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  • Liderazgos populares proscriptos: ¿se logra superarlos en la política actual?

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 09/08/2025 17:52

    El peronismo sin Perón empezó a contemplarse tras el golpe de 1955, cuando Perón fue proscrito incluso por algunos referentes de su propio movimiento. El primer intento de neoperonismo fue liderado por Juan Bramuglia y su formación política, Unión Popular. Bramuglia se destacó como “el más eminente y talentoso ministro de la primera presidencia de Perón”. Su experiencia neoperonista, aunque menos conocida, es en su estilo mucho más contemporánea que la propuesta de Augusto Timoteo Vandor, cuyo neoperonismo se centró en la UOM, una estructura gremial que hoy no posee la misma relevancia. Regresando a Bramuglia, poco después del derrocamiento de Perón en septiembre de 1955, el Partido Justicialista fue proscripto y su actividad declarada ilegal. A pesar de esto, la masa de seguidores del líder proscripto y su caudal de votos seguían constituyendo un valioso capital político y electoral que atraía tanto a políticos como a líderes gremiales. Diversas personalidades que en distintos momentos formaron parte del partido peronista esperaban aprovechar la proscripción y lo que consideraban el distanciamiento de Perón de la escena política argentina, impuesto por los nuevos gobernantes militares, para lanzar una carrera política independiente. Tal pretensión era imposible mientras el carismático líder mantuviera el control, pero parecía factible en el nuevo contexto de proscripción y exilio. A continuación, fragmentos del historiador Raanan Rein de la Universidad de Tel Aviv resultan muy esclarecedores al respecto: “La UP bajo el liderazgo de Bramuglia no puede ser considerada un éxito. La agrupación pretendía convertirse en heredera de Perón y presentar una versión institucionalizada, organizada y democrática del peronismo, enarbolando el estandarte de reformas sociales e integración de la clase obrera al proceso político. Más aún, Bramuglia intentó destrabar la antinomia peronismo/antiperonismo, aprovechando que gozaba de estima tanto entre justicialistas como entre sus opositores (particularmente en el partido radical, donde mantenía amistades con personalidades de la cúpula, como Frondizi y Balbín, y con activistas de la segunda y tercera línea, en especial entre los de la UCRI), tanto en la Argentina como en el extranjero”. “Bramuglia no dudó en criticar el liderazgo de Perón, al menos en los años 1955-1958. Sus propuestas políticas, sus críticas al ‘presidencialismo’, su intento de crear un partido político autónomo de las instrucciones del general en el exilio, y hasta su estilo retórico, cada uno de estos elementos constituía en cierta medida un desafío a Perón y un intento de remodelar la identidad peronista y el sistema político argentino… Bramuglia se quejó de que auténticos líderes obreros hubieran sido defenestrados y reemplazados por los aduladores favoritos de Eva Perón. Tampoco ocultó su desilusión por el paulatino control estatal y partidario sobre los medios de difusión. Perón mismo, según Bramuglia, ‘no creía en la democracia. Como todo creía en la disciplina y en la jerarquía’. Estas mismas cosas las dijo también en discursos públicos”. Esta primera tentativa de fundar una experiencia de peronismo sin Perón subraya conceptualmente que los liderazgos populares, incluso proscritos, no se transfieren ni se superan. En este sentido, Cristina Kirchner hoy se encuentra presa y proscripta. Naturalizar este episodio antidemocrático por parte de un amplio sector de la oposición al actual gobierno nacional (no solo en el ámbito político) es una de las causas de la falta de alternativas reales que aún sostiene el desastroso gobierno de Javier Milei. La deriva más evidente (no la única) de esta carencia de alternativas es la apatía electoral de un sector creciente de la ciudadanía, especialmente entre los segmentos medios bajos y bajos, que llevan más de una década sometidos a un durísimo trato, muchos de los cuales se identifican con la expresidenta. Desde esta perspectiva, “Cristina libre” no es solo un lema electoral, sino la condición necesaria para restaurar la democracia y el sistema de representación electoral, que actualmente se encuentra desvirtuado de manera inocultable. Sabemos que, aunque muchos dirigentes especulen o miren hacia otro lado, no se puede solucionar con alfileres lo que debe romperse a martillazos, estimados lectores de PERFIL. *Director consultora Equis.

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