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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 16/08/2025 05:09
Lindy y Azaria Chamberlain en Uluru Corría el mes de agosto cuando el matrimonio australiano Lindy (32) y Michael (36) Chamberlain decidieron tomarse unos días de vacaciones. Disfrutaban mucho de la vida al aire libre y pensaron que acampar con sus tres hijos (Aidan,7; Reagan, 4; y Azaria, de solo 9 semanas de vida) en un camping familiar ubicado en Uluru, cerca de Ayers Rock, un lugar sagrado para los aborígenes locales, era una excelente idea. Salieron del pueblo minero Mount Isa, en el que vivían al norte de Queensland, en su auto Holden Torana amarillo. Debían viajar unos 1282 kilómetros hasta el parque nacional ubicado en el centro de Australia. El miércoles 13 de agosto de 1980 cargaron las carpas y todo lo necesario para sus vacaciones y partieron felices. De haber sabido que abrir la puerta de su casa esa mañana sería abrir la puerta del infierno más temido, jamás habrían traspasado el umbral. Pero la realidad siempre es contrafáctica y volver los segundos atrás solo se puede hacer en las películas. Una vista aérea de Uluru, uno de los íconos naturales más famosos de Australia, donde la familia Chamberlain decidió acampar, en 1980, para disfrutar de unos días de descanso al aire libre La religiosa familia Chamberlain Michael Chamberlain, de origen neozelandés, había llegado a Australia en 1964, con solo 20 años. Se convirtió en pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y fue precisamente en el templo donde conoció a Alice “Lindy” Lynne Murchison, quien también había nacido en Nueva Zelanda, el 4 de marzo de 1948. Ella era hija de otro pastor de la iglesia y había llegado a Australia con su propia familia siendo pequeña. Se enamoraron y todo terminó en casamiento el 18 de noviembre de 1969. Los primeros cinco años de su vida en pareja los pasaron en la isla australiana de Tasmania. Mientras su marido trabajaba como pastor religioso, Lindy estudiaba confección, sastrería y dibujo. Cuatro años después del casamiento nació Aidan. Luego se mudaron a Bowen, en Queensland, donde en 1976 llegó Reagan, el segundo hijo. Y, finalmente, se instalaron en Mount Isa. En junio de 1980, Lindy dio a luz a Azaria. La primera hija mujer. Eran felices con su familia simple, religiosa y sin grandes ambiciones económicas. En Mount Isa ambos trabajaban. Lindy, además de estar comprometida con las labores religiosas de su marido, confeccionaba vestidos de novia por encargo. Nunca podrían haber imaginado por ese entonces, con sus vidas anónimas y tranquilas, que sus nombres estarían por años impresos en la prensa internacional, que su historia inundaría documentales y que llegaría a la pantalla grande de Hollywood con la película postulada al Oscar Un grito en la oscuridad, con Meryl Streep interpretando a Lindy. Porque su tragedia personal se convirtió en éxito de taquilla y significó dinero para muchos durante décadas. Mientras ellos quedaron sumidos en la desesperación y el desastre. El dolor de unos, la inspiración de otros y la curiosidad del resto. Como siempre ocurre cuando una historia tiene los condimentos no deseados del horror, la muerte, la intriga, la confusión y los temibles prejuicios. El póster de Un grito en la oscuridad, el film que narra la tragedia de los Chamberlain Una beba de cinco kilos Luego de tres días de viaje, los Chamberlain llegaron a destino dentro del Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta. Fue el sábado 16 de agosto de 1980, por la tarde. Los adultos bajaron los petates, armaron las carpas y se dispusieron a disfrutar de la naturaleza. A la mañana siguiente, domingo 17, visitaron el monolito de Uluru, llamado la Roca Sagrada, y estuvieron en La cueva de la Fertilidad. Mientras Michael y los dos varones trepaban y se divertían, Lindy llevaba siempre a Azaria con ella. Se sacaron fotos. En una se ve a Lindy sosteniendo a Azaria por los brazos y con sus pequeños pies apoyados sobre esa tierra colorada y remota. Fue en ese recorrido que Lindy observó a un dingo, típico perro salvaje australiano. Son animales que abundan en la zona. Lo espantó con firmeza para que no se acercara a ellos. La temperatura del día era amable y rozaba los 20 grados, pero cuando caía el sol subía el frío. A las cinco de la tarde se sentaron cerca del calor de una barbacoa para cocinar y conversar con otros turistas del campamento. Lindy tenía sobre su falda a la pequeña Azaria, la beba regordeta y rubia ya pesaba unos 5 kilos. Estando allí, cerca del fuego, Lindy observó a otro dingo y pensó que el animal se había acercado por el olor a carne asada. Michael le tiró un trozo de pan, pero el dingo no le prestó atención y lo dejó tirado. Luego de comer, a eso de las ocho, Lindy decidió que ya era hora de llevar a Azaria y a Reagan a la carpa para que descansaran. Estaba armada a unos veinte metros de donde estaban sentados conversando. Los acostó, los tapó y cuando estuvieron dormidos fue con Aidan hasta el auto a buscar una lata de porotos. Volvió al área de la fogata con Aidan un poco después. Unos minutos más tarde todos se sobresaltaron con un llanto. Provenía de las carpas de los Chamberlain. Lindy se paró alarmada y fue corriendo a ver qué pasaba. La puerta de la tienda estaba abierta y vio salir, en la oscuridad, a un dingo con Azaria colgando de sus mandíbulas. Empezó a chillar desesperada y corrió hacia Michael repitiendo enloquecida: “Mi dios, mi dios… ¡¡¡Un dingo se llevó a mi hija!!!”. Esa misma noche tres centenares de personas, entre turistas, voluntarios y guardaparques, comenzaron la búsqueda infructuosa de Azaria hasta la tres de la mañana. Luego, llegó la policía y rastrilló el área. La madre explicaría, una y otra vez a lo largo de su vida, que ese dingo la había visto y le había gruñido sacudiendo su cabeza con Azaria entre los dientes. Describió con precisión lo que su hija llevaba puesto: un enterito de pijama y un saquito tejido de color blanco. Las únicas pruebas iniciales que se hallaron fueron unas pocas huellas de un dingo cerca de la tienda de los Chamberlain. Una semana después, un turista encontró cerca del campamento el enterito de Azaria. Estaba enredado en un matorral, desgarrado y tenía restos de sangre a la altura del cuello. La primera investigación corroboró la versión de los padres: el dingo se había llevado a la hija menor de los Chamberlain. Sin embargo, no sería tan fácil la resolución del horrendo acontecimiento. Unas trescientas personas, entre turistas, voluntarios y guardaparques, buscaron a Azaria luego de su desaparición. (Captura de video) La impotencia de que nadie crea lo que sucedió El caso causó revuelo en todo el país y cruzó fronteras. Tenía ribetes cinematográficos. Una beba, un perro salvaje, una familia joven destrozada. Pero las dudas no demoraron en instalarse. Los expertos empezaron a decir que no había en Australia ningún caso registrado de un ataque de un dingo a un ser humano. Sostenían que si bien estos perros eran salvajes y carnívoros, se solían alimentar de canguros, zarigüeyas o wombats, no de personas. Les parecía imposible que un dingo se hubiese introducido en una carpa para robar a una bebé de cinco kilos y llevársela con el fin de devorarla. Ciencia ficción, repetían por lo bajo. Por otro lado, las autoridades temían ahuyentar al turismo de los parques nacionales con la increíble historia de los dingos que se comían niños. No querían ese cuco. El relato de Lindy había empezado a enfrentarse con la piedra de la incredulidad de los científicos y de la cruel opinión pública. Después de todo, murmuraban, Lindy era la última en haber visto a Azaria con vida. ¿Podría ser ella la responsable de algo siniestro? Comenzaron las interpretaciones de la imagen de esa madre. Lindy se veía con el pelo bien peinado, demasiado cuidada para tanta pena, sin llantos desgarrados. La percibían fría y seria. Todos opinaban: la prensa, los ciudadanos, los policías. Lindy empezó a mutar de víctima a victimaria. Era cuestionada: ¿cómo era posible que una madre llevara a ese sitio a una beba de nueve semanas? Comenzaron a circular teorías disparatadas. Sostenían que era extraño que Lindy hubiera vestido algunas veces —en esos días— a la bebé con una campera negra; debatían cómo podía ser que ella, que había supuestamente realizado una tesis de grado sobre los dingos, hubiese dejado mal cerrada la puerta de la carpa; discutían sobre el hecho de que ellos fueran parte de los Adventistas del Séptimo Día, que pronosticaran el fin de los tiempos. Sus creencias, en esa época, eran consideradas como “sectarias”. Hubo bastante más. Algunos empezaron a preguntarse si esa mujer gélida no habría sacrificado a su hija en algún ritual desconocido porque ¿cómo podría un dingo transportar en su boca a una bebé de cinco kilos? Además, ¿por qué no había aparecido el saquito blanco que llevaba puesto sobre el enterito que habían hallado rasgado? ¡Un dingo no le podía haber quitado el abrigo para comerla mejor! Presionada y sin respuestas, la policía viró su lupa y la enfocó en Lindy. Ella podría haberla asesinado y enterrado en algún lugar. ¿En qué se apoyaron para esta acusación? En unas gotas de sangre microscópicas halladas en el auto familiar: más precisamente en la alfombra delantera, en una manija del coche y en un asiento. La hipótesis que cobró fuerza fue que Lindy la había degollado en el auto de la familia para luego deshacerse del cuerpo y volver a la zona de la barbacoa. A estas alturas todos en su país odiaban a Lindy y la colocaban en la hoguera de las brujas. Había, por supuesto, unos pocos que defendían a la familia y decían que era ridículo, que ellos habían sido siempre una familia feliz y que Azaria había sido una beba deseada. Los Chamberlain vivían dentro de una pesadilla: habían perdido a su hija y, ahora, eran sospechosos de un malvado asesinato. El combustible sobre ellos estaba echado. Los prendieron fuego sin contemplaciones. La primera investigación policial coincidió con la versión dada por la familia acerca del dingo pero luego, ante la falta de pruebas, la opinión pública comenzó a sospechar de Lindy y a acusarla de haber asesinado a su hija. (Captura de video) Señalada por todos Las pequeñas gotas de sangre en el auto amarillo fueron consideradas suficiente prueba para que los Chamberlain fueran acusados de asesinato. Lindy era la principal sospechosa. Michael, su cómplice. El juicio comenzó en septiembre de 1982 en la Corte Suprema de Darwin y fue presidido por el juez James Muirhead. Los testigos fueron declarando. Un experto aseguró que el desgarro del pijama no parecía hecho por colmillos y que no había saliva de animal; otros testificaron que la sangre del auto era la de un recién nacido. La fiscalía llevó al profesor James Cameron, forense de renombre del Hospital de la Facultad de Medicina de Londres, quien elucubró, luego de ver las pruebas que le presentaron, que la bebé había sido asesinada dentro del auto y con unas tijeras. Todo era tan impactante que la defensa fue poco escuchada aunque llevaron a un zoólogo que aseguró que un dingo adulto podría sujetar del cráneo a un bebé, sacudirlo y desnucarlo. Otro perito, un hematólogo, puso en duda las técnicas que había usado la fiscalía sobre la sangre hallada e incluso aventuró que eran restos de pintura. Los peritos psicológicos encontraron que Lindy era una persona sana, cero irritable y que no estaba en absoluto estresada con el nacimiento de Azaria. Nada alcanzó para contrarrestar el relato armado por la acusación. El 19 de octubre de 1982 el jurado consideró que Lindy era culpable y Michael, cómplice. Diez días después el juez la condenó a cadena perpetua y la envió a la cárcel. En ese momento Lindy estaba embarazada de ocho meses. Muchos creyeron que era un embarazo estratégicamente buscado. Era una malvada y retorcida mujer capaz de todo. La madre de Lindy, quien tenía a su cargo a los chicos, fue la encargada de decirles a Aidan y a Reagan (quienes ya tenían 9 y 6 años) que sus padres irían a la cárcel. Aunque Michael, finalmente, recibió 18 meses de prisión en suspenso y pudo volver a su casa, con ciertas restricciones, para ocuparse de sus hijos. A pocos días de ingresar en la cárcel, Lindy tuvo que ser transferida al hospital para el nacimiento de su nueva bebé: Kahlia llegó al mundo el 17 de noviembre. Los abogados de Lindy habían apelado la sentencia. Con el nacimiento de Kahlia le dieron a la madre diez meses de libertad condicional mientras se resolvía ese pedido. En abril de 1983 su apelación fue rechazada y Lindy tuvo que dejar a sus hijos para volver a la cárcel. Kahlia no pudo quedarse con su padre y sus hermanos porque Michael había sido considerado cómplice y los servicios sociales habían optado por protegerla y la habían colocado en hogares de tránsito. En 1984 volvieron a negarle a Lindy otra apelación. En el juicio contra los Chamberlain, Lindy fue encontrada culpable del asesinato de Azaria y su marido, Michael, cómplice, con pruebas que no eran concluyentes e hipótesis extrañas. Lindy estaba embarazada de ocho meses cuando la enviaron a la cárcel. (Captura de video) Una muerte casual libera a Lindy Ser considerada una filicida puede ser muy peligroso en una cárcel. A Lindy la odiaban dentro de la penitenciaría tanto o más que fuera de ella. Su vida corría peligro. Pero, a veces, la mano piadosa del universo aparece en medio de la oscuridad. Eso sucedió comenzando el año 1986. Un montañista inglés de 31 años, llamado David Brett, intentando escalar la Roca Sagrada de Uluru, aquella que habían visitado los Chamberlain en su primer día de vacaciones, resbaló hacia el precipicio y perdió la vida. Demoraron ocho días en encontrarlo y cuando lo hicieron tuvieron que bajar varios rescatistas para recuperar su cuerpo. Fue entonces que se produjo el milagro de esta historia. Los andinistas descubrieron en esa zona varias guaridas de dingos y la curiosidad los impulsó a revisarlas. En una de ellas encontraron, entre unos restos, un pequeño suéter tejido de bebé. Estaba sucio, pero se veía que alguna vez había sido blanco. Era el 2 de febrero de 1986. Y la prenda resultó ser nada menos que el saquito perdido de Azaria Chamberlain. El hallazgo fue una noticia volcánica que corrió como lava entre los medios de prensa y la Justicia. Lindy, presa, les quemaba las manos. El 7 de febrero le otorgaron la libertad y volvió a su casa de inmediato. Un accidente casual y fatal la había devuelto a su vida. Ese hallazgo impulsó más investigaciones. Un nuevo análisis de las gotas de sangre encontradas en el auto obtuvo un resultado distinto al que había arrojado tres años antes: las diminutas manchas rojas no eran de sangre humana. Las equivocaciones y suposiciones de los investigadores habían llevado a una mujer inocente a la cárcel. La mirada del mundo le pesaba a la Justicia australiana. Más de dos años después, el 15 de septiembre de 1988, la Corte de Apelaciones anuló las condenas de Lindy y Michael Chamberlain. Lindy conservó la calma y anunció: “Me da esperanza pensar que esta vez los australianos se convencerán de que los dingos son animales peligrosos”. En 1986 la caída fatal de un montañista en el parque donde habían acampado los Chamberlain seis años atrás trajo el descubrimiento de guaridas de dingos. En una de ellas apareció el saquito perdido de la pequeña Azaria, la prueba de que Lindy siempre había dicho la verdad. La mujer fue liberada de inmediato. (Captura de video) Otros casos no documentados En 1990 los Chamberlain sucumbieron a su propia historia. Se divorciaron. No era fácil el peso que llevaban. Pero continuaron con la batalla para conseguir que sus nombres fueran reivindicados para demostrarle al mundo la injusticia a la que habían sido sometidos. Para el año 1995 el caso seguía abierto y no les habían entregado la partida de defunción de Azaria con los motivos correctos, solo se podía leer: causa desconocida. No les bastaba. En diciembre de 2011 la jueza Elizabeth Morris anunció que el caso se reabriría. Fue luego de que los padres de Azaria entregaran a la Justicia información importante sobre otros ataques de dingos a chicos pequeños. Rex Wild, exdirector de la acusación pública del Territorio del Norte, describió que habían tenido varios ataques más y aseguró que si estas evidencias hubieran estado a la vista cuando se llevó a cabo el juicio contra Lindy, el juez hubiese dictaminado que un dingo había sido el responsable: “Aunque hubiese sido improbable en 1980, no debería serlo en 2012 (...) Con las evidencias adicionales que se presentaron se debería aceptar que la teoría del dingo es la correcta”. La magistrada Elizabeth Morris estuvo de acuerdo con las pruebas presentadas y dictaminó que su certificado de muerte debía decir “atacada y llevada por un dingo”. El 13 de junio de 2012 el tribunal les terminó dando la razón: un dingo había sido el responsable de la muerte de Azaria. “Ha sido una batalla aterradora, amarga en ocasiones, pero ahora nos llega algo de alivio, y la oportunidad para que el alma de nuestra hija descanse en paz”, expresó Michael con el nuevo certificado de muerte de su hija entre sus manos. Lindy fue recompensada por sus años de cárcel con 1.300.000 dólares (suma que equivale hoy a 1.800.000). Tuvieron que pasar 32 años para que el mundo le creyera a los Chamberlain. La prueba definitiva: el saquito perdido de Azaria Chamberlain. (National Museum Australia) Culpas, recuerdos y chistes crueles Fue en mayo de 2019 que Lindy reveló algo más sobre aquella noche en la que su hijo Reagan compartía carpa con Azaria, noche que le quedó estampada en el cuerpo. Un tiempo después de la desaparición de su hermana sus padres le regalaron un perro para atenuar un poco las penas. Reagan jugaba tirado en el piso con el cachorro cuando este se trepó sobre su espalda y él pegó un alarido escalofriante. Lindy le preguntó qué había pasado y Reagan respondió: “Es que se sintió igual a cuando el dingo caminó sobre mí”. Lindy retrucó: “¡Pensé que dormías cuando entró en la tienda!”. Y su hijo aclaró: “Noppp, cuando vos entraste pensé que venía el dingo nuevamente a buscarme... y jugué a hacerme el muerto hasta que me hablaste y entonces te hablé porque era vos”. Reagan recordaba todo. Solo que no lo había dicho cuando estaba en shock. Años después Lindy supo que Aidan también se culpaba de algo: de no haber subido el cierre de la puerta de la carpa hasta arriba. Pero Lindy dice que la verdad es que el cierre estaba roto y que no podría haberlo cerrado correctamente. El caso de Azaria se volvió tan famoso que hubo quienes se atrevieron con el humor negro. A Bart Simpson se lo escuchó decir, en la sexta temporada de la serie televisiva Los Simpson, mientras hablaba aburrido por teléfono, queriendo cortar la llamada: “Eh, creo que he escuchado a un dingo comiéndose a tu bebé”. También se usó como gag en la serie Seinfeld, en Los Rugrats y en Buffy, la cazavampiros. ¿El drama de los Chamberlain era un chiste para cosechar risas? Meryl Streep y Sam Neill fueron los actores elegidos para filmar la historia y encarnar a los Chamberlain. Un grito en la oscuridad se estrenó en 1987 y estuvo nominada para los Oscar y seleccionada para el Festival de Cannes. Lindy decidió escribir su verdad y publicó en 1990 una autobiografía titulada A través de mis ojos. Michael resolvió hacerlo en 2012 y la llamó Corazón de piedra. Cada uno hacía su catarsis como podía. La autobiografía de Lindy Chamberlain, en la que volcó su trágica experiencia Gracias a Azaria Dos años después del divorcio Lindy se casó con el norteamericano Rick Creighton y vivió con él seis años en Seattle, Estados Unidos, para volver en 1998 a Australia. Hoy tiene 76, y dedicó los últimos años a dar charlas y relatar su nefasta experiencia con la Justicia. “Si yo no hubiese pasado por todo lo que pasé no tendríamos las leyes que tenemos hoy. Ahora también tenemos un departamento de ciencia forense independiente. Si hubiese sido encontrada inocente nada de esto habría pasado. (...) Lo que me ocurrió permitió que para otros australianos las cosas sean mejores. Y por eso estoy agradecida”, dijo con generosidad y aceptación. Además, el Gobierno australiano aceptó llevar a cabo campañas para concientizar a la población sobre los riesgos de los dingos y sobre su comportamiento impredecible. Pueden ser muy parecidos a los perros, pero se comportan como lobos. En su web, el Estado australiano señala que los dingos no están “domesticados ni entrenados” y se mueven “más rápido de lo que uno piensa”. Después de separarse de Lindy, Michael también recompuso su vida. Se casó en 1994 y tuvo otra hija en 1996. Hizo un doctorado en Educación y llegó a ser, además de predicador, profesor de inglés y diputado regional. Repetía que el caso había sido “una injusticia grosera”. Después de un tiempo, Michael recuperó el auto Torana amarillo que habían despedazado para analizar durante el caso. Se lo devolvieron y le otorgaron 19 mil dólares para arreglarlo. A partir de entonces los Chamberlain nunca se deshicieron del auto con el que habían viajado a Uluru. Se convirtió en su propia Roca Sagrada y lo usan como un símbolo de lo vivido y de la libertad. Los acompaña en cada ceremonia familiar. Michael recalcó que para él era “un testamento de la resistencia a la peor de las perversiones de la Justicia y de la ciencia forense australiana”. Aidan se casó en 2006 con Amer Martin y la novia llegó a la ceremonia en el Torana amarillo. En un documental, Reagan, por su lado, contó que su infancia había sido difícil en el colegio porque algunos les hacían bullying y los llamaban “asesinos de bebés”. Y Kahlia, la menor, relató lo enojada que había estado durante un buen tiempo con su madre. Porque cuando era chica pensaba que “si no hubiese muerto Azaria, mamá no me habría tenido. Sentía que era la bebé de reemplazo porque había perdido a su tercera hija”. Kahlia se casó en 2007 con Adam Mills y entró a la ceremonia escoltada por cuatro padres: su padre biológico, Michael, los dos padres que tuvo en hogares de tránsito, y Rick, el nuevo marido de Lindy: “Fue de lo más emocionante. Ellos significan todo para mí y siempre estuvieron presentes”. Michael explicó que su hija pequeña había nacido “en el abismo pero salió de ahí para subir muy alto y brillar”. El 9 de enero de 2017, Michael Chamberlain murió con 72 años debido a una leucemia fulminante. Cuando Michael recuperó el auto Torana amarillo en el que habían viajado y al que habían despedazado para analizar durante el caso, los Chamberlain lo conservaron y lo volvieron un símbolo de lo vivido y de la libertad. Desde entonces los acompaña en cada ceremonia familiar. (National Museum Australia) Las otras víctimas A Lindy no le creían, pero desde entonces los casos documentados de ataques de dingos integran decenas. Estos son algunos, no todos, en orden cronológico, que vale la pena repasar. -En marzo de 1997 un chico de 5 años fue atacado por dos de estos animales mientras jugaba a las escondidas con su hermano. -En marzo de 1998 dos mochileras británicas resultaron heridas por dingos mientras lavaban sus cosas en el mar. Una fue mordida 14 veces. -El 4 de abril de 1998 hubo dos simultáneos: el de una chica noruega de 3 años en un campamento y el de una bebé de 13 meses que fue arrastrada por el animal salvaje por varios metros. Su padre logró rescatarla. -En abril de 2001 un chico llamado Clinton Gage, de 9 años, murió atacado por dos dingos. -En septiembre de 2006 una pequeña de 4 años fue mordida en la panza. -El 21 de abril de 2009 una enfermera fue atacada mientras esperaba a su marido bajo un árbol. -En abril de 2011 una niña de 3 años recibió tarascones en sus piernas. -El 15 de julio de 2012 una adolescente de 13 años se despertó cuando un dingo, mordiendo su bolsa de dormir, intentaba arrastrarla. -En julio de 2018 la atacada por tres dingos fue Debbie Rundle, de 54 años, mientras almorzaba al aire libre. -El 19 de enero de 2019 un chico de 6 años fue lastimado por tres animales. Al mes siguiente las víctimas fueron un pequeño de 9 y su madre, de 24. -El 18 de abril de 2019, mientras una familia dormía en su casa rodante, un dingo entró y se escurrió con el bebé de 14 meses en su boca. El llanto del pequeño alertó al padre que corrió al perro salvaje y logró salvar a su hijo. El bebé fue trasladado en helicóptero al Hospital Hervey Bay con serias heridas en espalda, cuello y cabeza y fractura de cráneo. El caso fue muy parecido al de Azaria con otro final. -El 17 de abril de 2021 un bebé de 2 años fue mordido en varias partes de su cuerpo, incluso en la cabeza. -El 18 de diciembre de 2022 un menor de 5 años sufrió heridas en sus brazos y glúteos. -El 3 de abril de 2023 una chica de 6 años fue tomada por un dingo y hundida por el animal en un intento de ahogarla manteniendo su cabeza debajo del agua. -En junio de 2023 dos chicos de 4 y 10 años fueron agredidos. Al mayor, el dingo intentó sostenerle la cabeza bajo el agua. Fue salvado por su hermana de 12. Durante 2024 se reportaron 21 incidentes con dingos. A pesar de los patrullajes y de las advertencias sigue sucediendo con frecuencia. Está claro que el principal objetivo de estos animales suelen ser los niños: los perciben como presas vulnerables. Está en discusión todavía si las autoridades deberían prohibir acampar en ciertos lugares para reducir los encuentros peligrosos. Por otro lado, los defensores de los dingos achacan estas fatalidades a la intrusión del hombre en el hábitat natural de los animales. Para los aborígenes, los dingos siguen siendo venerados y, en ocasiones, hasta los entierran con sus muertos. Azaria Chantel Loren Chamberlain tuvo una vida brevísima (del 11 de junio al 17 de agosto de 1980) pero, tristemente, por la naturaleza de los hechos, su fama será eterna.
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