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Colon » El Entre Rios
Fecha: 27/07/2025 09:31
Atención Esta imágen puede herir su sensibilidad Ver foto Compartir imágen Este sábado 26 de julio, ante una Catedral colmada de fieles, Monseñor Raúl Martín tomó posesión de la Arquidiócesis de Paraná.La ceremonia contó con la presencia de la vicegobernadora, Alicia Aluani; la presidenta municipal, Rosario Romero; la vocal del Superior Tribunal de Justicia, Susana Medina; el intendente de Nogoyá, Bernardo Schneider, entre otras autoridades de orden provincial, municipal, académicas y fuerzas de seguridad.Asimismo, parroquias de toda la arquidiócesis, movimientos e instituciones de la Iglesia, junto a la feligresía local se unieron a esta celebración, que contó también con la participación de amigos, familiares que, desde La Pampa, se acercaron hasta la capital entrerriana para acompañar a Mons. Martín en su nuevo destino pastoral.La toma de posesión estuvo presidida por el Nuncio Apostólico en Argentina, Monseñor Miros?aw Adamczyk y acompañada por más de 20 obispos de Argentina.En su homilía , Raúl Martín resaltó la centralidad en Cristo. “Es Él el que llama, es Él el que envía. Y en esta fe le respondí”, enfatizó.“Vengo a sumarme ahora –agregó-, al caminar de esta iglesia de Paraná, a la historia tan rica de esta iglesia, y al servicio de ustedes como lo hicieron mis predecesores, especialmente el Cardenal Estanislao Karlic y Mons. Juan Alberto Puiggari.En otro pasaje de su homilía, Monseñor Martín habló de que las personas somos “peregrinos de esperanza, invitados a dejar huella en esta tierra. A no ser indiferentes, ni hacernos los distraídos”.En ese contexto, trajo a colación una especial característica de “una imagen de la Virgen María”: es “muy querida por mí, en la advocación de nuestra Señora de La Pampa, lleva los pies descalzos”.Enseguida, reflexionó sobre esos pies desnudos: “Es una invitación a descalzarnos, tocar con humildad la tierra y hacernos cercanos a todos, para sentir con ellos, especialmente con los más necesitados y pobres, los que están tristes, desamparados y más, reconociendo que la mayor pobreza es no amar, es no conocer a Jesús. Si nos animamos a descalzar, seguramente nos duela, sintamos más de cerca los dolores del otro, perderemos seguridades al andar, tal vez nos embarremos para sacar al otro del barro. Pero valdría la pena”.Por último, ponderó que el encuentro “con Jesús es perder otras seguridades, pero es tenerlas todas. Nos hace capaces de mucho más. Nos desinstala, nos moviliza. «Yo los envío, no lleven más que unas sandalias, el bastón y poco más».
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