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  • Argentina / Política / Opinión | ¿Ya te diste cuenta para quién gobierna Milei?

    » Voxpopuli

    Fecha: 27/07/2025 23:15

    La ideología desnuda: Liberalismo elitista sin red de contención La ideología de Milei, proclamada a los cuatro vientos como «liberalismo libertario», se traduce en la práctica en una agenda que prioriza la desregulación absoluta, la reducción del Estado a su mínima expresión y la maximización de la rentabilidad financiera y agroexportadora. Sus discursos, cargados de referencias a la «libertad de mercado» y la «no intromisión estatal», encuentran su eco perfecto en estos círculos de poder tradicionales. Es allí donde el presidente halla la validación a sus políticas de ajuste draconiano y la convicción de que el mercado, por sí solo, resolverá todos los problemas. El Jockey Club, símbolo de la aristocracia y el poder social; la Bolsa de Comercio, epicentro de las finanzas especulativas y los grandes capitales; y La Rural, baluarte de los grandes propietarios de la tierra y los agronegocios, son los pilares sobre los que Milei busca no solo apoyo, sino también la confirmación de su hoja de ruta. Para estos sectores, las políticas de «shock» representan oportunidades de negocio y acumulación, mientras que la flexibilización de normativas y la apertura de mercados son vistas como el camino hacia una prosperidad que, históricamente, rara vez se ha derramado hacia abajo. La retórica del «anarcocapitalismo libertario» que tanto caracterizó la campaña de Milei parece hoy una quimera que nunca existió realmente, o que se desvaneció rápidamente ante la realidad del poder. Lo que persiste, sin embargo, es una violencia discursiva y política que se ha convertido en la principal herramienta de su militancia. Ante la imposibilidad de sostener un modelo que se ha demostrado inviable en la práctica, solo queda la confrontación y la negación de cualquier disidencia. A esta estructura de poder se suma una particularidad inédita en la política argentina: el cogobierno con su hermana, Karina Milei. La presencia constante y la influencia decisiva de la secretaria general de la Presidencia en cada ámbito de la gestión, desde la toma de decisiones hasta la gestión de la propia imagen presidencial, configuran una forma de gobierno que podríamos denominar «presidencialismo fraterno» o «cogobierno de clan». Esta dinámica no solo centraliza aún más el poder en un núcleo íntimo, sino que también diluye las líneas de responsabilidad institucional y refuerza la idea de un poder que se construye y se ejerce por fuera de las estructuras tradicionales de la República. El respaldo y las consultas parecen limitarse a los círculos económicos más influyentes y al ámbito familiar más cercano, dejando de lado la amplitud de voces y sectores que componen la sociedad. Los grandes ausentes: Una deuda social creciente En esta serie de cumbres con la cúpula económica, una pregunta inevitable surge con fuerza: ¿dónde quedan las respuestas para los jubilados que ven licuarse sus haberes, la clase media que se empobrece a pasos agigantados, los trabajadores que enfrentan despidos masivos o los sectores vulnerables que dependen cada vez más de una asistencia estatal diezmada? La narrativa oficial ignora estas realidades, o las minimiza como «costos necesarios» en el camino hacia una «libertad» que parece reservada para unos pocos. La desconexión entre el discurso presidencial y la angustia cotidiana de la mayoría de la población es cada vez más palpable. Mientras Milei se fotografía con la élite, las promesas de prosperidad futura se desvanecen ante la cruda realidad del presente para quienes no pertenecen a esos círculos privilegiados. La crítica no es hacia el diálogo en sí, sino hacia la exclusividad de ese diálogo y la evidente falta de sensibilidad hacia las consecuencias sociales de un modelo que parece tener bien definidos a sus beneficiarios. La reunión del presidente con estos sectores no es solo una imagen, es un manifiesto. Un manifiesto que consolida la idea de un gobierno que, lejos de ser «para todos», profundiza la brecha social y económica, dejando en claro dónde reside su verdadero respaldo y, por ende, para quién parece estar gobernando. Alejandro Miravet (h)

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