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  • Viaje en carreta de Buenos Aires a Salta

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 16/08/2025 19:42

    Ataques de indios, perros cimarrones y pantanos anchos como mares, disparadas de caballos cimarrones que piafaban llamando a los mansos: todo eso vieron y sufrieron los hombres de tropa. Sarmiento ha descripto con la fuerza de su prosa, llena de vigor la estampa imponente del capataz de carretas. Algunos dueños de tropas, como Pedro Sosa, merecen muy particularmente reconocimiento de la Patria. Es sabido que Pedro Sosa que transportó en solo 45 días—de ida y vuelta— arreos para el ejército de San Martín, entre Buenos Aires y Mendoza, no cobró nada por el servicio, que hizo en tiempo excepcionalmente breve para entonces y ganó para siempre el agradecimiento y la amistad del Libertador. Las carretas mendocinas atendiendo a la facilidad de los caminos eran despejadas, apenas bordeadas de vegetación achaparrada y espinosa, eran más anchas que las norteñas y permitían una carga mayor. Hasta 28 arrobas, como límite máximo habitual, cargaban las carretas cuyanas. Las del norte, en especial las tucumanas, más angostas en vista de la poblada vegetación que invadía en parte los primitivos caminos, eran en consecuancia, de menor capacidad de carga. En el libro “Tradiciones Históricas” de Bernardo Frías, este puntualiza así, con coloridos detalles, las características del tráfico de carretas entre Buenos Aires y Salta: “Los efectos europeos eran cargados en largas carretas en Buenos Aires por los comerciantes provincianos que habían tomado por su cuenta también, al lado de la mula, el transporte e introducción de tales cosas al Perú. Las carretas eran como las de los antiguos francos y godos, servidas por dos altas y chillonas ruedas, sostenidas por un eje de madera sin elasticos. Un toldo impermeable cubría la mercadería cargada y una yunta o dos de bueyes la arrastraban lentamente por aquel camino infinito hasta Salta. Punto hasta el cual se contaban quinientas leguas o sean 2.500 kilometros. A paso de buey, aquellos cargamentos empleaban seis meses para llegar; seis meses en los que experimentaban todos los accidentes de la naturaleza y de los hombres: lluvia, viento, polvo, pantanos, fríos y calores, porque el cambio de estaciones los sorprendía de camino. Y como si tanta penuria no fuera bastante para contraer el mérito con que se presentaba en el mostrador la tela salvada o el mueble precioso arribado después de una tan infernal travesía, los bandisdos y los salvajes de la pampa colindante con las fronteras de Santa Fe y Cordoba salían en son de guerra y acometían la tropa a bala, lazo y puñal tratando de apoderarse de lo ajeno” Por esos tan gravísimos peligros, las tropas de carretas, que era tal el nombre con que estas expediciones mercantiles eran conocidas, tomaron sus muy justas precauciones. Las carretas eran de fabricación tucumana, que esta ciudad había tomado como rama importante de su actividad, la industria carretera; pero los conductores y los numerosos dependientes que servían en este quehacer eran santiagueños. Hombres intrépidos y arrojados, dignos de ser sometidos a toda prueba, asemejandose a aquellos intrépidos y valerosos españoles que lidiaron a brazo partido con el salvaje y con la miseria y además con los dolores sin cuento de los heroicos dias de la conquista. Porque también ellos tenían que haberselas con todas estas cosas. Un carrero era un hombre de riña; lo que en otro lugar pudiera llamarse un foragido y un desalmado. Y así era menester, sin embargo que lo fuera, porque la naturaleza de su trabajo y las implicancias de aquella, su vida extraordinaria se lo exigían. Un carrero era hombre de pocas pulgas; y a extremo tal que por cualquier motivo, alzaba su voz. Fruncía el seño, la cólera le aparecía en los ojos y en el rostro dibujada; y ahí nomas, arrancando de la cintura el enorme cuchillo que lo acompañaba con tanta fidelidad como sus bigotes, se entreveraba en la pelea donde generalmente tomaba participación más de uno de sus compañeros: y otras tantas de la parcialidad de su adversario; brillando las temibles hojas al sol, si era la pelea de día, por la luz de la luna o por las estrellas, si era de noche dandose tajos, marcando el rostro; que era la hazaña que anhelaban con ellos o hundiendo el arma feroz en el vientre o en el pecho, tiñendo de sangre las ropas y las carnes. Un carrero era también no solo un hombre temible, sino famoso por su lenguaje, lenguaje rudo y destemplado que cuando quería echarle en cara a alguno su incivilidad y aspereza de su expresión, solía decirse “Habla como un carrero” o también de otro modo “Tiene el lenguaje de un carrero”. Su oficio era conducir desde Buenos Aires hasta Salta, las tropas de carretas cargadas con los efectos de comercio. Partían con un cargamento desde la plaza de las carretas llamada hoy Plaza Constitución, en Buenos Aires, tiradas por 6 y hasta 8 yuntas de bueyes. Las carretas eran largas y entoldadas haciendo una techumbre abovedada, y descansaban sobre grandes y altas ruedas que giraban sobre un eje de madera que debía engrasarse para evitar su desgaste y que fueran más silenciosas. Como la carreta solo tenía dos ruedas,tanto en la parte delantera como en la trasera, pendía un tronco que servía de soporte cuando se le retiraban los bueyes, el peso de la carga tendía a caer hacia atrás, que era donde iban las cosas más pesadas o hacia adelante, según como estuviera estibada la carga y ese tronco sostenía la carreta derecha. Dos elementos que pendían también en la parte trasera de la carreta era la olla de tres patas para hacer el “guiso carrero” y del otro lado, la caldera para el mate. Ads LOS PRODUCTOS ULTRAMARINOS ¿Qué se transportaba? Lo que hoy llamamos “productos importados” en ese tiempo se les llamaba “ultramarinos” o sea, llegados del otro lado del mar. En nuestra América española se les llamaba “efectos de Castilla.” Entre tales efectos se contaban los vinos españoles, el aceite, las sardinas y todo aquello que aquí no se producía. La expresión “Castilla” se refería a todo lo español. Esas mismas carretas regresaban con “frutos del pais” como la lana, cueros, los “tercios” de yerba mate, las aceitunas con picante. Ads

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