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  • La Liga Patriótica, El Censor y el crimen del “carnero” Illesca en la previa a la masacre obrera

    Gualeguaychu » El Argentino

    Fecha: 27/07/2025 19:28

    La Argentina de 1920 atravesaba un conflicto social entre trabajadores y la patronal, de la que Gualeguaychú no estuvo exento. Es conocido lo sucedido el 1 de mayo de 1921, cuando varios obreros murieron asesinados en la ex plaza Independencia por los conservadores. Domingo, 27 de Julio de 2025, 6:42 Por Carlos Riera Si bien en nuestro país siempre hemos atravesado - de una u otra manera - años turbulentos, en la primera mitad del siglo XX se vivieron tiempos de mucha violencia. En el mundo había un cambio de paradigma y eso también influyó en estas latitudes. La primera Guerra Mundial, que se inició en 1914, resquebrajó los cimientos de las sociedades en aquel entonces y fue un factor determinante en la Revolución Bolchevique. La escasez de alimentos y la desigualdad social que no supo responder la Rusia zarista -y el gobierno provisional que sucedió a la familia Romanov-, desembocó en el ascenso al poder del partido liderado por Vladimir Lenin. En otras palabras, en 1917 apareció el comunismo en el plano mundial. Esto tuvo su repercusión en distintos sectores del entramado social y en Argentina también. El anarquismo estaba presente en nuestro país, que había llegado principalmente con el primer oleaje inmigratorio del viejo continente. La clase obrera planteaba a los dueños de los medios de producción las ocho horas de trabajo y era el inicio de las primeras agrupaciones sindicales. La Semana Trágica Entre el 7 y el 14 de enero de 1919 sucedió un hecho que se conoció como La Semana Trágica. Posiblemente mucha gente lo ignore porque han transcurrido más de cien años, pero según el diario La Vanguardia fue una masacre que dejó como saldo unos 700 muertos, y entre 2000 y 4000 heridos. Todo sucedió en Buenos Aires, con epicentro en los Talleres Vasena, en el barrio de San Cristóbal. Allí se originó una huelga, pero las protestas se hicieron sentir en todo el país y se llegaron a contabilizar más de 50 mil detenidos. Cifras asombrosas para la Argentina de la primera mitad del siglo XX. Cuántas veces se ha escuchado la frase que Argentina era el granero del mundo, que había trabajo y que los extranjeros elegían nuestro país por el crecimiento que tenía. Lo cierto es que muchos llegaban escapando de la guerra y encontraban como única alternativa el trabajo en fábricas, donde pasaban once horas diarias de lunes a sábado con una paga muy pobre. En diciembre de 1918 los trabajadores de los Talleres Vasena comenzaron una huelga por sus reivindicaciones, y entre los trabajadores había anarquistas revolucionarios, influenciados por lo que había sucedido el año antes en Rusia con la Revolución Bolchevique. En esta fábrica metalúrgica había 2.500 trabajadores, entre los que se contaban carboneros, foguistas y fundidores. Si bien había distintas corrientes sindicales, tenían peso los nucleados en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), que eran anarquistas revolucionarios. Su reclamo en la huelga no era distinto al de otros conflictos: jornada de ocho horas, pago de horas extras, vacaciones. Faltaban 25 años para que llegara el peronismo. Por ese entonces trabajar como burro era lo normal. Pero del otro lado estaban quienes no querían perder sus privilegios. Hablamos de los sectores dominantes, los dueños de los medios de producción, los conservadores, pertenecientes en muchos casos a la oligarquía argentina. Ellos veían con terror que algo como lo sucedido en Rusia pudiera repercutir por estos lados y para contrarrestar eso decidieron agruparse y formar lo que se llamó La Liga Patriótica Argentina. Esta agrupación parapolicial nacionalista de derecha, jugó un papel crucial como fuerza de choque contra los trabajadores y se movilizó para contrarrestar la creciente influencia del movimiento obrero y anarquista, participando activamente en la represión de las huelgas y manifestaciones. Pero no fue hasta el fin de la Semana Trágica que se conformó como tal. Se fundó el 20 de enero de 1919. La Liga Patriótica organizó grupos de choque que actuaron junto a la Policía y el Ejército en la represión, incluyendo el ataque y muerte a obreros, locales sindicales y demás, justificando su accionar como una defensa de la patria y el orden social frente a la supuesta "infiltración extranjera" y el "peligro anarquista". Su discurso apelaba a valores nacionalistas y conservadores, buscando movilizar a sectores de la sociedad contra el movimiento obrero. Pese a todo esto - y como no hay derecho conquistado que no se haya logrado con la lucha de los sectores populares – la Semana Trágica culminó con el triunfo obrero. El historiador Horacio Silva relató en una nota a Infobae en enero de 2023, que “la huelga terminó con la victoria de los obreros de Vasena” y se conquistó una jornada de 8 horas, y que “los aumentos de sueldos serían entre 20 y 40% -de acuerdo a las categorías-, que los domingos se pagaría el 100% de aumento, que se eliminaba el trabajo a destajo y que no habría represalias contra los huelguistas”. Para muchos historiadores la lucha obrera fue una derrota - dice Silva -, pero los documentos históricos muestran lo contrario. La Liga Patriótica y El Censor Todavía faltaba tiempo para que sucedieran los fusilamientos en la Patagonia, que fueron narrados en la recordada película de Héctor Olivera “La Patagonia rebelde”, en base a la investigación realizada por Osvaldo Bayer, la represión a los trabajadores de La Forestal, la empresa británica que explotaba quebracho en el norte santafesino; y la matanza de cientos de personas de los pueblos originarios qom y moqoit a manos de la policía chaqueña y grupos paramilitares de los estancieros regionales ocurrida el 19 de julio de 1924, conocida como la masacre de Napalpí. Pero faltaban unos pocos meses para que ocurriera otra masacre, la de los obreros en Gualeguaychú, que fueron atacados por grupos liguitas a caballo y armados, que arremetieron contra la multitud en la plaza Independencia, mientras realizaban los festejos por el Día de los Trabajadores. Ese 1 de Mayo de 1921 hubo 14 muertos y varios heridos. A partir de lo sucedido en la Semana Trágica, la semilla de la Liga Patriótica había germinado en todo el país. La Liga Patriótica se extendió rápidamente por todo el interior. Según la historiadora estadounidense, Sandra McGee Deutsch, catedrática de historia latinoamericana y especializada en el estudio sobre la derecha en la Argentina, hacia 1928 la Liga Patriótica había constituido 631 brigadas en todo el territorio nacional; y en Gualeguaychú funcionó una de las más importantes, con ramificaciones en distintas localidades del departamento, como la de Urdinarrain y la de Gilbert, que comandaba Juan Francisco Morrogh Bernard. En un trabajo que realizó el sociólogo de Gualeguaychú, Ignacio Journé, sobre el diario “El Censor de Gualeguaychú y la cuestión social. Transformaciones al calor de los conflictos laborales entre 1919 – 1921”, hacia 1920 había varios diarios en circulación en nuestra ciudad, como El Noticiero, El Diario, La Defensa, El Parque, El Combate, siendo El Argentino y El Censor los de mayor relevancia. Pero en referencia a este último, se trataba de un diario de interés general que “se presentaba con un perfil moderno, alegando cierta independencia o distancia con el discurso estrictamente partidario o institucional”. Lo cierto es que estaba completamente atravesado por la Liga Patriótica, a tal punto que su director Pedro Jurado, que luego sería Intendente de Gualeguaychú entre 1935 y 1939 por el Partido Demócrata Nacional, formaba parte del Comité Ejecutivo, y las páginas del medio eran el lugar perfecto por donde se bajaba línea sobre el buen deber ciudadano. El sociólogo explicó que “El Censor se transformó vertiginosamente al calor del período 1919-1921, transitando una verdadera mimetización con la Liga Patriótica Argentina. De una explícita adhesión al conservadurismo y una evidente posición editorial fuertemente antiradical y antiyrigoyenista”. El impacto que tenían los medios de comunicación en la sociedad por aquellos años era aún más efectivo que en la actualidad, aunque la pluralidad de voces era una asignatura pendiente, y seguramente todo lo que se enfatizaba desde la tapa de El Censor sobre el buen deber ciudadano envalentonó a más de un caballero de la época en afiliarse a líneas patrióticas. El crimen de Illesca: por “carnero” Para 1920, Gualeguaychú era una ciudad de aproximadamente 20 mil habitantes, con una economía activa impulsada por el ferrocarril, el puerto, un centro comercial en expansión y una intensa producción agropecuaria en su extensa zona rural. El ámbito laboral estaba compuesto por una variedad de oficios: ferroviarios, carreros, trabajadores portuarios y estibadores, empleados del comercio, sastres, albañiles, panaderos y otros trabajadores manuales. El movimiento obrero contaba con un nivel de organización significativo, articulado en distintas asociaciones y sindicatos, la mayoría de los cuales se agrupaban en la Sociedad de Resistencia Obrera y en la Federación Obrera Departamental, esta última con vínculos con la F.O.R.A. a nivel nacional. En su interior convivían distintas corrientes ideológicas, con presencia de trabajadores identificados con el radicalismo, el socialismo y el sindicalismo. En la madrugada del 10 de diciembre de 1920, ocurrió algo que iba a impactar y atravesar a toda la sociedad de Gualeguaychú y la provincia; y principalmente serviría de chivo expiatorio para el relato conservador de lo que sucedería el 1 de mayo de 1921. Pedro Illesca, un hombre de 55 años, que trabajaba como repartidor en la panadería La Catalana, de los hermanos Cerdá, fue asesinado. El crimen ocurrió cerca de las 4 de la madrugada. “La víctima no es federado, por el contrario, es de los que defienden la idea de la libertad de trabajo”, graficó El Censor en su edición publicada ese mismo día. Según se detalla, “al llegar a la calle Paraná, esquina Villaguay, frente a la antigua Casa Babuglia, ha sido detenido con algún pretexto por sus victimarios, pues se tiene la seguridad que los autores del crimen han sido por lo menos dos, y allí, a traición, sin darle tiempo a su defensa, el anciano, a pesar de su edad, era un hombre todavía fuerte, uno de los criminales le ha hecho fuego a quemarropa con un revólver”. La bala penetró por el lado izquierdo de la garganta y su muerte fue instantánea. “Los criminales, una vez consumado el cobarde atentado, han huido, encontrando muy cerca un refugio donde ocultarse”, describió el diario, que para ese entonces encontró en la muerte de Illesca la excusa perfecta para su línea editorial. Cuando la edición salió a la calle, la Policía – que por esos momentos vivía tiempos complicados por un atentado en calle Rocamora, el incendio intencional del carro de Dennis, y otro atentado de incendio de un vagón de mercaderías con el uso de bombas de Alquitrán– ya tenía a ocho personas detenidas y se confiaba que entre ellas se encontraban los asesinos del obrero. “Nosotros podemos reafirmar, valiéndonos de informes recogidos a inmediación al lugar del suceso, que hay la casi seguridad de que entre los detenidos se encuentran los autores del crimen, uno de los cuales fuera detenido en el preciso momento en que saltaba una pared desde un sitio baldío lindero a la federación Obrera donde estaba escondido, tratando de encontrar refugio más seguro. El otro, seriamente comprometido, es un sujeto conocido por sus exaltadas ideas de violencia, que en una huelga anterior a propósito de un atentado de que fuera víctima un representante de la autoridad, estuvo gravemente comprometidos como cómplice”, narró El Censor. Ya para el día siguiente, todo conducía a los principales implicados. “Uno de ellos sabemos que no explica satisfactoriamente el por qué huía y se escondía en el terreno baldío lindero al local que ocupa la Federación Obrera. Y creemos que tampoco puede explicar por qué se quedó esa noche en dicho local a pernoctar, no teniendo la costumbre de hacerlo, según la formal y categórica afirmación de un miembro de la familia. Este detenido se muestra nervioso y con señales evidentes de una notable depresión, como así su ánimo flaqueara ante el cúmulo de pruebas que en su contra van acumulándose y que adquirirán importancia aplastadora”. Este detenido era Francisco Poletti, un muchacho de poco más de 20 años, argentino, soltero y “con una anciana madre que se muestra inconsolable. El otro sospechoso es Pedro Abreu, de unos 30 años, “desgraciadamente también es argentino”, reflejó El Censor. Sobre este último, el medio gráfico le describió a la sociedad que “este hombre estuvo complicado en dos atentados anteriores, no es pues como vulgarmente se dice ‘la primera zarra que desuella’. Sabemos según nuestros informes que existe entre el elemento extremista y extraviado de los obreros una especie de subcomité secreto que es donde se fraguan y organizan los atentados, hasta ayer al parecer sin mayor importancia, pero que han epilogado en este crimen tan inútil, tan perverso, que sólo puede ser justificado o atenuado por una conciencia demasiado elástica o extraviada por malsanas influencias”. Illesca fue velado y enterrado con todos los honores de la alta alcurnia de Gualeguaychú, indignada por lo que había sucedido con el pobre hombre. El carruaje con el cuerpo a la vista paseó por toda la ciudad y en el Cementerio se escucharon los discursos, entre los que habló el presidente de la Liga Patriótica de Gualeguaychú, Don Sixto Vela. “La sociedad se siente siempre herida con el crimen, pero en este, por su naturaleza, por su móvil, por su tendencia, es un reto a la cultura, es un desafío a la conquista de nuestra libertad y es un ultraje al sentimiento de la nacionalidad. Este crimen, obra de un degenerado, seguramente, que ha sentido esa prédica malsana que hacen los advenedizos, que han tomado este pueblo como tierra de fácil conquista, es una enseñanza que debemos aprovechar”, enunció. Ya para el martes 14 de diciembre se había obtenido una confesión completa del menor de los detenidos. Así lo grafica El Censor: un policía aprovechó que Poletti estaba “abrumado por las pruebas, sus remordimientos y la conciencia culpable” y le dijo a su jefe inmediato sobre la conveniencia de interrogar una vez más al preso. Poletti fue llevado ante “dos modestos funcionarios” que le hicieron notar “la conveniencia de ser franco y decir la verdad”. Sepa leer entre líneas. Cuando Poletti cuenta todo lo que sabe, inmediatamente el jefe de Policía Brollo, el secretario Gómez Suárez, el comisario de Órdenes, Rojas, y el comisario Ferrer, se dirigieron al local de Federación Obrera a modo de allanamiento y detrás de una biblioteca encontraron dos revólveres, uno calibre 44 sistema norteamericano y otro calibre 38 EIBAR. Abreu hasta esos momentos negaba toda participación en el hecho, pero “hábil y tesonero, el Comisario de Órdenes lo rodea en un círculo de hierro formado por las pruebas abrumadoras hasta que al fin abandonó toda resistencia y concluyó por confesar con lujo de detalle su actuación en el crimen”. Según se informó en El Censor, Abreu relató que desde hace mucho tiempo tenía decidido matar a Illiesca, a quien nunca habían podido quebrantar su resistente negativa a federarse. La noche del crimen salieron con Poletti, recorrieron el pueblo, llegando hasta la panadería San Antonio, donde hablaron con un muchacho. De allí se fueron a un velorio donde estuvieron un buen rato y se fueron en dirección al local de la Federación Obrera. Al llegar a las calles Paraná y Villaguay se detuvieron en la esquina y fue entonces que Abreu le dijo a Poletti: “por aquí va a pasar dentro de un momento un carnero al que vamos a matar”. Al poco tiempo apareció Illiesca y al subir a la vereda, como a un metro de distancia y sin decir palabra, le hicieron fuego simultáneamente. El arma de Poletti falló y se demostró en la pericia cuando se encontró que una de las cápsulas estaba picada. Por el contrario, el tiro de Abreu le produjo una terrible herida en la garganta que le causó una muerte instantánea y originó que la víctima se desplomara y cayera boca abajo. Abreu y Poletti huyeron y se refugiaron en la Federación Obrera, de donde no tardaron en ser detenidos. Pedro Abreu había sido portero de la escuela Mateu, conscripto en la armada, y estuvo preso por sospechas de hurto de una yegua, aunque luego recuperó la libertad porque el hecho no se pudo probar. En tanto Poletti no tenía antecedentes policiales y llevaba una vida tranquila junto a sus padres de origen italiano. “Los dos criminales son argentinos, hombres jóvenes, solteros, y en cuya mente y sentimientos ha ido inculcándose gota a gota, lentamente, pero con resultados tan tristes como se ve, esa prédica envenenada que desgraciadamente encuentra auspicios entre ciertos intelectuales”, sentenció El Censor. En su indagatoria, Abreu no mostró arrepentimiento, y si bien trató de llevar el hecho hacia un plano personal, Poletti en su declaración se encargó de confirmarle al Juez del Crimen que a Illesca se lo asesinó “por carnero”, por negarse a afiliarse a la federación y sumarse a la lucha de los trabajadores. Ya durante el 1921 se produjeron más detenciones en torno al caso. Uno de ellos fue Gregorio Unamuzaga, un uruguayo empleado de la panadería de los hermanos Cerdá. “Gozó de la confianza de los señores al punto tal que al retirarse para plegarse a la huelga, sus patrones le hicieron ver lo que perdía, respondiéndoles Unamuzaga que prefería perderlo todo a traicionar su causa. Es pues un fanático de los que él llama su causa”, se escribió en el censor. A este hombre se lo acusó de complicidad en el crimen de Illesca, de haberle proporcionado el revólver a Abreu, pero luego fue liberado cuando el propio Abreu lo desvinculó al decir que no necesitó de nadie para matar al repartidor de la panadería. Todo quedó muy claro en el careo entre ambos protagonistas. Poletti le dijo a Abreu: “vos le hiciste fuego y al caer me dijiste ‘¿está bien muerto, o necesita otro tiro?, luego agregaste: ‘¡la pucha qué estruendo!’”. “Si, es verdad - respondió Abreu – pero vos también hiciste fuego cuando Illesca venía, yo te dije ‘aprontate, ahí viene’, y avanzamos juntos”. El final de la historia Mientras toda la causa se instruía en la Justicia, el 1 de Mayo se produjo la masacre en la plaza Independencia, en pleno centro de Gualeguaychú. En el libro Plaza de Muerte de Darío Carrazza se rescata todo lo sucedido, que durante tantos años estuvo guardado en la memoria de muchos, pero que el tiempo, la vergüenza y la impunidad hicieron que las nuevas generaciones conocieran de tamaño atropello. El caso de Illesca continuó en trámite judicial y apenas unos días después, hacia mediados de 1921, se requirió una pena de 25 años de prisión para Abreu y de 17 años y medio de cárcel para Poletti. Juana Illesca, una de las hijas de la víctima declaró en el juicio y relató que tres años antes su padre trabajaba en un saladero de Fray Bentos (R.O.U) y que en ese lugar conoció a Abreu, que llegó “completamente pobre y sin relaciones de ninguna clase”. Contó que ambos se hicieron amigos y que Pedro Illesca lo socorrió en más de una ocasión con alimentos. Mientras tanto, desde el Centro Comercial de Gualeguaychú y junto a la Liga Patriótica, desde El Censor se inició una suscripción pública que estaría destinada completamente a la familia Illesca. Incluso, también se realizó una noche de espectáculos en el Teatro Gualeguaychú y todo lo recaudado fue dirigido a la comisión que se conformó para administrar los fondos. Se abrió una convocatoria para todos aquellos que tuvieran un inmueble a la venta que pudiera ser destinado para la familia del hombre asesinado, cumpliendo conciertos requisitos en la cantidad de ambientes. Se recibieron 17 propuestas de venta, que variaron entre los 1.200 a 4.000 pesos de aquel momento. El constructor Luis Delfino fue el encargado de inspeccionar esas propiedades y quien aconsejó cuál debía adquirirse. Una vez comprada la vivienda, el resto de lo fondos solidarios quedó en una cuenta bancaria para que el Centro Comercial le pasara mensualmente un subsidio a los menores de la familia. Pedro Illesca fue una víctima. Pero en el contexto en el que sucedió el crimen fue utilizado por quienes dominaban el relato de aquel entonces para endemoniar la lucha de los trabajadores, que pedían por mejores condiciones de trabajo cuando la explotación del obrero era la moneda corriente.

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