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» Tumisiones
Fecha: 27/07/2025 11:31
La cifra, contundente y preocupante, pone el foco en un problema silenciado que afecta directamente el bienestar emocional y social de los niños. Un reciente informe del Observatorio Argentinos por la Educación encendió una alarma que atraviesa aulas, hogares y despachos oficiales: el 63% de los estudiantes de sexto grado en Argentina manifestó haber sido víctima de algún tipo de agresión o discriminación dentro del ámbito escolar. La cifra, contundente y preocupante, pone el foco en un problema silenciado que afecta directamente el bienestar emocional y social de los niños. Aunque el estudio no mide específicamente casos de bullying, para Alejandro Castro Santander, director del Observatorio de la Convivencia Escolar, los datos reflejan “un caldo de cultivo para que el acoso sistemático se desarrolle”. Las causas más frecuentes mencionadas por los alumnos incluyen la discriminación por apariencia física, intereses personales u orientación sexual. “El bullying suele ser un fenómeno silencioso. Los chicos no lo denuncian porque sienten que el adulto no sabrá cómo manejarlo, o incluso puede empeorar la situación”, señala el especialista, advirtiendo sobre una barrera clave: el silencio. Cuando los chicos no hablan El informe detalla que 4 de cada 10 alumnos que sufren violencia escolar no se lo cuentan a nadie. En muchos casos, confían únicamente en un amigo cercano. “El mayor miedo es quedar marcados como víctimas”, afirma Castro Santander. A veces, incluso eligen acercarse al agresor, buscando protección en quien tiene mayor influencia dentro del grupo. La falta de comunicación es una de las mayores dificultades para la intervención temprana. Las señales de alarma muchas veces pasan inadvertidas para docentes y autoridades escolares. “En general, los equipos directivos se enteran cuando el conflicto ya escaló. No hay formación específica ni políticas preventivas claras”, lamenta el experto. Prevenir desde el inicio Ante un panorama preocupante, desde el Observatorio proponen cambiar el enfoque: pasar de la reacción a la prevención real, con estrategias desde el nivel inicial y una participación activa de las familias. “La familia es la primera escuela. Si no se trabaja ahí el respeto, la empatía y la resolución de conflictos, el alumno llega a la escuela con esa base debilitada”, afirma Castro Santander. Por eso, aboga por la implementación de programas integrales de convivencia escolar que incluyan a docentes, directivos, estudiantes y padres. Cita como ejemplo el programa finlandés KiVa, que ha mostrado resultados positivos en la disminución del acoso escolar. No obstante, advierte que cualquier modelo debe ser adaptado a las realidades culturales y estructurales locales. “No se trata de copiar modelos, sino de aplicar lo que la evidencia nos muestra, con compromiso político, inversión y continuidad”, remarca. El rol del espectador: una pieza clave Una figura muchas veces ignorada en las dinámicas de acoso es la del espectador: el compañero que no agrede ni sufre directamente, pero que observa en silencio. “El bullying muchas veces se ejerce para mostrar poder ante los demás. Si los que observan no hacen nada, refuerzan al agresor”, advierte el especialista. Por eso, fomentar la empatía, el involucramiento y la intervención activa del grupo es clave en las estrategias más modernas de prevención del bullying. El desafío está planteado: romper el silencio, fortalecer la convivencia y construir entornos escolares seguros para todos. Entrevista de Carolina Amoroso Fuente: C3
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