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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 14/08/2025 06:47
A cien años del nacimiento del tango canción, el género sigue despertando preguntas sobre su origen y su particular modo de reproducirse: los tangos surgen de otros tangos, como ocurre con muchas tradiciones de la canción popular. En Conjuro extraño: Cien años del tango canción, Oscar del Priore y Irene Amuchástegui exploran ese proceso en el que conviven oficio poético, tradiciones musicales mestizas y la conexión única entre autores, compositores e intérpretes. Los autores proponen un recorrido por la historia del género, recuperan episodios olvidados y dan voz a sus protagonistas, invitando a descubrir la trama de encuentros, circunstancias y experiencias que modelaron al tango canción. A continuación, se presenta un fragmento de este libro: Los temas del tango canción ¿Cuáles son los temas dominantes y los motivos más recurrentes en las letras de tango? ¿Cómo evolucionaron a lo largo de un siglo? ¿Hasta qué punto coinciden con tópicos universales y en qué medida son propios del Río de la Plata? Con poco riesgo de equivocarnos, podríamos aseverar con Charles Darwin: “El amor es el tema más constante de nuestros cantares”. Esta afirmación que el naturalista postula para cualquier época y toda la especie humana (mejor aún, para todo el reino animal, si se especula con la función galante que puede tener, por ejemplo, el canto de las aves), también vale para el tango canción. Como en todos los cancioneros populares, el tema amoroso ocupa un espacio central en el tango (en particular, los distintos motivos del romance infortunado). Desde “Mi noche triste”, el tango canción pone en escena la traición, los celos, el abandono, la culpa, el arrepentimiento, la añoranza y todas las fatalidades asociadas al drama amoroso, encarnado en una galería de criaturas fatales, perdidas, virginales, crueles, ruines o sublimes: miserias y virtudes pueden ser, por igual, vehículo de la desgracia del sujeto lírico. Su discurso se desliza, muy seguido, sobre una lógica maniquea de la que ya se han ocupado las lecturas ideológicas y sociológicas de las letras de tango, discutiendo, en especial, el rol que estas asignan a la mujer o el modo en que resuenan en sus versos los rasgos misóginos de la sociedad que dio origen al género. Si con frecuencia, en los tangos, una mujer causa el sufrimiento de un varón, también son incontables las letras que tratan el caso inverso. Por otro lado, la exaltación amorosa de la figura femenina es motivo de un vasto repertorio galante dentro del género. Ciertamente, el ideal se encarna en una mujer amada, en el sentido pasional o platónico del asunto, con menos determinación que en la madre, la viejita, figura con larga tradición en el cancionero universal y en el criollo (con “Pobre mi madre querida”, de Betinotti, como título emblemático), que el tango abordó con asombrosa asiduidad. La madre es objeto de veneración, y su evocación es, también, motivo de remordimiento. “¡Vivir con mama otra vez!”, celebra el personaje de Victoria, de Discépolo. En el tango “Canzoneta” (letra de Enrique Lary), el tema aparece en la alusión a la canzonetta napolitana, testimoniando de paso su ascendencia en la tradición rioplatense: “Cuando escucho ‘O sole mio’, ‘Senza mamma e senza amore’ siento un frío aquí en el cuore…”. Irene Amuchástegui (Foto: Marina Lezama) En las letras del tango canción, podrían rastrearse las lejanas herencias de la chanson courtoise de los trovadores medievales o de las moaxajas árabes, las derivaciones más o menos directas de la canción española y la canzonetta napolitana, los asuntos y escenarios de la canción criolla. Junto con temas universales, aparecen motivos y personajes originales, propios y exclusivos del género. O por lo menos dotados de una fisonomía particular, o inmersos en ambientes locales. Como suele ocurrir con los cancioneros populares, unas y otras variedades se funden y se confunden, sin que sea posible establecer el origen de un tema ni datar su aparición. “El gran proveedor de argumentos es el fracaso amoroso”,97 dice Idea Vilariño en su ensayo Las letras de tango. Desde la perspectiva de los años sesenta, que invita a considerar el tango como un corpus histórico cerrado, la poeta uruguaya procura fijar una taxonomía tanguera, clasificando temas y motivos y estableciendo matices diferenciados allí donde, hasta el momento, más comunes que el análisis eran la superfluidad o la estigmatización. “Los lugares comunes que manejó Manrique en sus Coplas —la destrucción de los bienes de este mundo por el tiempo, las vueltas de la fortuna, la muerte— eran […] los grandes lugares comunes de toda una tradición que todavía arrastramos. Tal vez cada siglo que pasa, cada año los hacen más comunes; no por eso dejan de volver a ser verdaderos para cada hombre, a su tiempo […] Podría pensarse que el tango abarató esas viejas ideas. A veces sí”, admite Vilariño. Pero hace notar que “en general [las letras de tango] tienen el suficiente patetismo o la suficiente melancolía para hacerlas convincentes una vez más”. Oscar del Priore (Foto: Alejandra López) En varios sentidos, ese cancionero se recrea (en el peor de los casos, se remeda) a sí mismo, en el desarrollo de ciertos tópicos y en el uso de determinados recursos. Es también Vilariño quien señala cómo “se alimenta una cerrada y poderosa tradición que a través de los años mantiene vivos y recurrentes los asuntos, que reitera personajes, situaciones, frases, que hace posible que un autor moderno como Expósito se dirija treinta años después en Percal a la misma muchacha a quien se dirigía Pascual Contursi en Flor de fango, el segundo tango que grabó Gardel”. La observación se aplica a innumerables personajes y situaciones, incluso más lejanas en el tiempo entre sí que los ejemplos provistos por Vilariño. El “Bandoneón arrabalero” al que Pascual Contursi personifica (“viejo fueye desinflado, te encontré como un pebete que la madre abandonó”), tres décadas más tarde es el instrumento humanizado por Julio Gutiérrez Martín en “Mi bandoneón y yo” (“yo le hablo de hombre a fueye, mano a mano, lo mismo que si hablara con mi vieja”). Y para seguir con Gutiérrez Martín: el pequeño “canillita” de “Pajarito” (“Pajarito, que al rudo compás del grito: ¡Prensa, Argentina, Nación! Vas cortando las aceras y flameando las banderas de tu propia perdición…”, Dante A. Linyera) podría ser, casi cuarenta años más tarde, el pregonero de “Para vos, canilla” (“hermano, la vida me dio un barato pa’ estar en tu esquina un rato y evocar con tu pregón, una leyenda sencilla que cuenta como a un canilla la vida lo hizo gorrión…”). Las simetrías de este tipo son inagotables.
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