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» Diario Cordoba
Fecha: 11/08/2025 04:46
En el Coliseo San Andrés, la noche empieza con una pregunta sencilla: «¿Mesa o sillas?». El trato es cercano, de barrio, como si el patio fuera una prolongación del salón de casa. Entre naranjos y muros recogidos, las familias se acomodan para ver Karate Kids Legends, mientras las parejas -jóvenes y no tanto- son en su mayoría quienes ocupan las primeras filas. Un gato merodea por el recinto como si fuera un espectador más, y en la barra se sirven refrescos y bebidas frías, además de bocadillos, a precios populares, de los que ya se ven en pocos sitios. Una familia llega con la tranquilidad de quien ya conoce el funcionamiento del cine: saben donde se compran los tickets y que el espacio es de todos; «Nos gusta venir, es un buen pasatiempo en familia». Para algunos, como una pareja que recuerda su primera cita en un cine de verano como este, es una tradición que se cuida como un tesoro; para otros, como el trío de amigos que llega por primera vez y al que le cuesta decidir donde asentarse, es un plan nuevo que huele a verano y a aventura, con ese punto de expectación que se siente antes de que se apaguen las luces, como el instante justo antes de un viaje inesperado. Los cines de verano de Córdoba, en imágenes / A.J.González En otro lado de la ciudad, en el Cine Delicias, el aire corre entre las paredes blancas de un patio amplio donde la brisa parece colarse a propósito, como parte del guión. Esta noche se estrena Futbolísimos 2, y las butacas las ocupan en su mayoría familias enteras que buscan «una opción algo más fresquita» para huir del calor. José Luis y su mujer lo tienen claro: «En verano es un plan que sienta muy bien, venimos bastante, ya sea a este o a alguno de los otros». Otros vecinos, más melancólicos, recuerdan cuando había más salas al aire libre: «Antes veníamos mucho; ahora hay menos cines de verano... es una tradición muy cordobesa que no debe perderse», lamentan. La barra del Cine Delicias también ofrece precios amables, los baños y las instalaciones están muy limpias y cuidadas, el trato es cercano y familiar, y la programación cambia cada noche: desde películas comerciales de Disney, hasta propuestas independientes que encuentran aquí un lugar para respirar. El murmullo del público, las sillas que se arrastran y el eco de las risas tienen algo de escena costumbrista, de esas que Benito Zambrano podría haber convertido en cine con su mirada cálida, social y cercana. Una familia cordobesa espera el comienzo de la proyección de la película en el Coliseo San Andrés. | A.J. GONZÁLEZ / A.J. González Tanto en el Coliseo como en el Delicias la rutina es parecida: programación diaria de lunes a domingo, fines de semana algo más concurridos, y una oferta pensada para atraer sobre todo a a familias, pero también algún que otro título que busca un nicho de público mas concreto. Son espacios vivos, donde las risas se mezclan con el murmullo de conversaciones en la barra y el roce de las sillas. Sin embargo, aunque el ambiente es extremadamente acogedor, estos cines no siempre están llenos a rebosar, y entre los espectadores se cuela una preocupación latente: la sensación de que este tipo de cine, tan cordobés y lleno de recuerdos e historias, necesita un apoyo para no desaparecer. «Es una tradición muy bonita, hay que ayudarla», resume una espectadora habitual antes de que las luces se apaguen y la película empiece, como cada noche de verano, bajo un cielo que no entiende de finales. Y más allá del Coliseo San Andrés y el Delicias, Córdoba cuenta con algún que otro patio de película. El Cine Fuenseca también ofrece una programación muy variada que busca acoger a todo tipo de espectadores. Así, entre todos, conforman un circuito cultural que, como un buen reparto coral, se complementan para ofrecer una cartelera viva durante todo el verano, desde junio hasta finales de agosto o principios de septiembre. De arriba a abajo, cceso al cine Fuenseca, ‘selfie’ de una familia, operador, barra de bar y sesión de cine. | A.J. GONZÁLEZ / A. J. González Una experiencia colectiva En estos patios, el cine deja de ser una proyección para convertirse en una experiencia colectiva, como si Córdoba entera se metiera dentro de la misma película. Aquí, cada aplauso o carcajada compartida recuerda a las escenas corales de Cinema Paradiso, donde la pantalla es el corazón del pueblo y el aire libre su mejor cómplice. Bajo la misma estrella, no importa si lo que se proyecta es un clásico de artes marciales, una comedia infantil o un estreno de temporada: la magia está en mirar de reojo y ver que, junto a ti, alguien vive la historia con la misma intensidad, pero conectando con otros recuerdos o emociones. Y quizás, esta unión sea el verdadero encanto de los cines de verano: un refugio temporal donde el tiempo parece detenerse, y la ciudad, con su calor y sus prisas, se para a disfrutar de la luz que no solo proyecta una película, está encendiendo las tradiciones y no dejando que se apaguen. En un mundo cada vez más digital y acelerado, donde la cultura de la inmediatez nos consume, estos espacios nos recuerdan el valor del encuentro físico, de la importancia de compartir la cultura en comunidad y del simple placer de mirar hacia arriba, dejar que la pantalla sea un espejo y una ventana, y sentir que, por un rato, formamos parte de algo mas grande. Esta tradición, que une generaciones y teje recuerdos imborrables, como el de esa pareja cuya primera cita fue en un cine de verano y años después siguen acudiendo a uno de la mano, necesita ser cuidada, porque es un patrimonio intangible que sigue encendiendo Córdoba, de verano en verano, noche tras noche. Suscríbete para seguir leyendo
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