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» Diario Cordoba
Fecha: 19/08/2025 02:15
Se sucedían los estallidos de espuma con una cadencia obediente como una trampa. El mar no mentía, el peligro era manifiesto, de ahí su belleza hipnótica y fatalista. Un pescador canoso con gorra roja, a pesar del estrépito, permanecía impasible sobre las rocas, y los veraneantes, combinando gafas de sol y pelos alborotados, nos apiñábamos junto al faro para exprimir la tarde naranja que buscamos cada año. El viento húmedo serpenteaba entre las mesas, pero bastaba abrocharse un botón de la chaqueta para reafirmarnos en nuestra suerte. Las etiquetas de Estrella Galicia se deslizaban, empapadas, sobre los botellines de cerveza. Brindamos antes de deshacer las maletas. Este verano todavía nos sobra espacio. Nuestra ventana es un cuadro. En la franja inferior, un brochazo de helechos y pinos; encima, después de kilómetros de mar rizada, las islas Cíes; en la mitad superior, el cielo. Todo el conjunto queda dividido por el horizonte, gris e incierto, y a la derecha pueden verse las rocas pulidas por el oleaje. Cada mañana, durante seis días, me detendré frente a las vistas, obstinado en no dejar de ser consciente de lo obvio. No voy a jugar a detener el tiempo trazando comparaciones inútiles (¡aún nos queda un puente largo!). Los días serán sencillos y grandiosos. Lo más complicado será tomar decisiones, porque todo nos parecerá bien, incluso no hacer nada. Pasearemos por la mañana o por la tarde. Quizá lea después de darme una ducha, aunque puede que el cuerpo me pida un chapuzón en la playa o visitar algún pueblo cercano. Las raciones aquí no necesitan adornos: navajas, pulpo, pimientos, zamburiñas. ¿Dormiremos la siesta o se alargarán las sobremesas? Al final del día, volveremos a brindar por inercia, y nos iremos a dormir empujados por un cansancio liviano. «¿Era hoy eso de las perseidas? Aquello no es un avión, pero tampoco es fugaz». A veces se apuran tanto los días que parece tarde cuando todavía es temprano. La consigna se mantiene: no dar nada por hecho pero estar dispuesto a todo. Nos lanzamos al verano a la defensiva, previniendo la frustración. Luego, tal y como les corresponde a seres predecibles y enternecedores, cometeremos los errores habituales. También nos sobrevendrá, puntualmente, la certeza de nuestra dicha, ante la que nos pondremos metafísicos y cursis. Creo que nunca iré a Tailandia. Intuyo una inclinación hacia el mismo mar de siempre, hacia su persistencia erosiva, que va moldeando con discreción el patrón que repetimos cada año. Ya vendrá el final, de sobra conocido, a pillarnos por sorpresa. *Escritor
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