Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La Andalucía pobre y migrante

    » Diario Cordoba

    Fecha: 27/07/2025 02:15

    Los almerienses fueron los primeros andaluces en emigrar. La crisis de la minería y de la agricultura hizo que, ya en la temprana fecha de 1920, más de 40.000 almerienses se vieran obligados a marcharse. Fueron los pioneros, pero no los únicos. Corrían los años cuarenta y Andalucía estaba sumida en la pesadilla de la posguerra. La pobreza y el hambre, pero también la represión franquista, motivaron una lenta pero constante llegada de emigrantes procedentes de toda Andalucía a Cataluña. A partir de la segunda mitad del siglo XX, la población andaluza emigró en masa hacia enclaves industriales de Cataluña, Euskadi y Madrid, así como a otros países europeos y americanos. Durante las décadas de 1960 y 1970, más de dos millones de andaluces abandonaron su tierra, de los cuales 840.000 se establecieron en Cataluña, los llamados Els altres catalans (Francisco Candel, 1964). A estas personas emigrantes andaluzas había que «buscarlas en los suburbios de Madrid o Barcelona, en los trabajos más duros de Alemania u Holanda, en el cinturón de migrantes que rodea París, en la vendimia del sur de Francia» (Alfonso Comín, 1970). El mismo autor se preguntaba: «Si el andaluz acomodado piensa en Madrid y el andaluz pobre piensa en Barcelona, ¿quién piensa entonces en Andalucía?». En el ensayo Lo andaluz. Historia de un hecho diferencial, Carlos Arenas Posadas explica cómo la llegada de emigrantes andaluces a Cataluña no fue idílica y cómo, desde la prensa local, se tachaba a los recién llegados de «ladrones, analfabetos, escandalosos, ruidosos, violentos y como una masa que rechazaba la cultura del entorno». Hoy en día, en nuestros barrios, esas mismas expresiones se repiten, fomentadas por la extrema derecha fascista, esta vez dirigidas a nuestros vecinos magrebíes o latinoamericanos. La política llevada a cabo por los gobiernos de la dictadura de Franco no solo empobreció a Andalucía, provocando que miles de personas emigraran huyendo de la miseria, sino que además muchos fueron apresados y retenidos en centros de detención en condiciones infrahumanas. Al cabo de unos meses, eran devueltos en tren a Andalucía. Estas medidas respondían a la prohibición de la emigración interior al finalizar la guerra. Unas 70.000 personas fueron retornadas desde Cataluña a sus lugares de origen. Solo entre 1939 y 1957, 15.000 andaluces fueron enviados de vuelta a Andalucía tras pasar por un pabellón habilitado para ello en Montjuic (Miguel Díaz Sánchez, 2024). Una historia que debería recordarnos que hubo un tiempo en que los actuales Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) estuvieron destinados a nuestros padres y abuelos. El paralelismo con las migraciones actuales es evidente. Miles de personas abandonaban sus pueblos y ciudades para huir de la miseria, agravada en España por la guerra y la posterior dictadura. Las autoridades intentaban impedirlo mediante el control policial y la expedición restrictiva de papeles, lo que situaba a los emigrantes en una situación de ilegalidad y precariedad que llevaba a muchos a la mendicidad. Una vez convertidos en pobres de solemnidad, se les trataba como criminales, estableciendo así el binomio inmigración-delincuencia. El propio arzobispo de Barcelona, Gregorio Modrego, se lamentaba por aquellos años, por ejemplo, de que «lo que más nos duele es que el número excesivo de esos inmigrados da lugar, en parte, a la inmoralidad de nuestras urbes». Blas Infante llegó a proclamar: «Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano». El Padre de la Patria Andaluza habría luchado para que el extractivismo de la mano de obra andaluza, hoy protagonizado por la juventud formada, llegara a su fin. Además, habría defendido la acogida de las personas empobrecidas llegadas de otros lugares. *Profesor y escritor Suscríbete para seguir leyendo

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por