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  • La preocupación global por la democracia

    » Clarin

    Fecha: 12/08/2025 08:35

    La preocupación por la salud de la democracia es una de las motivaciones que más ha crecido en la producción académica de la ciencia política a nivel global. Esto fue evidente tanto en el reciente 28° Congreso Mundial de Ciencia Política, organizado por la International Political Science Association (IPSA), que tuvo lugar en Seúl (la anterior edición, en 2023, se realizó en Buenos Aires) como en el 17° Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP), que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Rosario. En ambos congresos, realizados en el mes de julio de este año, se pudo verificar el creciente interés por este fenómeno que la comunidad científica ha denominado hace ya algunos lustros como la “erosión” de la democracia. Con más intensidad a partir de la posguerra, los científicos políticos (political scientists, en inglés, o más usualmente, politólogos, en castellano) han acumulado una gran cantidad de conocimiento sobre una variedad amplia de temas ligados a su objeto de estudio, la actividad política. Hoy en el mundo es difícil que no se recurra a ese acervo para diseñar, implementar o evaluar políticas públicas, por ejemplo, o para comprender mejor las tendencias de mediano y largo plazo en el escenario global, o para evaluar qué sistemas electorales se acercan más a los objetivos políticos buscados, o cuáles son las consecuencias que la crisis de los partidos políticos impone a la mediación entre la ciudadanía y los gobernantes, por nombrar solo unas pocas áreas de su desarrollo disciplinar. En lo que hace a cómo funcionan las democracias (es decir, a su calidad), estos científicos han identificado un nuevo fenómeno. Hasta hace algunas décadas, la democracia se enfrentaba al peligro de su quiebre: los tanques salían a la calle y la democracia dejaba de existir de un día para el otro. Pero últimamente, la principal amenaza a la democracia es su erosión. Este concepto hace referencia a una serie de acciones que llevan adelante gobiernos legal y democráticamente electos, que sin embargo lastiman a la democracia. No son hechos flagrantes e inequívocos, como podría ser la manipulación de los comicios, la censura a la prensa, el encarcelamiento de líderes opositores sin causa ni proceso alguno, o la detención de personas sin los requisitos que exige la ley. Son, en cambio, acciones sigilosas, cuyo daño es a veces casi imperceptible, y que incluso pueden encuadrarse dentro del marco constitucional o legal, como por ejemplo rechazar pedidos de acceso a la información pública, politizar la justicia, partidizar la burocracia, difundir información falsa, presentar candidaturas testimoniales, desfinanciar los organismos de control, amedrentar a la prensa o descalificar a la oposición. Aunque en muchos casos, y en diferentes países, estas acciones por sí mismas no quiebran a la democracia y hasta cuentan con apoyo popular, son potencialmente muy dañinas. Podría hacerse un paralelismo con el colesterol respecto de la salud del cuerpo humano: por sí solo no causa síntomas concretos de enfermedad, pero su acumulación y sedimentación puede llegar a ser mortal si no se toman las debidas prevenciones. De hecho, la ciencia política ha mostrado que desde 1789 en adelante, más del 60% de las caídas en autoritarismos han sido causadas por golpes de Estado tradicionales, pero en un significativo 30% fueron causadas por los propios gobernantes de turno (el resto, por guerras civiles o revueltas). Varios autoritarismos actuales, como Venezuela o Hungría, comenzaron de esta forma. En otras palabras, cada vez hay menos golpes, pero el poder en manos de los gobernantes es progresivamente peligroso para la estabilidad democrática. Es una amenaza que crece de a poco, porque los contrapesos al poder ejecutivo se van debilitando lentamente, o bien porque algunos gobiernos promueven una verdadera cultura de la erosión democrática. En esos casos, la laceración de la democracia se hace ya al descubierto y se convierte en una propuesta política como cualquier otra. Los politólogos han venido advirtiendo sobre este y otros problemas desde hace tiempo, e incluso han hecho un esfuerzo en divulgarlos al gran público a través de artículos en los diarios, por ejemplo. Lógicamente, estos científicos pueden discrepar sobre las implicancias y/o la aplicabilidad de algunas de sus teorías y enfoques (tal como discrepan entre ellos los economistas o los astrónomos) pero esas comunicaciones no deben ser leídas como una mera opinión más, sino como la presentación al público de problemas políticos y sociales que deben ser comprendidos y tratados con seriedad para mejorar nuestras chances de convivir y prosperar en paz.

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