01/08/2025 17:47
01/08/2025 17:46
01/08/2025 17:44
01/08/2025 17:43
01/08/2025 17:43
01/08/2025 17:42
01/08/2025 17:42
01/08/2025 17:41
01/08/2025 17:41
01/08/2025 17:40
» on24
Fecha: 31/07/2025 22:22
Nos encontramos en Madrid como parte de una delegación de empresas e instituciones de Rosario vinculadas al tratamiento de agua, energía y medio ambiente. La misión: conocer, intercambiar, aprender. Recorremos empresas líderes, organismos públicos, comunas que planifican con una mirada integradora y proyectos que parecen del futuro, pero ya están operativos. Lo que une a todos estos espacios es la velocidad del cambio. Y también, en muchos casos, el temor a ese cambio. Yuval Noah Harari plantea que la humanidad, por primera vez, no puede predecir cómo será el mundo dentro de una o dos generaciones. La velocidad con la que avanzan la inteligencia artificial, la biotecnología o la energía renovable ya no permite pausas largas ni decisiones eternamente meditadas. Sin embargo, en muchos de nuestros sistemas –especialmente los públicos– seguimos funcionando con lógicas diseñadas para un mundo lento, estable, previsible. Hoy, si una repartición pública quiere implementar una innovación –por ejemplo, incorporar módulos de baterías para almacenamiento eléctrico en una red urbana– probablemente inicie un proceso largo: estudios técnicos, pilotos, escalas intermedias, procesos administrativos y normativos que pueden tardar años. Pero para cuando ese proyecto vea la luz, la tecnología original ya será obsoleta. La oportunidad ya habrá pasado. ¿Significa esto que debemos actuar sin evaluar riesgos? No. Pero sí implica repensar profundamente nuestros marcos de decisión. La clave no está en eliminar la aversión al riesgo, sino en aprender a gestionarla en contextos de cambio veloz. Quizás el desafío más importante de los próximos años no sea solamente incorporar nuevas tecnologías, sino adaptar nuestros procesos sociales, legales y culturales para que esas tecnologías lleguen a tiempo. Hoy, desde esta experiencia en Madrid, lo que más resuena no son las máquinas, ni las infraestructuras, ni los algoritmos. Es una pregunta: ¿seremos capaces de transformar nuestras instituciones al ritmo que exige el presente? Porque, como decía Harari, la historia ya no es lo que determina nuestro futuro. Ahora, el futuro está moldeando nuestra historia en tiempo real.
Ver noticia original