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» Corrienteshoy
Fecha: 29/07/2025 11:20
Miradas extremas Un viejo dicho expresa que “Todos los extremos son malos”. Si bien creerlo a pie juntillas sería un extremo que anularía lo dicho, creo que tiene algo de verdad en los casos que intentaré demostrar. La economía como ciencia se inicia con Adam Smith cuando en 1776 da a conocer su obra “Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones” En ella desarrolló la idea de que las acciones egoístas de cada uno de los individuos conducen al beneficio colectivo de la sociedad y que ello se debía a una “mano invisible” que produce tal efecto. Tras él la economía clásica produjo modelos que conformaban el ideal; la competencia perfecta que se da en un mercado donde los precios se establecen según las leyes de la oferta y la demanda y que los mismos producen la asignación de recursos óptima. Por detrás de modelos matemáticos a veces muy complejos la lógica es muy simple: cuando el precio de un producto o servicio tiende a ser superior al de equilibrio la demanda se retrae y hace que vuelva a su punto de equilibrio y cuando el precio es inferior aumenta la demanda lo que asegura el precio de equilibrio por el lado de la demanda. Lo mismo ocurre por el lado de la oferta: si el precio sube se incrementa la oferta y disminuye si el precio baja. Esto se cumplirá para todos los productos y servicios. El modelo parece irrefutable y tener la solidez de las leyes físicas. Sin embargo, hay algunos aspectos a considerar. Para que esto funcione se requiere un mercado en el que tanto del lado de la demanda como de la oferta haya multitud de agentes porque de no ser así habría estrategias individuales que alteren ese mecanismo. Todos sabemos que ese supuesto no se cumple en la realidad dado que para muchos productos y servicios hay monopolios u oligopolios por el lado de la oferta (a modo de ejemplo los buscadores en internet, los procesadores de textos y las hojas de afeitar) y por el lado de la demanda se dan casos en que no hay una multitud de agentes (por ejemplo; los tamberos pueden vender la leche a unas muy pocas plantas procesadoras). Además, se requiere que todos los agentes cuenten con información completa para actuar con la racionalidad que exige el modelo. Para que el modelo funcione se supone la plena flexibilidad de los factores de producción. Esto significa que si el precio de las heladeras está por encima del punto de equilibrio y el de los zapatos está por debajo las empresas que fabrican zapatos se pongan a hacer heladeras. Todos estos supuestos no definen el mercado idealizado por la economía ortodoxa, sino que patentizan su inexistencia en el mundo real así como la inexistencia de la “mano invisible” que imaginó Adam Smith. Y aún hay otro requerimiento en el que quiero hacer hincapié. El modelo supone personas absolutamente racionales y guiadas por un solo sentimiento: su egoísmo. No deben actuar en función de otras metas: la abnegación, la empatía hacia otros, la preferencia por favorecer a los más necesitados o la búsqueda desinteresada de ideales artísticos, religiosos o políticos destruyen la lógica del liberalismo económico para el que revelarían una conducta irracional contraria al egoísmo que exige el modelo. No niego que gran parte de la sociedad actúe en forma egoísta pero también percibo que muchos se comportan “irracionalmente” por solidaridad, convicciones religiosas, sentimientos patrióticos o ideales políticos. La realidad desmiente esa idea del hombre absolutamente egoísta que supone la economía neoliberal y llevada al extremo por el discurso libertario. Vayamos ahora al otro extremo. Los gobiernos del bloque colectivista pensaron en un individuo movido exclusivamente por el deseo de contribuir el bienestar general sin un ápice de egoísmo. No se engañaron suponiendo su existencia, hicieron algo más complejo: construir el “hombre nuevo”. Así en la Unión Soviética hubo intensos debates acerca de los premios que se otorgaban a quienes contribuían superlativamente a mejorar los logros del Estado con su esfuerzo, dedicación e inteligencia, Se discutía si las gratificaciones debían ser solo de reconocimiento social y político o si debía agregarse algún valor material. Por un lado se argumentaba que de esa forma se incentivaba la producción, pero otros proclamaban que gratificación material contaminaba el ideal del “hombre nuevo”. Sin negar la existencia de muchos que entregaron su esfuerzo en aras del bienestar general lo cierto es que ese ideal no logró generalizarse. Creo que hay que aceptar que, así como no todas las personas guían su accionar por un puro espíritu egoísta, también es verdad que otras (o las mismas en otro momento) actúan con generosidad pensando en los más necesitados, el conjunto de la sociedad o las generaciones futuras. Los humanos en general no somos ni tan egoístas ni tan solidarios sino una mezcla de ambas cosas con preeminencia de una u otra actitud. Una ciencia económica que reconoce esta verdad está más cerca de aportar claridad al conocimiento de la compleja estructura económica y social. Otro tema en el que las posiciones extremas defendidas con vehemencia no contribuyeron a generar sociedades más libres, más solidarias, más justas y felices es el de la propiedad, Para los neoliberales y más exageradamente para los libertarios la propiedad privada es sagrada y está por encima de cualquier otro derecho. Un claro ejemplo del valor primordial asignado al derecho de propiedad es lo ocurrido en el período inmediatamente posterior a la Revolución Francesa que había levantado la bandera de tres principios fundamentales: libertad, igualdad y fraternidad, Sin embargo, cuando los esclavos se sublevaron en Haití, que era una colonia francesa, el gobierno central priorizó el derecho de propiedad que tenían los colonos franceses que consideraban que los esclavos eran parte de su patrimonio a pesar que ese derecho estaba claramente en contra de los principios enunciados por los revolucionarios porque qué otra cosa podía ser más antagónica a la libertad que la esclavitud y de qué igualdad puede hablarse en un régimen esclavista y es ridículo hablar de fraternidad entre amos y esclavos. Para los neoliberales y libertarios el enemigo por antonomasia de la propiedad privada es el Estado. Se determina como un dogma que el Estado es peor administrador que los privados a pesar de los numerosísimos casos de malas administraciones por parte de privados y de buenos manejos por parte de empresas estatales. Y no solo se ataca al Estado como inapropiado para ejercer el derecho de propiedad sino también a cualquier ente que tenga algo de colectivo, así incluso el cooperativismo es un enemigo a tener en cuenta y lo mismo sucede con cualquier organización social como por ejemplo los clubes de futbol, Hay en ello un dogmatismo fanático que ve como peligroso el mínimo atisbo de cercenar el divino derecho de propiedad privada. Por otra parte, en la Unión Soviética se determinó que la posesión de los medios de producción en manos privadas era el origen de las desigualdades y miserias del mundo por lo que debían pasar a ser propiedad estatal. En los regímenes colectivistas se estigmatizó la propiedad privada. Su existencia, aun en actividades de menor importancia (por ejemplo: venta ambulante, reparaciones caseras, producción de comidas para venta al menudeo) se veía como una semilla de maldad que podría contaminar al conjunto social. Ese temor a la contaminación que podía producir la propiedad privada llevó a la estatización de prácticamente todas las actividades y también a la centralización de las decisiones económicas porque se suponía que así el control era más seguro que si se lo delegaba a autoridades locales. Este sistema resultó positivo para la industrialización acelerada del país en los primeros años del comunismo y para su recuperación después de la segunda guerra mundial y también en algunas áreas, por ejemplo, en el ámbito aeroespacial, pero terminó generando rigideces que entorpecieron el desarrollo de otras más relacionadas con el bienestar cotidiano y dificultando el espíritu emprendedor de los individuos, lo que contribuyó al colapso de Unión Soviética. Otra vez estimo que para generar una sociedad más humana, justa y libre sería preferible una mirada más matizada que considere pernicioso los monopolios, las prácticas contrarias a la ética, que penalice el abuso de poder de los ricos y que considere inaceptable la desigualdad extrema, pero que al mismo tiempo admita un grado de libertad económica que estimule la innovación y el desarrollo sin dañar el medio ambiente. Fuente: https://www.diarioregistrado.com/opinion/miradas-extremas_a6888c3201c727877814fc700
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