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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/08/2025 04:37
Donald Trump Es interesante observar el comportamiento de diversos países frente al poder de las potencias y en particular frente a Donald Trump y su particular estilo de negociación de los aranceles de importación a EEUU. Siempre empieza pidiendo lo imposible o de máxima, para llegar a lo realmente deseado o posible. Hasta el momento EEUU firmó nueve acuerdos con: Gran Bretaña, China, Vietnam, Japón, Filipinas, Indonesia, la Unión Europea, Corea del Sur y Pakistán; con Taiwán dice haber llegado a “ciertos consensos”. Gran Bretaña. Fue el primero; reduce los aranceles a los autos británicos del 25% a 10% (hasta 100.000 al año) y los elimina para acero y aluminio; otorga permisos recíprocos para la exportación de carne vacuna y productos agrícolas; reduce barreras no arancelarias y simplifica trámites aduaneros. Aliado ganador. China. De las amenazas recíprocas del 115%, llegaron al acuerdo del 30%, aún en desarrollo, aunque mantiene elevados aranceles (55%) para determinados productos chinos. También China aprueba y facilita la exportación de tierras raras; elimina medidas de represalia mutua, y relaja controles para el acceso de productos chinos al mercado estadounidense. Vietnam. Acordaron elevar los aranceles al 20 % (con una tasa de 40% a productos de los que se sospeche procedencia china); partiendo de la amenaza previa de situarlos en un 46%. Japón. De la amenaza del 25% acordaron finalmente un 15%. Japón se comprometió a invertir 550.000 millones de dólares en EEUU y a abrir su mercado en sectores como automóviles, camiones, arroz y productos agrícolas. Aliado perdedor. Filipinas. Se impone un arancel de 19% a los productos filipinos, casi el 20% con el que había amenazado, a cambio de que los productos estadounidenses queden exentos de aranceles al entrar en Filipinas. Indonesia. Algo similar a Filipinas. Acuerdo en un 19% pero incluye compromisos de compra de aeronaves, productos agrícolas y energéticos estadounidenses por parte de Indonesia. Unión Europea. Amenazando con un 30%, la mayoría de las exportaciones europeas quedarán finalmente gravadas con 15%. Francia quedó muy disconforme. La UE se compromete a comprar energía de EEUU por un valor de 750.000 millones de dólares, a invertir 600.000 millones de dólares en ese país y a incrementar la compra de material militar de EEUU. Aliado muy perdedor. Corea del Sur. Han acordado aranceles del 15% a los productos coreanos, mientras los de EEUU quedan exentos para su entrada en Corea, quien además se compromete a invertir 350.000 millones de dólares en EEUU y a adquirir 100.000 millones en productos energéticos. Aliado perdedor. Pakistán. El acuerdo comercial incluye la rebaja de aranceles “recíprocos” (sin indicar valores), e incluye que EEUU colaborará con PK en la gestión de “sus enormes reservas de petróleo”. En cuanto a otros países, Trump parece manejar una impronta con más peso en lo geopolítico que en lo comercial. India. EEUU amenaza sumar un 25% adicional a los actuales aranceles, por las relaciones de India con Rusia, en especial, las referidas a compras de sistemas de armas y de petróleo ruso. Intenta socavar la autonomía estratégica de India con respecto a su participación en el BRICS. Brasil. EEUU lo amenazan con un 50%, pero introduciendo cuestiones políticas internas (juicio a Bolsonaro), con lo que de paso EEUU intenta romper el Mercosur. En relación a Argentina poco se sabe, aunque se mantendrían altos los aranceles para los productos siderúrgicos y de aluminio, lo que agravaría aún más la ya deficitaria balanza comercial de Argentina con EEUU. Al parecer la alineación automática nacional no traerá beneficios reales. Por eso, no sorprenden las declaraciones del futuro embajador de EEUU en Argentina; simplemente son coherentes con quienes gobiernan hoy a Argentina. Las potencias se manejan con flexibilidad táctica. Leen la realidad de cada país y actúan acorde a esa lectura. No cambió EEUU; simplemente tanto se degradó Argentina, que un futuro embajador adopta posiciones abiertamente anti-diplomáticas, porque tiene conocimiento cierto que el gobierno de Milei ha puesto en venta los restos de la soberanía nacional, solo para obtener ventajas personales; reemplazar a la “vieja casta” por una nueva, de menor nivel intelectual e institucional, encabezada por él mismo. En principio, el futuro embajador viola el artículo 41 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961) que establece claramente: "Los agentes diplomáticos no deberán inmiscuirse en los asuntos internos del Estado receptor”. Sus palabras, ejercidas como un algoritmo, que el nuevo paradigma argentino debería obedecer, chocan contra la voluntad popular y violan elementales principios diplomáticos. Pretende intervenir políticamente, ejerciendo presión directa sobre el poder judicial argentino (ref. a CFK); vulnerar la mínima neutralidad, apoyando explícitamente el proyecto político partidario de LLA, que es sólo una fracción ideológica de un país democrático; supervisar a los gobiernos provinciales para “vigilarlos” para que no hagan convenios con China u otros países no aprobados por EEUU; esto viola además la organización federal del país. A esto se suma el pedido del gobierno para la exención de visas para entrar a EEUU (VWP, por sus siglas en inglés), algo que no es de vital importancia para los intereses nacionales. Sería bueno y agradable tenerlo, pero hay muchas otras, y absolutamente más importantes, prioridades. De acuerdo a los protocolos de la VWP deberíamos cumplir una serie de muy exigentes requisitos de adecuación de los sistemas de control fronterizos, de emisión de pasaportes y de intercambio de información con EEUU. Esto implicará necesariamente la instalación de agentes estadounidenses de migraciones para realizar controles, en todo nuestro territorio. Otro vasallaje de nuestra soberanía. Esta exigencia se la hicieron a México, quien rechazó la instalación de los puestos de control por considerarlo una afectación de la soberanía, ya que implica que agentes extranjeros actúen en el país. No seamos ingenuos; siempre las potencias (todas, todas) ejercen su poder, su influencia, para defender y acrecentar sus propios intereses nacionales. Lo hace presionando, ofreciendo, sobornando, atacando, casi siempre en forma sutil o al menos, no demasiado visiblemente. Pero es poco frecuente, al menos en este siglo XXI, donde el mundo ya no es hegemónico, sino multinodal, que un diplomático, exprese abiertamente que pretenda ejercer el mando directo de lo que debe hacer Argentina, interna y externamente. La pregunta pertinente es por qué en estos tiempos la diplomacia abandona su máscara de neutralidad. No se trata de un error personal o meras transgresiones protocolares, sino el ejercicio de un nuevo paradigma global, donde el derecho internacional se subordina, sin explicaciones racionales, a los intereses nacionales, geopolíticos, militares, tecnológicos o comerciales. Para ello se avanza sobre la soberanía que cada nación no defiende, por debilidad estructural, por hiper-fraccionamiento interno, o por acción deliberada de gobiernos o intermediarios locales vasallos. Las potencias tienen una estrategia activa (guerra irrestricta o híbrida) de injerencia política, judicial, territorial e institucional sobre el resto de los países, pero toman recaudos para actuar cuidadosamente cuando éstos y sus gobiernos hacen respetar sus respectivas autonomías estratégicas. Pero no cuidan las formas diplomáticas más elementales cuando se encuentra con gobiernos que se sienten cómodos con estar alineados automáticamente, sin defender los intereses nacionales propios. Asistimos a una estrategia de gobernanza poswestfaliana, coherente con las doctrinas de guerra actuales; la “no injerencia” se subordina a los intereses estratégicos, comerciales y de seguridad de las potencias. La presente es una versión moderna de la recordada Doctrina Monroe, tan rechazada por las diversas escuelas diplomáticas argentinas, o de otras versiones, como las del Proceso Militar o de las épocas de Menem (aliado extra-OTAN). Deberían recordar que “Roma no paga Traidores” y que cuando ya no sean de utilidad, se los descartará y si es necesario se los juzgará, utilizando los mismos archivos de sus “colaboradores”, que las potencias guardan celosamente. (Junta Militar argentina, Pinochet, Noriega, otros). La política nacional debe ejercerse con firmeza y transparencia, recuperándola para ser un instrumente inteligente de un proyecto colectivo de unidad nacional, y de paz con el resto de las naciones.
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