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  • Lebensohn :"la política sin moral es una trampa para los pueblos"

    » Diariopinion

    Fecha: 16/08/2025 01:32

    En tiempos donde la política parece haber perdido el hilo conductor de las ideas y donde los gestos se diluyen frente a la urgencia del cálculo, el Radicalismo necesita volver a beber de sus mejores fuentes. Entre ellas, emerge como faro una figura y un ejemplo. El de Moisés Lebensohn. Lebensohn no fue solo un brillante orador o un estratega partidario: fue el hombre que nos advirtió que "la política sin moral es una trampa para los pueblos". Y fue quién supo comprender que sin doctrina clara y sin conducta intachable, cualquier bandera se convierte en un mero adorno. La DOCTRINA, para Lebensohn, no era un texto frío ni un archivo de biblioteca. Era una guía viva, capaz de orientar la acción política hacia la justicia social, la democracia plena y la liberación de los pueblos frente a toda forma de opresión. Un Radicalismo que se asuma popular y progresista debe recuperar ese sentido: el de ser instrumento de transformación, con ideas firmes y sin ambigüedades frente a los desafíos de la época. Pero la doctrina sin CONDUCTA es solo discurso vacío. Lebensohn lo sabía, y por eso exigía que lo que se pregona hacia adentro se cumpla hacia afuera. Coherencia interna y coherencia pública: esa es la única forma de que el pueblo vuelva a creer en nuestra palabra. No hay espacio para dobles discursos, para la especulación, para los que dicen una cosa en el comité y otra en los pasillos del poder. El Radicalismo fue grande cuando sus dirigentes encarnaron en la función pública y en su vida diaria las ideas que predicaban en la tribuna. Cuando la honestidad era una norma, no una excepción. Cuando ser RADICAL implicaba una responsabilidad ética y no un mero título electoral. Cuando el compromiso con el pueblo estaba por encima de la conveniencia personal. Hoy, lamentablemente, hay quienes creen que el Radicalismo debe mimetizarse con la derecha para ser competitivo. Que debemos diluir nuestras banderas para conseguir un cargo. Lebensohn fue claro frente a esos oportunismos: "No confundamos la astucia con la inteligencia ni la viveza con la política. La política es servicio y no una escalera de privilegios." Esa coherencia —que Lebensohn predicó y vivió— es la que debemos recuperar si queremos volver a ser una verdadera fuerza popular, progresista y profundamente democrática. Para Lebensohn, el Radicalismo no era algo que se negociaba, era algo que ¡se vivia! Recientemente el histórico dirigente santafesino, el Changüí Cáceres dijo que no hay reconstrucción posible del Radicalismo si no empezamos por la casa. Coincido con esto. Porque la coherencia no es una consigna, es un deber. Lo que exigimos a los demás, debemos cumplirlo nosotros. Lo que defendemos en los comités, debemos sostenerlo en el Congreso, en los concejos deliberantes, en cada cargo que ocupemos. Y como militantes también debemos hacérselo cumplir nosotros a los dirigentes. Porque el pueblo nos juzga no solo por nuestras palabras, sino por nuestros actos. Y cuando hay distancia entre lo que decimos y lo que hacemos, esa distancia se traduce luego en una sola cosa: desconfianza. Hoy, más que nunca, necesitamos levantar bien alto aquel lema de Lebensohn: "Doctrina para que nos comprendan. Conducta para que nos crean." Sin eso, todo es coyuntura. Con eso, el Radicalismo podrá volver a ser el motor de las esperanzas colectivas y no un actor más en la gris rutina de la política sin alma. Colaboración de la Diputada (MC) Bibiana Babini.

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