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  • En cadena nacional Milei advierte: “Me van a tener que sacar con los pies para adelante”

    Valle María » Vallemarianoticias

    Fecha: 08/08/2025 23:55

    El presidente anunció este viernes en un mensaje difundido por cadena nacional el envío de proyectos para blindar el gasto público y penalizar proyectos que incurran en déficit fiscal. Discurso completo Buenas noches a todos. Queridos argentinos: como todos saben, esta gestión asumió la presidencia de la Nación con un mandato económico claro, terminar con la inflación y generar las condiciones para que la Argentina crezca de forma sostenida en el tiempo. Como les dije hace algunos meses, cuando anunciamos la salida del cepo cambiario, nosotros vinimos a arreglar la economía de raíz, sin atajos ni gradualismo, y la única manera de lograr este objetivo es a través del orden fiscal, el orden monetario y el orden cambiario. Luego de un año y medio de esfuerzos, nuestro programa empezó a arrojar sus primeros resultados. La inflación se ha desplomado, pasando de una tasa interanual del 300% cuando asumimos a una tasa interanual del 25% y va camino a desaparecer para mitad del año que viene. Sacamos de la pobreza a más de 12 millones de personas de los cuales más de 2,5 millones son jóvenes y la indigencia pasó del 20,2% al 7,3%, es decir, que cerca de 6 millones de personas que no les alcanzaban para comer hoy comen. Y además, los salarios privados le vienen ganando sistemáticamente a la inflación desde el mes de abril del año pasado. Estos son algunos de nuestros primeros resultados, pero ello no quiere decir que todos los problemas que hemos heredado ya estén resueltos, porque no se puede arreglar en dos años lo que se destruyó en casi un siglo. Por eso, antes de generarle falsas ilusiones a los argentinos, nosotros optamos por ser francos en decirles cuán duro sería el camino y ser firmes a la hora de recorrerlo, entendiendo que nada valioso en la vida ocurre de la noche a la mañana. Hoy quiero comenzar por agradecerles una vez más por apoyarnos en el rumbo que hemos trazado y pedirles que no se dejen engañar por los que ya llevaron al país al pozo del que estamos intentando salir. En el último mes hemos presenciado un nuevo espectáculo lamentable en la política argentina, el Congreso de la Nación impulsó un conjunto de leyes dirigidas a destruir el superávit fiscal que tantos esfuerzos nos ha costado a todos los argentinos y que es la piedra angular para que la recuperación económica sea sostenible en el tiempo y se transforme en crecimiento genuino. Usando causas nobles como excusas, promulgan leyes que irremediablemente llevan a la quiebra nacional. Los proyectos aprobados por el Congreso, si los sumamos todos —que incluyen reinstalar la moratoria previsional, aumentar el salario de docentes y las pensiones por discapacidad, entre otros—, representan un gasto anualizado de prácticamente 2,5% del PBI. Esto implicaría un aumento del gasto público equivalente a una YPF por año o, dicho de otra manera, implicaría un endeudamiento adicional de más de 300.000 millones de dólares, o un incremento de la deuda del Estado Nacional del 70%. Parece una pretensión noble, pero cuando no hay plata no se trata más que un engaño demagógico de parte de la política que toma los ciudadanos como idiotas, pero lamentablemente esto no se trata de que los jubilados, los docentes o los discapacitados tengan mejores ingresos, esto se trata de poder, esto se trata de una clase política que hace dos años perdió el poder y van a hacer cualquier cosa con tal de recuperarlo sin importar si eso implica destruir la estabilidad que tanto nos ha costado conseguir. Para mí sería fácil acompañar cualquier iniciativa del Congreso, aumentar el gasto y desentenderme de las consecuencias futuras como hicieron los presidentes anteriores. Incluso sería beneficioso políticamente porque muchos votantes tendrían más dinero en el bolsillo en los meses previos a las elecciones nacionales. Pero mi tarea como presidente no es hacer lo que me conviene a mí en términos de poder, sino que mi tarea es asegurar el bienestar presente y futuro de los 47 millones de argentinos. No vine acá a buscar atajos, sino a dar vuelta la página de nuestra decadente historia. Mi tarea no es parecer bueno, es hacer el bien, incluso si el costo es que digan que soy cruel, y rectificar una hipotética injusticia presente, pero al costo de rifar nuestro futuro una vez más, es lisa y llanamente hacer el mal. Pero primero es importante explicar por qué aumentar el gasto público es un acto destructivo: cuando un Estado gasta más de lo que recauda y no puede endeudarse o subir impuestos, recurre a la emisión monetaria para financiar sus gastos. Esto no es otra cosa que agregar dinero inventado a la masa de dinero existente en la economía, lo cual produce inflación. De aquí que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario, causado por el exceso de oferta de dinero, ya sea por un aumento de la oferta, por una caída de la demanda o las dos a la vez, lo cual lleva a la pérdida del poder adquisitivo del dinero, esto es una suba del nivel de precios. O sea, si la inflación no estuviera directamente ligada a la cantidad de dinero de una economía, podríamos felizmente imprimir billetes para todos y abolir la pobreza por ley. La dura realidad es que emitir dinero no crea riquezas, sino que las destruye, porque le quita valor al dinero que ya estaba en circulación. El dinero que está en el bolsillo de cada uno de los argentinos ¿Por qué? Porque la cantidad de bienes y servicios que ese dinero puede comprar sigue siendo la misma, lo que hace que haya más pesos por cada bien y servicio disponible, a este robo le damos el nombre de inflación. Quienes hayan vivido hiperinflaciones saben bien que tener más billetes no significa poder comprar más cosas. De esta forma, se le roba poder de compra a los sectores más vulnerables que no pueden defenderse de este atropello. Lo que vuelve a este fenómeno tan difícil de identificar y tan atractivo para los políticos es que opera con un rezago de 18 a 24 meses, disociando las causas de su efecto. En línea con esto, nosotros fijamos la cantidad de dinero hace un año, lo que hará que, para el año que viene, la inflación desaparezca por completo. Lo que también vuelve tan tentadora a la inflación es que, al no ser distribuida igualmente a lo largo y a lo ancho de la sociedad, genera desigualdades en favor de la política. Es decir, como el Banco Central no le deposita el dinero emitido a cada uno de los argentinos directamente en sus bolsillos y, por ende, no se le deprecian los pesos a todos por igual, quienes emiten el dinero pueden gastarlo antes de que los precios se vean afectados por el fenómeno inflacionario. Es decir, quien reparte, como siempre ocurre con la política, se queda con la mejor parte. Esto se conoce como el efecto Humme-Cantillon. Al mismo tiempo, quienes necesitan negar que la inflación es un fenómeno monetario, suelen excusarse diciendo que el valor del dólar es el que determina los precios de la economía y que la suba del dólar va a causar un aumento de todos los precios para siempre, pero esto es falso. Cuando la base monetaria está fija, si por algún motivo se produce un cambio en la composición de la demanda en favor de un bien A, en detrimento de un bien B, el precio de A va a subir y por ende también sube el gasto en el bien A, por lo que inexorablemente el gasto en el bien B va a caer y por ende también su precio. Por lo tanto, lo que sube el precio de A es compensado con la caída del precio de B, por lo que el nivel general de precios no cambia sino que lo que ocurre es un cambio de precios relativos. Por lo tanto, la única forma de que haya inflación es que el Banco Central para evitar la caída del precio B, emita dinero haciendo subir el precio de A más que proporcionalmente y dando lugar a la inflación. Esto significa que, sin convalidación monetaria, o puesto de otra manera, con la base monetaria fija, el nivel de precios no varía. Por eso, cuando se terminen de limpiar los rezagos de la emisión monetaria pasada, las fluctuaciones del dólar, de la papa o de la zanahoria no tienen por qué impactar sobre el nivel general de precios y, por ende, en la tasa de inflación. Hay que decirlo una y otra vez: la única relación causal que existe es desde la cantidad de dinero hacia el nivel de precios; no existe relación causal entre el tipo de cambio y el nivel de precios. La cantidad de dinero es la que va a determinar los precios y, si la dejamos constante, una vez que se limpien los rezagos de la política monetaria heredados del desastre de la gestión anterior, la inflación solo será un mal recuerdo del pasado. Hoy, el Congreso de la Nación, está impulsando gastos sin explicar su fuente de financiamiento y sin preocuparse porque esa fuente implique o no imprimir dinero. Al hacerlo no está proponiendo otra cosa que, o más impuestos que destruyen el crecimiento económico, o más deuda causando un genocidio contra los jóvenes, nuestros hijos, nuestros nietos y las generaciones futuras, o más inflación, que golpea especialmente a los sectores más vulnerables que ellos dicen defender. Por supuesto, en regímenes de alta inflación, los salarios de los diputados y senadores aumentan al ritmo de la inflación y no pierden poder adquisitivo. Por lo cual, no sufren en carne propia las consecuencias de su propia irresponsabilidad. Por eso, para ellos es rendidor políticamente mostrarse como defensores de los desaventajados, porque no reconocen ni sufren que las consecuencias directas de las políticas que impulsan sean generar inflación y destruir el poder de compra de la gente. Esta práctica define a la casta en su totalidad y es algo que han hecho políticos de todo tipo a lo largo de la historia. Como dijo Sun Tzu hace más de dos milenios, el gobernante cobarde es capaz de prender fuego a su propio país con tal de reinar sobre sus cenizas, y es exactamente lo que el Congreso está intentando hacer con sus constantes embates al equilibrio fiscal. No en vano somos el primer gobierno en 123 años que tiene déficit cero después del pago de intereses. Es paradójico que la figura del Parlamento fue concebida originalmente con el propósito de proteger el patrimonio de sus representados de las garras del Poder Ejecutivo. Por eso, durante las revoluciones americanas era popular la frase “no hay tributación sin representación”. En una república sana, el Ejecutivo propone los impuestos a cobrar y el Parlamento, en representación del pueblo, decide si los acepta o no, en pos de defender los intereses de sus representados. La locura es que aquí, es el propio Parlamento el que pretende aumentar el gasto, lo cual implica mayores impuestos y por ende, atenta contra los ingresos de sus representados. El verdadero mundo al revés. Cuán lejos estamos hoy de aquel ideal que tomamos como normal, que el Congreso nos imponga el gran impuesto no legislado que es la inflación. Por eso mismo y frente a los continuos intentos del Congreso de la Nación de atentar contra el programa económico del Gobierno y de la prosperidad de los argentinos, quiero anunciarles que en los próximos días estaremos tomando dos medidas para amurallar el déficit cero y la política monetaria de este Gobierno. En primer lugar, el día lunes firmaré una instrucción al Ministerio de Economía de la Nación para prohibir que el Tesoro financie el gasto primario con emisión monetaria. El Tesoro Nacional, mediante este acto, no podrá solicitar dinero prestado al Banco Central para financiar su gasto. Esta es una medida que, si bien en la práctica ya implementábamos, hoy la estamos formalizando. En segundo lugar, en los próximos días estaré enviando un proyecto de ley al Congreso para penalizar la aprobación de presupuestos nacionales que incurran en déficit fiscal. Este proyecto establece una regla fiscal estricta que le exige al sector público nacional obtener un resultado financiero con equilibrio o superávit. Todo nuevo gasto o recorte de ingreso que afecte este resultado deberá implicar un recorte en la misma proporción: cada peso nuevo que quieran gastar tiene que tener un nombre y un apellido; tienen que decir de dónde sale y a quién se lo sacan. También establecerá una sanción penal a los legisladores y funcionarios que no cumplan con estas nuevas reglas fiscales. Estas medidas parecen abstractas, pero permítanme contarles qué pasaría si tuviéramos que ratificar las leyes que hoy celebra el Congreso. Debido a ser el país con peor historial de default de los últimos 100 años, aún carecemos de acceso a los mercados internacionales de crédito, por eso nos sería virtualmente imposible tomar deuda para financiar los gastos corrientes que el Congreso está aprobando. Por lo tanto, deberíamos financiar todos estos gastos con emisión monetaria o subiendo impuestos explícitos. Los argentinos ya sabemos lo que ocurrirá si financiamos estos gastos con emisión monetaria, lo vimos hace muy pocos años, se formaría un efecto de bola de nieve semejante a lo que vivimos a lo largo del 2023 cuando la inflación llegó al ritmo del 1,5% diaria y la vida de todos nosotros era un descontrol en el que no teníamos ni noción de cuánto valían las cosas, ni forma de cuidar nuestro poder adquisitivo ante la suba sostenida de precios. Ese es tan solo el recuerdo más reciente, pero hemos vivido varias experiencias similares que se llevaron puesta a nuestra economía. En los últimos 100 años le quitamos 13 ceros a nuestra moneda y le cambiamos el nombre cinco veces intentando empezar de cero y sin embargo, el resultado final de cada nueva aventura fue el mismo, la hiperinflación, el aumento de la pobreza y el estallido social. En definitiva, una nueva crisis. Si en vez de recurrir a la emisión monetaria recurriéramos a la suba de impuestos, deberíamos volver a subir las retenciones, volver a imponer el impuesto PAÍS, el impuesto a las transferencias inmuebles, retrotraer las actualizaciones a los montos del impuesto a las ganancias, aumentar bienes personales, subir los aranceles de infinidad de productos encareciendo la vida de los argentinos y volver a subir todos los impuestos que hemos bajado a lo largo de los últimos dos años. El problema es que aumentar los impuestos destruye el potencial de crecimiento económico, lo cual se traduce en menos puestos de trabajo y menores salarios, y nos terminaría empobreciendo a todos. A su vez, la caída de la actividad también terminaría reduciendo el nivel de recaudación, haciendo que el Estado disponga de cada vez menos dinero para hacer frente precisamente a sus obligaciones, como jubilaciones o pensiones por discapacidad, y aun así no alcanzaría el dinero para pagar todos estos gastos que el Congreso pretende imponernos. Esto nos forzaría inevitablemente a volver a imprimir dinero y, en consecuencia, a que la inflación, en vez de disminuir todos los meses, empiece a aumentar todos los meses hasta terminar en una nueva hiperinflación. Es decir, aprobar todos estos proyectos del Congreso implica, ni más ni menos, que volver el tiempo atrás y volver a la Argentina al pasado del empobrecimiento y de la decadencia, es decir, tirar a la basura todo el sacrificio de este año y medio que hemos hecho los argentinos, hipotecando el futuro, un negocio solo para los políticos. Quiero ser muy claro con algo: no hay ninguna posibilidad de que yo permita que esto suceda. No vamos a volver atrás, no vamos a volver al pasado, no vamos a volver al sendero de la decadencia, y al Congreso le digo: si ustedes quieren volver atrás, me van a tener que sacar con los pies para adelante. Argentinos, no podemos seguir haciendo lo mismo de siempre y esperar resultados distintos. Si queremos que la inflación siga bajando, si queremos que la pobreza continúen retirada, si queremos que los ingresos aumenten y que el nivel de vida de los argentinos mejore, entonces, no podemos repetir las mismas recetas que nos llevaron al fracaso y pretender que mágicamente esta vez vayan a funcionar. No va a funcionar. La política económica del partido del Estado solo le sirve a los políticos, no a los argentinos de bien. Es momento de hacerse cargo de la verdad. La única manera de que los ingresos argentinos mejoren de forma sostenida a lo largo del tiempo, es con crecimiento económico genuino y la única manera de crecer es con orden fiscal y monetario. Con crecimiento genuino mejorarán los ingresos de todos, de los privados, de los trabajadores del sector público, de los jubilados y las asignaciones sociales. Pero no existen atajos en la economía, no hay salida fácil. Como en todos los órdenes de la vida, las recetas mágicas conducen al fracaso. Si aumentar el gasto público fuera una solución, seríamos el país más próspero no solo del mundo, sino de la galaxia entera. Por todo esto sepa que solo hay dos caminos posibles, uno es el que ofrecemos nosotros, un camino distinto por el que la Argentina no ha transitado prácticamente nunca en su historia, es el camino del crecimiento económico genuino. Este camino solo es posible custodiando celosamente el superávit fiscal y los derechos de propiedad, que permitan que aparezca el ahorro que financia la inversión para el crecimiento. Es un proceso que poco a poco y sector por sector, está rindiendo frutos y que pronto trasladará sus beneficios a toda la economía. Eso los políticos lo saben muy bien. Por eso el Congreso ha redoblado sus esfuerzos de sabotaje y obstrucción, por eso quieren quebrar la economía y arrastrarnos de nuevo al abismo. Son conscientes de que cada paso que damos hacia adelante nos aleja más de recuperar el poder y sus privilegios. Saben que cuando la Argentina despegue definitivamente, ellos se convertirán en nada más que un mal recuerdo de la historia. Una vez que los argentinos aprendamos que se puede vivir mejor, habremos roto el lazo enfermizo que nos mantenía sometidos a gobiernos demagogos y populistas, y no hay nada que les genere más terror que saber que no los necesitamos y que deberán ganarse la vida honestamente en el sector privado. El otro camino es uno que conocemos bien porque es el que venimos transitando como país hace un siglo: el camino predilecto de la política, el camino de la ilusión monetaria y la servidumbre estatal. Es el camino que propone este Congreso que nos quiere convencer de que imprimiendo dinero y regalándolo funciona. Según ellos, se puede imprimir la riqueza, pero ya vimos hace no tanto tiempo que ese sendero lleva directamente al colapso porque no es más que un robo y un espejismo. Hemos transitado ya ese camino y nos llevó directo a la más terrible de las pobrezas, nos llevó a la destrucción de nuestro futuro, y en el pasado reciente nos dejó al borde de una hiperinflación que, con un enorme sacrificio, hemos logrado evitar. Creo que he dejado muy en claro la elección ante la cual hoy nos enfrentamos como país: tenemos que elegir entre la responsabilidad o el realismo mágico, entre hacer lo correcto aunque implique tener paciencia, o tomar el atajo e inevitablemente volver a chocar. Los primeros dos años de nuestro gobierno se pueden explicar bajo una vieja paradoja lógica: ¿qué pasaría si una fuerza imparable se choca con un objeto inamovible? La fuerza imparable es nuestra determinación por cambiar el rumbo económico, implementando un programa que no se hizo nunca antes en la historia argentina. El objeto inamovible es la adicción de la política al gasto público sin respaldo, que les da rédito inmediato a ellos, pero que destruye el futuro de todos los argentinos. Cada una de las sesiones que se han visto en el Congreso a lo largo de los últimos seis meses ha sido una expresión del choque entre esta fuerza imparable y aquel objeto inamovible, y hoy estamos a las puertas de la resolución de este conflicto. Por suerte, para todos los argentinos las próximas elecciones de octubre van a dirimir esta paradoja de una vez por todas. Y se podrá elegir un nuevo Congreso que nos permita avanzar a mayor velocidad con cambios que el país necesita. Son ustedes los que van a definir quién resiste más, la fuerza imparable del cambio o el objeto inamovible. No hay terceras vías en esta encrucijada. No hay soluciones mágicas. Hoy toca hacernos cargos del peso del pasado para garantizarle a la futuras generaciones un mejor porvenir. Esa es la tarea básica de un gobierno patriota. Y el instante en el que la descuidemos, dejaremos de ser merecedores de la confianza que el pueblo ha depositado en nosotros. Hoy les pido a ustedes, miembros del Congreso Nacional, que por una vez estén a la altura de la tarea que les fue encomendada por la voluntad de nuestra gran nación, y les pido a la sociedad que confíe en el proyecto. Les aseguro que este gobierno no va a claudicar en su lucha para eliminar la inflación, mantener el superávit fiscal y terminar con los privilegios de la política, con el objetivo de reencaminar al país en la senda del progreso y la prosperidad. Les recuerdo una frase de Virgilio, que citaba recurrentemente Ludwig von Mises: jamás cedamos frente al mal, vamos a combatirla con mucho más fuerza. Que Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen. Muchas gracias.

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