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» Clarin
Fecha: 09/08/2025 06:44
Cae el telón de terciopelo rojo y la bailarina saldrá a saludar envuelta en una bandera celeste y blanca. Una, dos, diez veces. Y en cada reverencia al borde del escenario dejará retazos de su propia historia. Luego se pondrá de puntitas y trepará la mirada por los palcos hacia el paraíso. Olé, olé, olé, ole, Nela, Nela, escuchará como si el Colón fuese la Bombonera. Y entonces sí, Marianela Núñez volverá a su casa de San Martín como la Messi del ballet. De allí había partido a los 15 años hacia el Royal Ballet de Londres y volvió a los 43 años para convertirse en profeta en su tierra. Justo a la edad que para muchos ya vale la nostalgia, pero no para alguien como ella que se animó a romper todos los moldes. “La mini Nela de años atrás nunca hubiera imaginado ser tapa de esos dos diarios”, posteó en sus redes la semana que se presentó en el Colón, con Don Quijote. Desde Clarín y La Nación asomaba ella como una rockstar del ballet. Como si a los 43 años lo mejor todavía estuviese por llegar. Posteo de Marianela Núñez en Instagram. Marianela sonríe ahora con sus ojos glaucos y agradece haber recibido desde muy chica el regalo de la vocación. “Me gustó algo, lo hice, me salió bien y encima me reconocen. Estoy bailando y floto”, se emociona. Y habrá que remontar el río de la memoria hasta su infancia en San Martín, cuando los pies aún no le llegaban al suelo y su mamá la vistió de rosa para llevarla a una clase de danza. Era la cuarta hermana de tres varones mayores y cuando al fin nació la nena, su mamá dijo “basta de fútbol”. "Marianelamaía". En la puerta del Cólón, con su pertenaire de Don Quijote. Y así, de pronto, la pequeña Nela quedó cara a cara con su vocación. Tal y como recuerda el escritor japonés Haruki Murakami el día que quedó frente a frente con la suya. ¿Cómo se revela esa ardiente curiosidad que nos modificará la vida para siempre? En su primera novela, “Escucha la canción del viento”, Murakami detalla con precisión cómo y dónde ocurrió esa epifanía. Fue una tarde soleada de 1978, mientras miraba un partido de béisbol en Tokio y se dejó llevar por el zumbido del bate contra la pelota que aterrizó entre sus brazos. Así, sin más, empezó a escribir. Como si la vocación le hubiese caído del cielo. Casi casi como a la pequeña Nela, que hoy inspira a estudiantes que la esperan a la salida del Teatro, sobre la calle Cerrito, con celulares en alto, zapatillas de punta y programas y cartas en la mano. No solo por su técnica de baile (este año el rey Carlos III le otorgó la Orden del Imperio Británico “por su servicio a la danza”) sino por la energía que irradia entre su hinchada de fans, los miles que asisten a esta verdadera misa del ballet. Es que Marianela Nuñez no es otra cosa que la sencillez y vocación en puntas de pie. El jueves volvió a lucirse en la gala de los 100 años del Colón, y anoche una multitud la siguió hasta San Martín, donde la hija pródiga y madrina de la Escuela Municipal de Danzas vuelve cada vez que visita el país. Para aprender y enseñar, y para seguir tirando de la vida hacia una eterna primavera.
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