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» Diario Cordoba
Fecha: 28/07/2025 10:25
-Cuáles son los principales retos que afronta la población migrante hoy en Córdoba? -En Córdoba y en toda España el principal reto de los migrantes es poder vivir de una manera digna. Aunque es algo que afronta cualquier persona, no hace falta que pongamos la etiqueta de persona migrante. Por desgracia, la legislación española dificulta mucho que los migrantes puedan trabajar. De hecho, uno de los grandes problemas es que las personas que llegan en situación irregular, como mínimo, tienen que esperar dos años para poder regularizar su situación, por lo tanto, no pueden trabajar. -Y entran en una especie de bucle durante ese tiempo... -Sí, cuando desde la maquinaria de la desinformación y del odio se dice que los inmigrantes ilegales copan las ayudas es una falsedad que se cae por su propio peso. Las personas en situación irregular no tienen derecho ni a trabajar ni, por supuesto, a ningún tipo de ayuda. Están fuera del foco de los derechos en España. Su reto es encontrar un trabajo que es la base para poder llevar a cabo una vida normal. Además, tienen que luchar con toda esa corriente de odio y xenofobia que nos está asolando, como demuestran los sucesos de Torre Pacheco. -Tras estos sucesos, ¿tiene miedo la población migrante de Córdoba? -Existe miedo, sí, no en Córdoba en particular, sino en cualquier parte de España. Al final, son ellos quienes sufren las actitudes racistas. en su día a día. -¿Ve posible que una situación similar se dé en Córdoba? -Ojalá que no. Esta situación aparece en poblaciones pequeñas como Torre Pacheco, donde hay mucha población inmigrante, que vive prácticamente en guetos y que está condenada a la exclusión. Hay que recordar que la violencia y la criminalidad no tienen que ver con el origen de las personas, sino con factores sociales. Enrique Garcés, secretario de Córdoba Acoge / Manuel Murillo -Las condiciones materiales. -Exactamente. En cualquier barrio desfavorecido hay mucha más pequeña delincuencia que en uno del centro. Eso tiene que ver con la exclusión social y el nivel de vida, que les impide llevar a cabo un proceso de vida normalizado. «A quienes impulsan discursos de odio los llevaría a una organización y que vean cómo trabajan los migrantes» -En Córdoba tampoco hay grupos racistas organizados que tengan fuerza, aunque en Murcia las redes sociales fueron clave. -Sí, al final, muchos de los grupos que actuaron en Torre Pacheco operan a nivel nacional y encontraron allí una oportunidad de demostrar eso que vienen poniendo en redes sociales durante tanto tiempo y de dar salida a ese odio contenido. -¿Córdoba es una ciudad integradora? -(Piensa) Es difícil de responder eso. Yo quiero pensar que sí, dentro de lo que cabe. En Córdoba no tenemos los índices de xenofobia y odio de otros lugares, pero eso no significa que no exista una capa emergente de personas que secundan este tipo de discursos hacia quienes vienen de fuera. Y eso, en algún momento, puede aflorar. -¿Ha notado un rebrote de esas posiciones? -Esto es como lo que ocurre con la violencia: si uno mira las redes, parece que no se puede salir a la calle. Pero esa sensación no es real. Vivimos en una doble realidad: una es la que nos transmiten redes, WhatsApp, televisión... y otra la que vivimos en la calle. En el día a día, no vemos un incremento de odio o discriminación. Pero sí es posible que haya algo latente que, con el contexto adecuado —por ejemplo, político—, aflore con más fuerza. Sara Fernández: PI STUDIO | FOTO: Iván Urquizar -¿Cómo se pueden frenar los discursos de odio? -Esa es la gran pregunta. Estamos frente a una maquinaria de desinformación que busca convencer de que todos los males vienen de la inmigración. Combatir eso no es fácil. Yo diría que lo ideal sería invitar a cualquier persona que tenga dudas a que se acerque a alguna organización que trabaje con personas migrantes. Que vea cómo ellos luchan día a día por salir adelante. Así se podrían desmontar muchos prejuicios. -O sea, que a un racista le diría: «Vente aquí un rato». -Sí, claro. Se suele decir: «Conoce mundo». Bueno, que conozca a los migrantes que tiene cerca: en el colegio de su hijo, en su barrio... Seguro así se le caerían muchas de esas ideas falsas que ha interiorizado. -Porque ya no vale lo de «el dato mata relato», ¿no? -No, porque los datos también se manipulan. Vivimos en una época muy compleja, también para el periodismo. Hoy, cualquier fuente sirve para construir un relato. No se puede pedir a la ciudadanía que sepa distinguir entre fuentes fiables y no fiables. Y los datos, si no están contextualizados, se convierten en herramientas de manipulación. -Los discursos en los que se defiende a los migrantes como útiles para hacer los trabajos más precarios no son tampoco la mejor idea. Hay que defender la migración porque es un derecho y punto. -Totalmente. Al final se acepta la migración desde una lógica utilitarista: que vengan para trabajar en lo que los españoles no quieren. Pero migrar es un derecho humano reconocido. Cualquiera tiene derecho a buscar una vida mejor fuera. Yo cambio de barrio, de ciudad o país. ¿Por qué negárselo a otros? Hay que dejar de ver a la persona migrante solo como una herramienta laboral, más allá de los efectos positivos del fenómeno. Hablamos de personas que quieren desarrollarse donde puedan hacerlo mejor. Y eso es un derecho. -Hace falta más humanidad... -Y empatía. -¿Le preocupa que ciertos discursos o actos violentos acaben calando en la población? -Sí. No tanto por casos concretos como Torre Pacheco, sino por lo que representan para un sector de la población que ha interiorizado un discurso xenófobo y esos actos pueden parecerles heroicos y necesarios. Aunque no se traduzcan directamente en más violencia, sí pueden marcar un viraje político, especialmente entre los jóvenes. Suscríbete para seguir leyendo
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