión del dueño original, que era francés. Al enterarse de la cosecha en Chile, quiso traer este cultivo a Argentina. Nosotros continuamos ese legado”, narra De Souza Lage. Las trufas requieren suelos ligeros y un pH alto, además de una combinación de técnicas ancestrales y modernas. La primera producción llegó en 2014, con la ayuda de una perra entrenada. “Se trabaja con perros porque el cerdo se come la trufa. Es un universo fascinante que incluye el adiestramiento, la gastronomía y hasta la visita turística”, señala. El emprendimiento no solo abastece al mercado gastronómico local, sino que también integra un ecosistema global. “Francia y Argentina somos aliados porque estamos en temporadas contrarias. Ellos cosechan en invierno, nosotros en invierno austral. Nos necesitamos mutuamente”, explica. Sobre el alto valor del producto, lo define con una metáfora contundente: “La trufa es el diamante negro. ¿Cuánto cuesta un diamante? Pues es lo mismo”. El crecimiento de la nuez pecán En Entre Ríos, Pablo Barone impulsa la producción de nuez pecán y forestal en Concordia. Ex subsecretario de Comercio Internacional y coordinador ejecutivo de proyectos financiados por organismos multilaterales de crédito, actualmente se desempeña como vicepresidente ejecutivo de la Cámara Argentina de Productores de Pecán (Capecán). Pablo Barone, vicepresidente de la Cámara Argentina de Productores de PecánFabián Malavolta “El pecán comenzó a difundirse comercialmente en la década del 90. Hoy somos exportadores y parte de la lista corta de países proveedores del mundo, junto a Estados Unidos, México y Sudáfrica”, explica. En 2024, Argentina exportó 1,700 toneladas de pecán y, con 12,000 hectáreas plantadas, proyecta alcanzar las 10,000 toneladas anuales en menos de una década. China se presenta como un mercado estratégico. “Conseguimos la habilitación sanitaria para poder ingresar, tras un trabajo conjunto entre productores, el Senasa y la embajada argentina. Actualmente, todos los frutos secos argentinos pueden acceder a ese mercado”, celebra. La Cámara, que nuclea a 200 productores en 12 provincias, trabaja en asistencia técnica, capacitaciones y certificaciones de trazabilidad. “Los mercados exigen trazabilidad y ciertas certificaciones que aseguren inocuidad. Esto garantiza que el consumidor pueda identificar la procedencia de cada nuez”, detalla. El pecán también requiere paciencia y capital, ya que los árboles comienzan a producir a los cinco años y alcanzan su máximo rendimiento recién a los quince. “Ser proveedor es mucho más que simplemente producir”, resume Barone.
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