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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 10/08/2025 04:42
Dirigentes gremiales en la marcha por San Cayetano “Oí el ruido de una trompeta y le pregunté a mi sirviente qué significaba. Él me dijo que no lo sabía y que no había oído nada. Me detuvo en la puerta y me preguntó: “¿Adónde va el amo?”, “No lo sé”, le dije yo. “Fuera de aquí, fuera de aquí. Me voy de aquí, nada más, es la única forma que tengo de alcanzar mi objetivo”. “¿Y conoce usted su meta?”, me preguntó. “Sí”, contesté yo. “Te lo acabo de decir. Salir de aquí, esa es mi meta” (Kafka, “La partida”, Relatos completos, Losada, Buenos Aires, 2004). “…el pensamiento de la esperanza no se rige por la muerte, sino por el nacimiento; no se rige por la “estancia en el mundo”, sino por la venida al mundo. La esperanza espera incluso más allá de la muerte. La andadura del pensamiento esperanzado no es el “adelantarse hacia la muerte”, sino el adelantarse hacia el nuevo nacimiento. La clave fundamental de la esperanza es la venida al mundo como nacimiento.” (Byung-Chul Han, El espíritu de la esperanza, Buenos Aires, Herder 2024) Cuando no se explica que lo uno sea múltiple y lo múltiple sea uno (Platón) es porque se olvida que en la dualidad hay dos unidades, dos propiedades que expresan dos esencias que no se identifican con el sujeto en el cual inhieren. Así las propiedades de multitud e individuo expresan dos esencias que no se identifican con la totalidad sino son una parte circunstancial de ella. La multitud como contrapoder En muchas de nuestras notas hablamos del término “multitud” que ha resurgido en la filosofía política. El término “multitud” es idéntico o proviene del término “multiplicidad”, que es una especie de pluralidad. El orden de dominación capitalista descentralizado y desterritorializado al cual Negri denomina Imperio es el todo mientras que la multitud es lo que se le opone. Al decir del filósofo surcoreano Byung Chul Han, ven en la multitud “un conjunto de singularidades que se comunican entre ellas y actúan conjuntamente.” La multitud existe (como totalidad o parte) se manifiesta desde dentro del sistema que sería un receptáculo como lo es el sindicato. Lo que pudimos constatar en la marcha del 7 de este mes, Día de San Cayetano, en la Plaza de Mayo es una impresión que teníamos respecto de la pérdida de identidad de los sindicalistas y sus representados. Este cronista participó de innumerables concentraciones de trabajadores que marchaban en la Avenida 9 de Julio o en la Plaza de Mayo durante la dictadura cívico-militar de 1976-1983 y después cuando el movimiento obrero era, todavía, un contrapoder. Huyó desde el centro de la histórica plaza de los tanques hidrantes y de la persecución policial en varias ocasiones. Encontró en las corridas a uno u otro compañero o compañera a la par, con muchos no nos conocíamos pero nos encontrábamos cantando el Himno nacional argentino que era un coral invisible a la mirada pero a veces servía como escudo. Había un sentimiento de pertenencia y amistad social aunque no fuéramos del mismo gremio, éramos un nosotros jubiloso y corresponsivo, a pesar de la fragilidad teníamos poder. Volveríamos a encontrarnos cantando con fuerza la violencia de nuestras utopías, nuestro rechazo a la oprobiosa represión, el coraje compartido. Éramos después de haber sido tan sólo un homo sacer desnudo que había resistido hasta el ahogo la vil picana sobre un camastro de hierro en el “campito de Campo de Mayo”. Ellos eran todo y yo nadie, nudo, aislado, eternamente encapuchado. Pero seguíamos siendo un nosotros y sabíamos que había otros todos pero por encima de todos los todos estaba Dios. Y después los sindicatos semi clandestinos, dirigentes honestos y de los otros que con el retorno a la democracia conocí por fuera y por dentro. En 7 de Agosto 1981. Grupo con Digón a la cabeza. Eramos un grupo reducido pero éramos una multitud. Desde el Santuario de Liniers marchamos. El coraje se veía en la mirada. Nos apropiamos de la libertad. En las pancartas pedíamos por Paz, Pan y Trabajo. Coaligados. Después llegaron los paros presididos por Saúl y las movilizaciones de la Central de la calle Brasil. Cada acto, una epopeya. Teníamos miedo. No teníamos dudas de que éramos por fuera y por dentro el único impulso de acción colectiva, el único contrapoder en el territorio argentino. Nosotros y algunos grupos menores de la izquierda marxista. La agonía de la multitud de los sindicatos Este 7 de agosto, 45 años despuésm estuve en la misma plaza, con muchos de los mismos sindicatos y muchos más, con dos confederaciones sindicales, con las mismas convocatorias contra la misma política económica y una diferencia. La identidad sindical parecía un anciano vencido. El nosotros era uno. Uno con apatía, mirada perdida, indiferente, con Alzheimer. ¿Era una multitud? Si a simple vista lo era. La misma plaza, pero otro espacio, otra gente, todos actos individuales, aislados, no parecía haber uno que cuestionara el orden capitalista. Frente a la Catedral, aisladamente algún dirigente perdido, sin saber qué hacer, qué decir, explicar por qué estaba ahí. La multitud que sería la totalidad de los individuos des-ligados, acaso vinculados por las redes sociales de los homo sacer como diría el filósofo italiano autor de esta expresión. Homo sacer, el individuo reducido a sí mismo producido por el poder hegemónico del sistema capitalista en el que la explotación del hombre por el hombre ha mutado a una autoexplotación. Y la explotación de las vetustas estructuras sindicales prisioneras de un sistema impulsado por la codicia de los que ocuparon y ocupan los cargos. Con muy pocas excepciones los propios dirigentes muy pronto se hicieron cómplices del neoliberalismo y como muestra de lealtad se comprometieron en ser ellos los propios verdugos rindiendo obediencia al Dios dinero. Sin olvidar derogar aquella directiva que decía. “Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. Para Agamben, los campos de concentración nazis son una manifestación extrema del concepto de homo sacer, donde se lleva al límite la posibilidad de excluir y eliminar la vida de ciertos grupos considerados indeseables como considera el gobierno de Israel a los palestinos de la Franja de Gaza o como son considerados los rohingya en Myanmar. Agamben considera que el concepto de “homo sacer” sigue siendo relevante en la actualidad, en un mundo donde la biopolítica y la exclusión son fenómenos cada vez más extendidos. Por nuestra parte creemos con Han que entre la multitud de homo sacer donde el hombre se ve reducido al aislamiento y al solitario que vive en compañía de las redes o multitudes virtuales hay una multitud. La multitud de fieles que el mismo 7 colmaron los santuarios de San Cayetano. Es cierto que el mundo sufrió un cambio en las relaciones entre las personas e institucionles que fue bien señalado por el sociólogo Zygmunt Bauman polaco-británico de origen judío La llamada falacia de composición y la realidad argentina “La falacia de composición es un tipo de razonamiento lógico inválido que ocurre cuando se asume que las propiedades de la partes individuales de un todo también se aplican al todo en su conjunto. Cuando se infiere incorrectamente que si algo es cierto para cada miembro o componente, entonces también debe ser cierto para el conjunto. El error consiste en creer que las propiedades de las partes son propiedades del todo en sí mismo.” Esta falacia es válida para examinar todos los todos y sus partes, sin olvidar que en el vértice de la pirámide está Dios. Ejemplo clásico en economía es el siguiente: si cada persona en un país ahorra más dinero, no significa que la economía crecerá. Si todos ahorran la demanda de bienes y servicios disminuirá, con lo cual lo más probable es que conduzca a una recesión. Zygmunt Bauman, el gran filósofo de la modernidad líquida, marca en sus obras el gran retroceso que viven las personas y la democracia en sus vínculos. Los sindicatos no escapan a esa ausencia de solidez en las relaciones entre dirigentes y representados y fundamentalmente a la licuación de las relaciones interpersonales y los valores absolutos.
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