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» Diario Cordoba
Fecha: 30/07/2025 17:31
Lo que más me sorprende de los ríos de tinta en torno a lo que se va conociendo de los exministros Ábalos y Montoro es cierta falta de indignación, de reacción. Como si las noticias cogieran a la sociedad civil en medio de un letargo. En otros países casos similares habrían montado un «Dios es Cristo» de campeonato. Pero en España parece la gente más centrada en cómo una familia puede sacar algún día de viaje de vacaciones en un país donde ya solo una minoría (cada vez más minoritaria) muy agraciada (agraciadísima) puede decidir sin restricciones los días de playa y de ‘tour’ que tendrán este verano. Que por otra parte nada malo hay en ello. En todo caso, tengo una teoría sobre esa calma con la que se contempla el que (siempre supuestamente, claro) se robe al ciudadano y se legisle en contra de sus intereses a cambio de dinero. La explicación sería que el pueblo, en cierta forma, tiene asumido esa derrota ante los poderosos, el clientelismo y lo inútil que es combatir contra ello. Hasta el refranero está repleto de dichos que nos previenen de que el poderoso es «el que puede» y el mandatario... «El que manda», y nada se consigue si no se está a su sombra y servicio. Porque «poderoso caballero es don dinero», «al que buen árbol se arrima buena sombra le cobija», «no hay don sin din», «allá van leyes do quieren reyes», «quien hizo la ley, hizo la trampa», «más puede la bolsa que la lanza», «el que tiene padrino se bautiza»... Pero es curioso que, frente a todo lo dicho, a veces también nos sorprende el poder del pueblo, soberano al menos en su voluntad. Por ejemplo ante catástrofes como la dana de octubre o en emergencias como el incendio de la semana pasada en la Sierra de Córdoba, en La Albaida, en donde profesionales y voluntarios sacaron fuerzas de donde no las había por pura solidaridad, por espíritu cívico, porque tenía que ser así... Llama la atención que el Consejo del Movimiento Ciudadano haya puesto el dedo en la llaga y diga que las personas que viven en la Sierra no son parte del problema de riesgo de incendio, sino el instrumento de su solución. Porque se nos olvida el valor que tiene el ciudadano como miembros de una sociedad que podrá tener muchos defectos, entre ellos el de la resignación ante el mal gobierno, pero por la que vale la pena luchar .
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