03/08/2025 05:02
03/08/2025 05:02
03/08/2025 04:59
03/08/2025 04:51
03/08/2025 04:50
03/08/2025 04:50
03/08/2025 04:50
03/08/2025 04:50
03/08/2025 04:50
03/08/2025 04:50
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/08/2025 02:58
Con su primer amor, Carina, sintió que estaba en una película (Imagen Ilustrativa Infobae) Mariano (36) llega a esta nota un poco decepcionado de los amores reales que le han tocado a lo largo de su vida: “Quizá solo es que tuve mala suerte, pero me inclino a pensar que es mucho más que eso. La realidad es que me pasé varios años de mi existencia eligiendo mal a la persona con la que quería estar. Pésimo. Y, además, quedándome donde no debía por demasiado tiempo. Siempre esperando una especie de resurrección de la pareja que nunca llegaba. A veces, creo que nací con el corazón fallado, uno que no aprende a leer las emociones de la persona que tiene enfrente y tropieza permanentemente con la misma piedra”. La intensa compañera de banco La primera vez que Mariano sintió que le estallaba el pecho fue a los 16 años. Su compañera de banco, Carina: lo miraba embobada. Ser observado de esa manera prendió un incendio interno de pasiones en ese adolescente que se asomaba al mundo. Sin saber bien qué debía hacer, una noche en la casa de otros compañeros, se lanzó a la conquista y la besó. Para los dos fue el primer beso. “Yo era muy tímido y ella también parecía serlo. Estábamos desde hacía dos años compartiendo clase y nunca nos habíamos dicho nada. Cuando me percaté de sus insistentes miradas que me atravesaban fue que me atreví a avanzar. Todos los chicos me repetían que la tenía muerta, que hiciera algo y eso fue lo que hice esa noche en el patio de la casa de un amigo mientras el resto charlaba dentro. Hacía frío, nos sentamos en una hamaca paraguaya y nos abrazamos primero. Luego nos dimos unos besos. Sentí que estaba como en una película. El corazón no me cabía en el cuerpo y latía tan fuerte y rápido que me dio vergüenza porque pensé que ella podría escucharlo”. Siguieron dos meses con encuentros románticos y, en la primavera, el amor floreció. Se pusieron de novios más que nada por insistencia de ella. Carina tenía el pelo lacio, larguísimo y oscuro, y unos ojos penetrantes. Casi amenazantes. Mariano sentía que la amaba más allá de todo así que no dudó. Fue durante el siguiente verano que empezaron a tener relaciones sexuales en la casa de Mariano los fines de semana, cuando sus padres y hermanos no estaban. “No era fácil, pero buscábamos el momento. No me animaba a hacerlo en la casa de ella. Siempre estaban sus hermanas menores y sus padres parecían muy estrictos. Estábamos más cómodos en mi cuarto cuando la casa se vaciaba. Pensá que eso era veinte años atrás, no es como ahora que todo es más aceptado”, relata Mariano. Fue más o menos ocho meses después que Mariano comenzó a darse cuenta de que había abandonado su vida anterior: sus amistades, el deporte, los partidos de ajedrez con su abuelo en Pergamino. Casi no viajaba con su familia al interior para visitar a los parientes y sus amigos hacían cola para reprocharle que se hubiera alejado y que no saliera con ellos a divertirse: “No era que yo no quisiera ver a mis abuelos o estar con mis amigos. Es que tenía que elegir entre estar con Carina o con ellos. No encontraba el momento de hacerlo. Estaba día y noche con ella. Carina me reclamaba atención permanente y yo no sabía cómo decirle que tenía un programa que no la incluía. Siempre había un festejo, un mesario, algo que hacer con ella que impedía que yo hiciera otra cosa. No era que lo exigiera directamente, lo daba a entender. Yo con tal de no discutir, cedía. Primero ella, después ella y siempre ella. De hecho, en ese momento, lo único que seguía haciendo una vez por semana era jugar al fútbol los domingos a la tarde con un grupo del club, pero terminado el partido iba directo a buscarla. Con el tiempo hasta eso dejé de hacer. Perdí estado físico, engordé. Si me preguntás qué hacíamos todos los días, no sabría decirte bien. Absolutamente todos mis programas eran con Carina. Estábamos pegados como chicle. Si osaba sugerir alguna salida sin ella, se ofendía mal. Y costaba las relaciones sexuales. Con eso me manejaba. Me hacía entender que si era el novio tenía que estar al ciento por ciento. Si no, nada. Creo que fue algo tan paulatino a lo largo de los meses que no me dí cuenta hasta que casi me ahogué”. Sacar la cabeza a flote Fue a mediados de quinto año que tuvieron la primera pelea seria. La familia de Carina atravesaba una grave crisis económica. Su padre se había quedado sin trabajo hacía un tiempo y, por eso, ella no iría al viaje de egresados. La estaban pasando mal. El colegio y los compañeros se ofrecieron a pagar su parte entre todos, pero los padres de Carina no quisieron aceptarlo. Les parecía una humillación. El problema fue que como ella no iba esperaba que Mariano tampoco fuera. Cuando vio que Mariano no desistía de la idea, le armó una escena de proporciones. Esta vez él reaccionó y no se dejó convencer: por nada del mundo se perdería el viaje de egresados. “Le dije la verdad. Que sus padres no habían querido aceptar la invitación de la clase. Ella se puso a gritarme enloquecida diciendo que yo no entendía lo horrible que era no tener dinero y que para sus padres era una vergüenza que ella fuera sin pagar. Y siguió con que si yo, verdaderamente la amaba, tenía que ser solidario y quedarme. Me fui muy enojado por el lugar donde me había colocado. Esa noche hablé con mi hermano mayor y me dijo que estaba chiflado si no iba. Que era una neurótica que solo pensaba en ella. Que me fuera y después ya se vería. Al día siguiente le hice saber a Carina mi decisión. Ella lloró desconsolada y como vio que no me podía manipular, me dijo que la relación se terminaba ahí. No sin antes acusarme de querer viajar solo para chaparme a otras chicas y hacer la vida loca”. Los padres de Mariano, que algo se habían enterado, quisieron hablar con él para explicarle que esa actitud de Carina no había sido normal, pero él no quiso escucharlos demasiado y les dijo que era su vida, que la manejaría a su manera. Estaba shockeado, pero se fue de todas maneras. Disfrutó poco. Tenía culpa y miedo a perderla. A la vuelta ella lo llamó. Después de quejas y más quejas de parte de Carina, se terminaron arreglando. Pero comenzó una etapa distinta donde ella le pasaba facturas: desconfiaba de lo que le decía, no lo dejaba ir a jugar al fútbol en el club y, cuando él comenzó el ingreso a la facultad, todo empeoró. Ella no había decidido qué estudiar y él se había anotado en ingeniería. Un día, al salir de cursar, la vio en la parada del colectivo de enfrente. Cruzó y la encaró. Ella dijo que había ido hasta allí para sorprenderlo: “Sentí que la verdad era que me estaba espiando, que quería ver si hablaba con alguna chica o si salía charlando con alguien. ¡Andá a saber cuántas veces lo hizo y yo no me dí cuenta! Esa tarde me cayó, por fin, la ficha de que ella estaba muy mal, que era una persona tóxica. No me quería como novio, ¡quería ser mi dueña! Yo era una posesión. No sé cómo pude, pero junté fuerzas y consejos de amigos y me planté. Una de esas noches de discusiones eternas terminé la relación. Ella estaba en pleno ataque de histeria y me agarró de los pelos. Fue horrible. Me fuí de donde estábamos casi corriendo y con alivio”. En la discusión, a Carina le dio un ataque de nervios y le tironeó de los pelos (Imagen Ilustrativa Infobae) Mariano no retrocedió y mantuvo su decisión. Su familia fue el sostén del que se agarró en esos tiempos. Amor en una grilla Fue en la facultad que conoció a Silvina. Seria, jamás una sonrisa, re concentrada, super estudiosa. “No sé qué me atrajo de Silvina, supongo que su brillantez y su dedicación. Su claridad para saber a dónde iba. Una mina decidida, con horizontes claros. Vivía sola, era del interior como parte de mi familia, de bajo perfil. Se acomodó bien a mi gente, pero lo raro de ella era que no tenía amigas. Ni una sola. Visitaba a sus padres cada quince días exactos y a su único hermano no lo veía porque estaban peleados a muerte. Era una persona un poco hosca, pero parecía interesante. El problema era su obsesión por tener las cosas bajo control. Todo tenía que entrar en su grilla y en su lista de objetivos posibles. Increíblemente en ese check list entré yo. A partir de ahí me convertí en una obsesión más por controlar. Otra vez lo mismo, aunque de distinta manera. Esta relación tenía horarios fijos para todo. Días para salir, días para tener relaciones sexuales, horario para descansar y para estudiar… Todo estaba reglado. Nuevamente, a los meses, empecé a sentirme asfixiado. No daba más. Mis amigos se reían de mis problemas, decían que iba de mal a peor con las novias. Silvina era una persona que no gritaba, ni lloraba, pero que podía tener gestos de gran violencia. Se encerraba como una ostra, bajaba la mirada y podía romper algo, revolear cosas o pegar un portazo que parecía que la casa se venía abajo. Yo ya vivía solo por suerte. Lo cierto es que no estaba enamorado, solo me sentía acompañado. Pero puse en la balanza lo que sentía y pude ver el lío en el que me había metido. Otra vez junté valentía y le dije de tomarnos un tiempo. Un tiempo que yo sabía era definitivo. ¿Podés creer que no dijo nada? Solo me miró con un odio que casi podía tocar”, rememora. De Silvina le atraía su brillantez en la universidad y su actitud ante la vida (Imagen Ilustrativa Infobae) Silvina había quedado llena de rabia y se la seguía topando en los pasillos de la facultad. Supo que ella habló mal de él en todos lados, que había contado mentiras sobre la relación, que lo había acusado de ser violento y que llegó a decir que él la había zamarreado. Mariano optó por mantener la calma. Sabía que enfrentarla no serviría de nada. Era una mujer reconcentrada y herida que buscaba lastimarlo, destruir su imagen. Perdió amigos que le creyeron a ella pero, poco a poco, pudo retomar su vida. La tercera no es la vencida Por un tiempo se alejó de las mujeres: “Mejor solo que mal acompañado, me decía siempre a mí mismo. Estaba harto de que me quisieran manejar”. Fue en el trabajo, unos cuatro años después, que apareció la tercera mujer de su vida: “Luciana era una rubia de rulos, petisa, entradora, simpática, chamuyera. Le caía bien a todos. Ella fue la peor de mis historias porque caí enamoradísimo y supo armar una telaraña a mi alrededor atrapante, de la que no pude despegarme con facilidad”. Las cosas con ella fluyeron. Conocieron a sus respectivas familias. Todos felices. Parecía que, por fin, había dado con la chica “correcta”. Se mudaron juntos y los primeros tiempos resultaron maravillosos. Hasta que un día pasó lo inesperado. Mariano la pescó en una mentira sobre sus estudios. No se había licenciado como le había dicho. Ella adujo vergüenza, él perdonó. Al tiempo, descubrió que aquel romance del trabajo anterior con un jefe injusto… no había sido cierto. “Fue de casualidad. Ella era tan dicharachera que siempre hablaba de más. Al principio pensé que eran simples malos entendidos. A una amiga se le escapó que del trabajo anterior la habían echado por inventar un romance con ese tipo. ¡Imaginate! Cuando le pregunté qué era lo que de verdad había pasado me explicó que había sido una broma, un desafío entre amigos, que había terminado mal y siguió hablando de cualquier otra cosa, como si nada. Yo me lo creí. Quise creerle”, afirma Mariano. Mariano conoce a Luciana en el trabajo (Imagen Ilustrativa Infobae) Ya vivían juntos cuando un día Luciana apareció llorando. Le dijo que tenía una enfermedad grave. “Se había ido a hacer un chequeo médico y me dijo que le había dado mal no sé qué valor en sangre. Así me tuvo, sin explicarme, mucho y esperando resultados de distintos estudios que decía se estaba haciendo. Yo pensaba que se estaba alarmando por alguna pavada, que seguro no sería nada. Pero ella se mostraba cada vez más nerviosa al ver que yo intentaba tranquilizarla y bajar los decibeles. Por otro lado, no me dejaba ir con ella a los especialistas. Decía que prefería estar sola con los médicos, que cuando hubiera un diagnóstico claro me lo iba a decir. Fueron dos meses y medio o tres de espanto y angustia. Pero, otra vez, la casualidad me avivó. Me crucé con un compañero de trabajo de ella por la calle y aproveché para comentarle mi preocupación por su salud. Me miró como si yo hubiese caído de la estratósfera y medio tanteando me dijo: Flaco, perdoná que te diga, pero ¿vos sabés que es medio cuentera tu novia, no?. Me quedé helado. Quise indagar más y le pedí que me contara por qué decía eso, que me venía bien saberlo porque me sentía perdido. Me parece que se apiadó de mí, me vio desamparado frente a la locura: ¿No notaste todos los cuentos chinos que inventa? Vive diciendo cosas estrafalarias para llamar la atención. ¿No me digas que no te diste cuenta? Si no es una enfermedad mortal, es un intento de abuso sexual, o es el robo de una compañera de trabajo o es el jefe que la odia porque ella lo descubrió en una manganeta… ¡Siempre tiene algo distinto que decir para armar bardo!”. A Mariano se le cayó la mandíbula. Era la primera vez que alguien que no era amigo le decía abiertamente que, su carismática novia Luciana, mentía descaradamente. El amigo del trabajo pidió discreción y aseguró que le contaba esto por su bien. Mariano siguió camino sin prestar atención a nada. No recuerda cómo cruzó ni cómo llegó a su casa. La cabeza enhebraba mil recuerdos, uno tras otro… mil historias increíbles, mil anécdotas raras. ¿Serían cuentos? “Otra vez caí en el error de confrontarla y ella me dio vuelta como una media. Yo era un nabo. Elegí creerle, como siempre, y dejé todo como estaba. Ganaba el amor, perdía la cordura. Y al tipo del trabajo lo acorraló, no sé qué habrá pensado el pobre de mí”, reconoce. La verdad desnuda y el balcón Luciana siguió con el tema de su endeble salud y hasta lo convenció de que tenía que hacer “una quimioterapia preventiva” por un posible cáncer de mama. Faltaban más estudios. Había que esperar un poco más. Mariano no pidió pruebas. Solo puso el oído. Creía que la familia de ella acompañaba. Del tema oncológico, por expreso pedido de Luciana, no se hablaba con nadie. Estaba atrapado como una mosca en la red de una araña voraz. Enamorado de su victimaria. De más está decir que todo resultó otro embuste. Y que destaparlo fue obra de un amigo de Mariano que, viendo a su amigo vencido, decidió investigar por su cuenta en el sanatorio donde supuestamente se atendía Luciana. Nada. Habló con la madre de Luciana a ver si sabía algo de lo que pasaba con su hija, tampoco. Estaba convencido de que era un cuento más. Cuando esa noche Mariano le sugirió a Luciana que podía ser una mentirosa patológica, ella reaccionó abriendo la ventana del balcón y diciendo a los gritos: “¿No me crees? ¿No me crees? ¡¡Sos un hdp que preferís escuchar al resto!! ¿Qué tengo que hacer para que vos me creas? ¿Tirarme del balcón para morirme antes?” La amenaza de suicidio de Luciana ayudó a Mariano a despertar de la pesadilla (Imagen Ilustrativa Infobae) En la telaraña ella era una equilibrista perfecta que prometía vértigo ante una posible caída al vacío. La amenaza del suicidio, sin embargo, despertó a Mariano de su pesadilla. No se apiadó y buscó consejo de sus padres. Se separó y buscó un terapeuta. “Era el último porrazo que estaba dispuesto a darme. Necesité diez años de terapia para poder aprender a escucharme y tomar conciencia de lo que significa elegir a alguien que te haga bien. Mi familia estuvo siempre. Volví a vivir y, a pesar de algún resquemor, creo que hoy tengo las herramientas necesarias para no volverme a equivocar y para poder ver a la mujer que tengo enfrente. Hace tres meses que estoy en una nueva relación y me siento, podría decir, feliz. Es una persona buena y equilibrada. Está divorciada y tiene una hija de cinco años. Todavía no convivo, pero siento que voy por buen camino. No me presiona, no me pone entre la espada y la pared, me espera, me escucha y me ama. Si me preguntás… ¿Miedo? Mucho. ¿Temores? Todos. ¿Desconfío? Intento ver, observar, más que creer. Tengo hecho un master en toxicidad y creo que ya conocí a todos los personajes dañinos que me tocaban en la película de mi vida. Veremos si esta vez estoy con la mujer indicada para tener hijos, me muero de ganas, y con quien envejecer con paz y sin oscuridades”. *Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com * Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
Ver noticia original