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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/08/2025 15:03
Un miembro del cártel oculta uno de seis paquetes de droga en la puerta del conductor de un coche con destino a Estados Unidos (The New York Times) El empaquetador de fentanilo se movía con precisión mientras la luz de su linterna frontal proyectaba un resplandor intenso sobre el trabajo veloz de sus manos enguantadas. Las chatarras sin cofre de vehículos viejos yacían desguazadas bajo un cielo completamente negro. El suelo estaba cubierto de gatos hidráulicos, bobinas y trapos grasientos. El hombre roció seis paquetes envueltos en aluminio con un líquido que olía a cloro, un compuesto que, según dijo, ayudaría a que los perros rastreadores no detectaran el fentanilo. Debajo del papel de aluminio, la droga mortal estaba envuelta en papel carbón para intentar evitar los métodos básicos de detección por rayos X, dijo. El hombre de 58 años, mecánico de día y empaquetador de drogas de noche, llevaba más de 20 años trabajando para el Cártel de Sinaloa, reparando y cargando coches con cocaína, metanfetamina y ahora fentanilo. Dijo que, en todo ese tiempo, su trabajo nunca había sido tan peligroso como ahora. “Ojalá que este sea mi último encargo”, dijo. El cártel, que como una de las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas más formidables del mundo solía parecer inmune a sus rivales, se ha visto obligado a luchar por su supervivencia. El presidente Donald Trump ha prometido acabar con el tráfico de fentanilo y ha ordenado al Pentágono que comience a utilizar la fuerza militar contra ciertos cárteles que su gobierno considera que son organizaciones terroristas. Un líquido, compuesto de sustancias químicas que ayudan a disimular el potente olor del fentanilo, es rociado sobre un paquete (The New York Times) México, muy presionado por Trump, ha lanzado su propio combate agresivo, desplegando cientos de soldados para combatir al Cártel de Sinaloa, un grupo designado como terrorista por Estados Unidos. Mientras se encuentra bajo una intensa presión de ambos gobiernos, el cártel también se ha visto afectado por luchas internas. Pero incluso en ese estado de debilidad, el cártel sigue adaptándose. Sus traficantes están realizando cargas más pequeñas, ideando métodos creativos y ajustándose en tiempo real a las amenazas cambiantes, lo que demuestra lo extraordinariamente difícil que sería para cualquier gobierno desmantelar una organización criminal tan arraigada. Y, a pesar de la campaña en su contra, integrantes del cártel dijeron que no tenían intención de abandonar el negocio. La mayoría no mostró ningún remordimiento por el devastador saldo en Estados Unidos, donde el fentanilo ha generado una crisis de adicción y se ha convertido en una de las principales causas de muerte. Esos integrantes dijeron que simplemente estaban manejando un negocio y argumentaron que si no satisfacían la demanda estadounidense, alguien más lo haría. Este verano, The New York Times entrevistó a cinco operadores del cártel. Hablaron con The New York Times bajo condición de anonimato porque, de lo contrario, correrían el riesgo de ser detenidos u otros peligros. La reportería del Times incluyó documentar cómo se ocultaban los paquetes de fentanilo en coches en Culiacán, en el oeste de México, con el fin de mostrar con mayor detalle cómo se desarrolla el tráfico de fentanilo. El posterior viaje del coche a Estados Unidos se reconstruyó a través de entrevistas con los cinco integrantes: el mecánico, un chofer, un miembro de alto rango del cártel y dos traficantes radicados en Arizona. El mecánico fue contratado en esta ocasión para ocultar alrededor de seis kilogramos de fentanilo con destino a Estados Unidos. Tenía un valor de hasta 90.000 dólares, pero dijo que, en comparación con los últimos años, era una carga pequeña. Había tallado un compartimento oculto detrás del panel de la puerta delantera izquierda del automóvil. Soldó un tubo de acero entre la carcasa exterior y el marco interior, creando un espacio falso donde se podían meter los paquetes. Lo diseñó cuidadosamente: si los agentes golpeaban, buscando contrabando oculto, sonaría hueco, como una puerta normal y vacía. Los cárteles suelen utilizar coches de tamaño mediano, tipo Honda, Nissan o Toyota, ya que cuanto más normal es el vehículo, más probable es que pase desapercibido, dijo el mecánico. Nunca utiliza el mismo método de ocultación dos veces, dijo, sino que varía según el automóvil y la cantidad de contrabando. Vista del muro fronterizo entre Estados Unidos y México desde el centro de Nogales, Arizona, en 2023 (The New York Times) “A veces lo colocamos en la parte de tanque de gasolina, a veces en la parte del motor, o en la carrocería, o sea, varía pues”, dijo, señalando diferentes partes del vehículo. El embalaje de la droga apenas era el comienzo de un viaje que llevaba el coche desde un bastión del cártel en México a través de la frontera y hasta Estados Unidos, una travesía que requería una cuidadosa coordinación por parte de los contrabandistas. En respuesta a las amenazas en su contra, el cártel ha recurrido a sus profundas reservas de efectivo, ha recortado la nómina, ha trasladado la producción de fentanilo afuera de su estado natal, ha redirigido los envíos a Europa y, lo que quizá sea más revelador, ha forjado una frágil alianza con un antiguo archienemigo. Según los analistas, se trata de medidas desesperadas, pero también revelan algo más: una red criminal que, incluso en retirada, ha demostrado su capacidad de resistencia e innovación. En estas nuevas condiciones, la producción y el transporte de fentanilo se han vuelto más lentos, más arriesgados y mucho más costosos, dijeron los cinco integrantes del cártel. Los sobornos ahora cuestan más, los puestos de control militar se han multiplicado en todo México y los agentes fronterizos estadounidenses han reforzado los controles. Se incautan más envíos, por lo que, para minimizar las pérdidas, los traficantes envían cantidades más pequeñas. Sin embargo, los miembros operativos del cártel dijeron que la demanda de fentanilo no ha disminuido, a pesar de su papel en el gran número de sobredosis que se producen cada año. Es por eso que los cárteles encuentran formas de entregar la droga. Las descripciones que hicieron los integrantes sobre cómo se contrabandeaba el fentanilo a través de la frontera coinciden con los métodos descritos a The New York Times por funcionarios policiales estadounidenses, entre ellos uno que supervisa operaciones fronterizas y otro que vigila la actividad de los cárteles. Las conclusiones de la Administración para el Control de Drogas (DEA por su sigla en inglés), descritas en los informes de la agencia, también coinciden con las técnicas de contrabando descritas por los miembros del cártel. El mecánico, cuya propia vida en los bajos fondos de México le había dejado graves heridas de bala, una adicción a la cocaína y una familia destrozada, fue uno de los pocos que expresó remordimiento por sus actos. El fentanilo, dijo, “es la razón de esta maldita guerra en la que han muerto tantas personas, muchas de ellas inocentes, y eso me pesa”. “Pero yo sí tengo miedo, sí tengo miedo”, añadió, “porque no cualquiera se sale y el que se sale muchas veces es con los pies por delante”. El cártel de Sinaloa utiliza compartimentos secretos para traficar fentanilo a EEUU (The New York Times) El conductor Para la misión de Culiacán, los líderes del cártel tenían dificultades en encontrar hombres de confianza. Muchos habían sido arrestados o asesinados en las sangrientas luchas internas del cártel y en la ofensiva de México para desmantelar el grupo criminal. Un miembro de alto nivel, cuya función consistía en reclutar estudiantes de química para ayudar a fabricar fentanilo y supervisar la producción, solía evitar operaciones arriesgadas como esta. Pero, a pesar de su rango, las necesidades del cártel lo pusieron en una encrucijada. Podía quedarse entre bastidores o aprovechar una peligrosa oportunidad para impresionar a sus superiores. No lo dudó y aprovechó la oportunidad para demostrar su valía y convertirse en un socio aún más cercano en el negocio multimillonario. Dijo que no solo podría ganar dinero o un posible ascenso, sino también el bien más preciado: la confianza de los altos mandos del cártel, en un mundo donde la simple sospecha puede ser fatal. Para ganarse esa confianza, estaba dispuesto a arriesgar su libertad y su vida. Así que, en una noche reciente, giró la llave del coche y se puso en marcha hacia la frontera con Estados Unidos, según contó más tarde. Un segundo vehículo se adelantó, con vigías o halcones entrenados para leer el terreno. Su trabajo consistía en avisar sobre lo que había más adelante y detectar posibles amenazas: un nuevo punto de control, soldados donde antes no los había, un coche aparcado demasiado tiempo al lado de la carretera. “Están vigilando todo”, dijo el conductor. “Cualquier cosa sospechosa”. Él los seguía a distancia, con las manos apretadas sobre el volante y un rifle de asalto escondido debajo del asiento, recordó más tarde. El destino: Arizona. No habría vuelta atrás, ni si los detenían, ni si alguien reculaba. La represalia del cártel sería inmediata. Pero la recompensa valía la pena, dijo. Afirmó que, horas después de partir, le ordenaron detenerse. Esperó durante horas en un punto intermedio de la ruta hacia el norte. El viaje desde Culiacán hasta la frontera con Estados Unidos fue una operación meticulosamente coreografiada. Un solo conductor llevaba un coche cargado con el opioide sintético, pero detrás de él se movía una robusta maquinaria de poder. En cada etapa, el conductor recibía instrucciones de sus superiores, indicaciones codificadas sobre qué carreteras tomar y cuáles evitar. A veces, conducía por autopistas bien pavimentadas, dijeron operativos del cártel. Otras veces, se desviaba por caminos de tierra que serpenteaban entre la maleza. La ruta nunca era improvisada. Cada desvío estaba diseñado para eludir los controles policiales o militares. Incluso esos controles estaban previstos. Según los cinco integrantes, los sobornos suelen acordarse en al menos cuatro puestos militares mexicanos entre los estados de Sinaloa y Sonora. Los soldados dejan pasar al conductor designado con la carga intacta, ya que el peaje ya está pagado, dijeron. En un momento dado, según relató el conductor, se detuvo la marcha a causa de un “retén militar mexicano que no estaba allí antes”. El cártel tuvo que “resolver ese pequeño problema” con un soborno, dijo. Parte del muro fronterizo entre Estados Unidos y México en Arizona este año (The New York Times) La frontera Dijo que, cuando ya se acercaba a su destino, recibió una llamada: detén el auto. A unos 112 kilómetros al sur de Tucson, en las afueras de Nogales, México, el conductor se detuvo para lo que ya se había convertido en una pausa rutinaria en estos viajes. A ambos lados de la frontera, una red de vigías y coordinadores trabajaba en sincronía, verificando una y otra vez que todo estuviera en orden. Eso incluía lo más crítico: el agente fronterizo estadounidense que, a cambio de una suma de dinero, había acordado dejar pasar el vehículo, dijeron los operativos del cártel. Pero poco después llegó un aviso del agente fronterizo estadounidense de que había problemas, dijo el conductor. El coche había sido identificado. La noticia se extendió rápidamente por la red de que las autoridades estadounidenses habían sido alertadas, posiblemente por un rival del cártel. La operación se había visto comprometida. Los contrabandistas activaron el plan B. Se organizaría un segundo vehículo más al interior de Sonora y se volvería a empaquetar la carga. Pero ese no era el único problema. La seguridad estadounidense parecía más estricta en medio de las tensiones en Medio Oriente. Nada se movía con facilidad. Así comenzó la espera. A medida que las horas se convertían en días, la ansiedad se hizo presente. El conductor pensó en dar media vuelta y conducir hacia el sur, hacia Sinaloa. Pero retirarse significaba arriesgarse a sufrir represalias. Después de tres días en el limbo, finalmente llegó otra señal. La operación se reanudaba. Una vez más, la red del cártel se había puesto en marcha: un ecosistema criminal sostenido por una red coordinada de vigías, conductores, empaquetadores, operativos y una larga cadena de funcionarios corruptos, desde soldados rasos hasta agentes fronterizos. El conductor dijo que el agente fronterizo estadounidense recibiría ahora decenas de miles de dólares solo por la advertencia, además del pago original que ya se le había prometido por dejar pasar el coche por el puerto de entrada de Mariposa, en el centro de Nogales. Su acusación no pudo ser verificada de forma independiente. Pero tanto el conductor como el mecánico dijeron que las drogas habían cruzado la frontera, una señal de lo profundo que era el alcance del cártel. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por su sigla en inglés) remite los casos de posible corrupción en sus filas al Departamento de Justicia para que los investigue. Cuando se le preguntó sobre las acusaciones de que los agentes aceptaban sobornos, el comisionado en funciones de la agencia, Rodney S. Scott, dijo en un comunicado que “los agentes y oficiales de la CBP arriesgan sus vidas para defendernos todos los días”. El relato del agente coincide con las conclusiones de las autoridades estadounidenses, que han documentado la influencia del Cártel de Sinaloa. En abril, un exagente de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos fue condenado por conspirar con dos ciudadanos mexicanos para dejar pasar vehículos por su carril sin inspección, dijo en abril la fiscalía federal del distrito de Arizona. Un miembro de la Guardia Nacional Mexicana en junio en Culiacán (The New York Times) Los fiscales federales dijeron que el agente proporcionó detalles a los ciudadanos mexicanos sobre las operaciones de los puestos de control y dejó pasar al menos cinco vehículos a cambio de una parte de los ingresos por el contrabando: 20.000 dólares de los 40.000 que recibían los traficantes. El cártel ejerce “un control casi total sobre la región fronteriza al sur de Arizona, lo que le facilita el acceso a los puntos de entrada de San Luis Río Colorado y Nogales”, según un informe de la DEA de 2024. Los delincuentes utilizan ese control para introducir fentanilo en Estados Unidos, añadía. En una entrevista telefónica una vez de vuelta en México, el conductor dijo que había entregado la carga en Tucson y que operativos locales la llevarían a California. El conductor dijo que todo había salido bien gracias a cómo se había organizado. “El cruce estuvo tranquilo”, dijo. © The New York Times 2025.
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