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  • Recuperar la infancia: el deseo de los chicos que esperan por una familia en el Día del Niño

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 17/08/2025 04:31

    Los chicos llegan al Hogar El Alba con sus infancias en pausa: allí vuelven a ser tratados como niños, mientras esperan por una familia. Restituir la infancia de chicos que la vieron interrumpida por diversas vulneraciones de sus derechos es, desde hace 100 años, la tarea del Hogar El Alba, ubicado en Longchamps, en la zona sur del conurbano bonaerense. Violencia, adicciones, abuso, maltrato, explotación laboral, deserción escolar se repiten –y se combinan– en las historias de los niños y niñas que llegan allí lastimados por los adultos que debieron haberlos cuidado. Privados durante mucho tiempo de su niñez, este domingo ellos también celebran su día. Están, por fin, en un lugar donde son tratados como niños. Están, también, en espera: de que sus familias se recompongan para poder volver a recibirlos en casa; de que aparezca, si no, una familia dispuesta a adoptarlos. Algunos de ellos conversaron con Infobae sobre el Día del Niño, sobre la vida cotidiana entre el hogar y la escuela, sobre sus sueños para el futuro. Hablaron de los adultos, con una mezcla de dolor y compasión. Hablaron, pese a todo, como niños. Sus nombres fueron cambiados para preservar sus identidades. Ese fue, para algunos, el primer derecho vulnerado: hay quienes llegaron al hogar sin un DNI, sin vacunas, sin saber leer. En El Alba hoy viven 38 chicos de 3 a 18 años que fueron derivados allí por la Justicia, hasta que se resuelva su situación legal. Desde el hogar piensan su intervención como transitoria, y a la vez como una imprescindible restitución de los derechos vulnerados. El lugar es amplio: 48 hectáreas con árboles, plaza de juegos, gimnasio, quincho, zona de picnic, biblioteca… No faltan los chicos que, al llegar, se sorprenden cuando les explican que ahí no tienen que trabajar: solo ir a la escuela, jugar y divertirse. Por eso, aunque es un lugar de paso, alguno dice que preferiría quedarse allí. Hoy viven en el hogar 38 chicos que fueron derivados por la Justicia por vulneración de sus derechos. La idea es que pasen el menor tiempo posible allí. Pero para algunos, los años pasan mientras esperan que alguien los elija. “Para muchos de ellos, el hogar es el primer lugar seguro que tienen. La idea es que sea un espacio transitorio. Acá se les restituyen los derechos básicos: a la identidad, la educación, la salud. Pero ellos también tienen derecho a tener una familia. Aunque la pasan bien acá, ellos necesitan a alguien a quien llamar mamá y papá, alguien que los ayude a reescribir su historia”, explica Milagros Malara, psicopedagoga de El Alba. El hogar fue fundado en 1925 por William Case Morris y se sostiene con aportes y donaciones de particulares, empresas e iglesias. La ayuda siempre es bienvenida –sobre todo si es sostenida en el tiempo– y puede ofrecerse a través de las redes del hogar (@hogarelalba en Instagram; o por mail a hogarelalba1925@gmail.com). La rutina diaria empieza temprano con el desayuno. Luego cruzan la tranquera y se van caminando juntos al colegio, por el camino de eucaliptos, hasta una escuela pública cercana. A la tarde tienen deportes dos veces por semana, yoga y otras actividades recreativas. Los chicos que conversaron con Infobae valoran el aprendizaje y la relación con sus docentes y compañeros. Para Mariana, de 10 años, lo mejor es inglés y hockey; lengua no le gusta. A Joaquín, de 9 años, le encanta la matemática, el boxeo y hacer adivinanzas. Lee con fluidez en imprenta minúscula: aprendió hace poquito en el hogar, donde tienen un proyecto de lectura y escritura para alfabetizar a los chicos y adolescentes que llegan sin haber aprendido. Mariana resalta que, para ella, saber leer y escribir es un motivo de felicidad: “Hay chicos que no saben y eso los pone tristes”. Paula, de 15 años, llegó al hogar hace cinco meses. Sus materias preferidas son Educación Física y Ciudadanía; solo lamenta que no haya más recreos a lo largo de la jornada. “Los profesores son buena onda, todos me caen bien”, asegura. En la conversación los chicos comentan que, en algunos casos, se sienten juzgados: algunos los miran como “los chicos del hogar”. Ellos piden ser mirados sin prejuicios. Juana cumplió 12 años en junio, este año empezó la secundaria. “Lo que más me gusta de la escuela es aprender. Me interesa Matemática, aunque me va mal. Me gustaría aprenderla bien, siento que es una de las más importantes”, explica. “Lo que menos me gusta es cuando tenemos evaluaciones y no llegué a estudiar. O cuando justo me preguntan algo que no sé. En la secundaria no te dan tantas oportunidades como en la primaria, son más estrictos”, describe. Ella está convencida de que la educación es el camino para forjarse un horizonte distinto: “Estudiar me parece importante para tener un futuro en la vida. Lo mejor es estudiar ahora para poder después trabajar de lo que querés y no tener que estar haciendo cosas que no te gustan”. El Hogar El Alba, ubicado en Longchamps, cumplió 100 años brindando contención y protección a niños y adolescentes con derechos vulnerados. Todos se reconocen como amigueros. “Con mis amigos nos hacemos chistes y bromas”, cuenta Joaquín. “Nos gusta pasar el tiempo juntas y hablar de nuestros problemas –dice Juana sobre sus amigas de la escuela–. Cuando estás con personas de tu edad, ven la vida de una forma parecida, sienten lo mismo que vos”. El hogar prioriza la llegada de grupos de hermanos. “Tratamos de que se sostenga el vínculo fraterno, porque ya vienen con vulneraciones extremas de derechos y están separados de la familia. Cuando un niño llega acá, es porque antes se agotaron todos los recursos. Siempre se trata de encontrar una opción dentro de la familia. Pero cuando ya no hay alternativa, se busca una institución de cuidado”, explica Karina Cittadino, directora de El Alba. Allí los chicos no solo recobran su infancia, sino también su derecho a proyectarse e imaginar, hacia adelante, una vida diferente de la que les tocó. Juana cuenta que, cuando crezca, a ella le gustaría estudiar Derecho para ser abogada de familia. “Es algo que conozco bien porque estoy pasando por eso. Me encanta su trabajo porque tratan de ayudar a los niños que por ahí no tuvieron una buena relación con sus papás. Los ayudan a volver con su familia o a encontrar una familia que los quiera. Eso es lo que yo quiero hacer”, asegura. El hogar se sostiene con aportes y donaciones de particulares, empresas e iglesias. Joaquín quiere ser profesor de boxeo y practica rugby. Mariana, de largo pelo lacio y mirada pícara, se imagina como peluquera. Paula está entre dos alternativas: “Veterinaria de animales marinos. Me atraen mucho, aunque nunca vi uno en vivo. Y si no, jueza. Porque ellos deciden el bien para los demás”. Al pensar el futuro, aparece el tema de la familia. En la voz de Paula la firmeza deja traslucir el dolor: “No me gustaría tener hijos. Sí me gustaría adoptar, porque siempre hay chicos que esperan una familia”. Ella conoce esa espera. Las estadísticas son tajantes: a nivel nacional, en total, hay 2219 familias disponibles para adoptar anotadas en la Dirección Nacional de Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DNRUA), que depende del Ministerio de Justicia de la Nación. De esa cifra, solo 1230 están disponibles actualmente para iniciar el proceso de vinculación, según datos de agosto de 2025 (hace un año eran 1586). Y apenas una (el 0,08% del total) estaría dispuesta a adoptar a un adolescente de 15 años. Los más pequeños tienen más posibilidades: 8 de cada 10 familias (83%) informaron disponibilidad para adoptar niños de hasta 3 años. Los que tienen hermanos se ven en desventaja: el 71,5% de las familias disponibles hoy solo quieren un niño, el 27,5% está dispuesta a adoptar dos y el restante 1% (13 familias) podría adoptar tres. En sintonía con la caída de la natalidad, la cantidad de familias registradas para adoptar se redujo más del 50% en los últimos años: en 2018 había 4.580 solicitantes para adoptar en la Argentina. Algunas organizaciones reconocen que los plazos se han acelerado. En 2024 se definieron 536 adopciones y 412 guardias preadoptivas en todo el país: fueron un 37% más que en 2023. A nivel nacional no hay datos oficiales actualizados sobre cuántos chicos esperan por una familia: el último relevamiento, de 2020, sumó 2.200 niños y adolescentes. La mayoría de los chicos del hogar El Alba son mayores de 8 años y tienen hermanos: las estadísticas de adopción les son esquivas. “¿Ya apareció alguien para mí?”, le preguntan con frecuencia a Karina, que trabaja allí desde 1993. Lo cierto es que todos –los más chiquitos y los más grandes– anhelan una familia. Joaquín se está revinculando con la suya; dice que los encuentros con ellos son momentos felices. Pese a las heridas y las decepciones, los chicos aún esperan respuestas del mundo adulto: quieren ser hijos. “A los adultos les diría que tengan paciencia. Que, a pesar de las diferencias, quieran igual a los chicos. Que no vean solo lo malo”, pide Juana poniéndose seria. Como sus pares, los chicos esperan ansiosos el Día del Niño. En la charla se animan a expresar sus deseos para los niños de Argentina; en sus palabras parecen resonar los ecos de sus historias. “Que todos tengan para comer”, dice Joaquín. “Que todos reciban regalos. Que tengan una ducha para bañarse”, agrega. “Que tengan una casa y una manta para taparse a la noche”, desea Mariana. “Mi deseo para los chicos es que todos puedan tener un regalo y un plato de comida. Que tengan un lugar cálido para no pasar frío ni hambre. Que no estén en la calle”, expresa Paula. Juana recuerda a los chicos que viven en la calle y a los que sufren maltrato familiar. Y pide: “Mi deseo es que todos los niños sean felices. Más que nada, que puedan tener a su familia presente; que los contengan y que los cuiden”. Para sí mismos, el deseo es claro. De distintas maneras, todos expresan en algún momento de la conversación: “Quiero tener una familia”. La mayoría de los chicos de El Alba son mayores de 8 años y tienen hermanos; las estadísticas les son esquivas. Debería ser un lugar de paso; algunos llevan años allí. Para terminar de recuperar su infancia, les falta eso con lo que sueñan a diario: encontrarse con adultos que los elijan.

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