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Fecha: 10/08/2025 22:50
por Diego René Martín Lo más probable es que no hayas conocido a Canela. Descubrimos que existía solamente después de su muerte. Dormía en la calle, tomando sol en pleno agosto, como si ese rincón de la ciudad le perteneciera desde siempre. Una cámara de seguridad mostró como descansaba tranquilo, ajeno al ruido de motores y al apuro de los posadeños. Y entonces, una camioneta de alta gama no frenó, no esquivó, no dudó. Lo pasó por encima. En horas, el video estaba en todos los celulares de Posadas. No hubo grieta, no hubo debate: nos unió el asco, la bronca. Ese perro comunitario, que no figuraba en ningún registro pero sí en la memoria del barrio, se volvió un símbolo. Un espejo incómodo que nos mostró hasta dónde puede llegar el desprecio de quienes creen que existe algo en este planeta que los autoriza a atropellar y seguir. Y en ese repudio masivo apareció una pregunta: ¿seremos capaces de indignarnos con la misma fuerza cuando los atropellados son personas? ¿Cuando no es un perro “de la calle”, sino un comerciante aplastado por impuestos absurdos, por la cruda competencia desleal a la que los expone un IVA del 21% sin contraprestaciones, teniendo enfrente el mismo impuesto recortado a la mitad, o una familia a la que nunca le entregan su título de propiedad? Porque la impunidad, sea sobre cuatro patas o sobre dos, siempre nace de lo mismo: la creencia de que no habrá consecuencias. Vivimos en un país donde la política muchas veces parece un atropello constante, un cruce sin semáforos ni carteles de pare, una ruta donde gana quien puede pisar más fuerte sin mirar atrás. Pero Misiones parece haber encontrado otro camino. En medio de la tormenta nacional —recesión, inflación maquillada, internas, operaciones, fake news e incertidumbre política— la provincia decidió apostar a un modelo propio. Hace apenas unos días, el Gobierno provincial lanzó una batería de medidas de alivio fiscal diseñadas mano a mano con las cámaras empresarias. ¿Alcanza? Y quizás no, quizás nada alcance, pero los empresarios celebraron; porque Misiones otra vez demostró que escucha y responde. Esta vez a empresarios que quizás sentían que no se los había escuchado nunca. No son gestos vacíos ni promesas al aire: son pasos concretos para simplificar trámites, bajar costos y adaptarse. En términos concretos, esto significa flexibilizar el régimen de proveedores, reducir el pago a cuenta para la industria y eliminar certificaciones contables que encarecían la actividad. ¿Parece técnico? Sí, pero en el fondo es la diferencia entre que un empresario pueda seguir invirtiendo y, lo más importante, creando empleo, o que la burocracia y los impuestos lo terminen estrangulando hasta que cierre la persiana. Estas medidas no están aisladas. Se suman otras, como el aumento de los montos para acceder a bonificaciones en Ingresos Brutos, la eliminación de tasas administrativas y programas como “Ahora Patentamiento” que facilitan la vida de concesionarias y usuarios. El mensaje que se envía es claro: se busca un entorno económico ágil, pre-vi-si-ble, que invite a crecer en lugar de ahogar. Pero esta política económica con rostro humano no termina en los números. Passalacqua, en actos como la entrega de títulos de propiedad en San Antonio y Comandante Andresito, dejó claro que la tierra no es solo un pedazo de suelo: es seguridad jurídica, esperanza, pertenencia. Por eso crearon el programa “Mi Título”, que ya benefició a más de 25 mil familias. “Mi Título” no es un trámite administrativo sino un acto político de justicia. Porque saber que la casa es tuya, que no te la puede sacar nadie y que la van a poder heredar tus hijos, es un blindaje contra la incertidumbre. Passalacqua lo sintetizó con la misma simpleza con la que nos dio el “la cosa no está fácil, y no está fácil mismo” tan famoso: “Cuanto más difícil esté la cosa, más cerca vamos a estar como gobierno”. No es una frase hecha. Es política. Es el opuesto a la indiferencia que mostró el empresario que aplastó a Canela y avanzó sin mirar atrás. La combinación de orden fiscal y sensibilidad social no es casualidad. Encuentra eco en las palabras del obispo Juan Rubén Martínez, que recordó que un proyecto de país solo puede ser exitoso si incluye a las personas y respeta su dignidad. Esa dignidad, que en Misiones se traduce en políticas concretas, es la verdadera defensa de lo común frente a la lógica del atropello. Contrastemos este cuadro con la realidad de la oposición provincial. Fragmentada, dividida, atrapada en la rosca, en las internas y las candidaturas oportunistas. La oposición misionera hoy solo tiene para mostrar un mapa de disputas personales y ningún proyecto real para la gente. Porque cuanto más alejado del poder se está, más extremos se pueden proponer. El PJ vuelve a querer sumar dividiendo, la UCR y el PRO van por separado, los libertarios ya no son los libertarios, y los nuevos frentes buscan alzar banderas recicladas. Mientras tanto, la sociedad ve, con el mismo asco que miraron el video de la muerte de Canela, esa falta de cohesión, coherencia y rumbo. La elección de octubre no va a ser un certamen de reinas, no va a ser un concurso de frases hechas ni de selfies con filtros. Va a ser la confirmación de qué modelo puede gobernar en tiempos difíciles sin atropellar a los ciudadanos ni abandonar a los que, atropellados por la coyuntura, quedan tirados en el camino. A este exámen, Misiones llega con las cuentas claras, la agenda de gestión activa y la convicción de que gobernar es cuidar, no pisar. Porque si matar a Canela nos unió en la indignación, que ese mismo sentimiento se transforme en la energía para construir un futuro donde ningún empresario, ningún político ni ninguna burocracia pueda pasar por encima de nadie, ni siquiera de un perro que dormía al sol en pleno agosto.
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