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» Diario Cordoba
Fecha: 10/08/2025 05:06
Han pasado cinco lustros desde que despidiéramos a Joaquín Martínez Björkman (Córdoba, 8 de febrero de 1928-Córdoba, 10 agosto de 2000). Abogado laboralista y gran luchador contra la dictadura, fue durante la transición senador por Córdoba durante cinco legislaturas. Tras él vinieron otros, pero ninguno con su arrolladora personalidad, ética pública y compromiso con la ciudadanía. En estas últimas décadas le he dedicado algunas semblanzas, la última en el verano de 2020. Manuel Fraijó, catedrático emérito en la UNED, al hilo de una reflexión sobre la muerte, se pregunta en su último libro qué papel nos queda en relación con las personas fallecidas. ¿Habremos de conformarnos con la evocación de las mismas? Pero si ésta perdura, dice, algo noble de ellas permanece. De hecho, en las religiones tradicionales de África, mientras el finado es recordado aún por su apelativo, no se ha ido del todo, sino que adquiere la condición de «muerto viviente». Su curso se completa cuando, pasadas algunas generaciones, ya nadie lo recuerda; formalmente es solo entonces cuando abandona a su parentela. Se piensa que es ahora cuando se ha reunido por fin con sus ascendientes y se ha marchado «a casa», a su morada definitiva. Yo pienso que Joaquín aún no ha agotado su tiempo y de algún modo sigue aún entre nosotros. Algunos lo recordamos y tenemos muy presente en nuestras vidas, aunque habrá en la sociedad, e incluso dentro de su partido, quienes no sepan que fue un gran referente del socialismo cordobés y andaluz en la centuria pasada. A veces pienso que, de volver a la vida, y a la vista de cuanto acontece a diario en nuestro país, de buena gana querría retornar a la condición de «muerto viviente», receloso de esos «grandes ideales» que se proclaman hoy en su partido. Tal vez porque, como apuntara Victoria Camps, presenciamos la extinción y fracaso de la utopía más reciente. Como tantos otros, echaría en falta una vida pública aceptable, con conductas honestas entre unos políticos que carecen hoy de cualquier atisbo de reflexión crítica. Mientras vivió mantuvo su entrega a la ciudadanía, así como su independencia en los foros, donde mantuvo siempre un criterio propio y ajeno a las consignas de partido. Desde su fundación en 1979, perteneció a IS-PSOE. Luchador infatigable contra quienes especulaban con la dignidad de los ciudadanos, se embarcó en cuanta causa noble le salió al paso, denunciando incluso la corrupción en diversas planificaciones urbanísticas. La rebeldía que mostró hacia la injusticia fue ternura hacia la ciudadanía. Se rebeló contra la pasividad y el pensamiento único en un recordatorio constante de que el bienestar nunca se sustenta en la opresión del desfavorecido. Habló por quienes carecen de voz en esta Córdoba tan del Sur, llena de incienso y atestada de intereses espurios. Militó en la izquierda por conciencia de lo que se es y no por necesidad, como por desgracia ha sido el caso de otros. Esgrimió un bagaje intelectual marcado por lo social y en coherencia con el tiempo que le tocó vivir. Como a Besteiro, conviene no alejarlo de nuestra vida ahora que tanto polizón medra en política, a la cual dedicó su existencia en amparo del débil y en defensa de la extensión de los derechos fundamentales reflejados en la Carta Magna, la cual signó junto al rey y otros parlamentarios de las Cámaras como Secretario que fue de la Mesa del Senado Constituyente. *Catedrático
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