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  • El poder en clave libertaria: entre la subordinación y el pragmatismo

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 27/07/2025 08:31

    El presidente Javier Milei, junto a Karina Milei y Luis Caputo, durante la ceremonia de inauguración de la 137a exposición anual de La Rural. (Reuters) Tras el turbulento y friccionado cierre de listas bonaerenses, los siempre presentes análisis respecto a “ganadores” y “perdedores” de un anquilosado, opaco y vetusto proceso de selección de candidaturas, y el recuento de heridos y magullados de diversa consideración y dispar horizonte de futuro, los espacios que disputarán la inédita elección del próximo 7 de septiembre comenzaron el rally de campaña. Si bien los cierres fueron “trabajosos”, complejos y -en muchos casos- despiadados en los dos principales espacios que se disputaran la elección, por estas horas es en La Libertad Avanza donde todavía resuenan con fuerza los ecos de un armado distrital que acabó siendo mucho más tensionado que lo que se avizoraba, y por razones bastante distintas a las esperadas. Es que mientras las tantas veces anunciada consumación de un frente electoral con el PRO que asomaba más como una integración de ese espacio a las filas libertarias en el marco de un proceso de “rendición incondicional” acabó siendo menos traumática y más pragmática de lo que muchos esperaban, lo ocurrido hacia el interior del círculo de poder del oficialismo terminó de blanquear “a cielo abierto” una interna que parece ir mucho más allá de las lógicas diferencias respecto a la arquitectura electoral o las tácticas proselitistas. Es cierto que las diferencias respecto a cómo encarar el largo calendario de elecciones provinciales no eran nuevas. Desde hace tiempo se sabe que mientras para el estratega Santiago Caputo era aconsejable privilegiar el vínculo con gobernadores aliados o dialoguistas en la búsqueda de garantizar gobernabilidad, para los armadores político-electorales nucleados en el “kari-menemismo” la premisa era aprovechar la potencia de la imagen presidencial y los niveles de aprobación del gobierno para construir poder territorial desde ahora. En otras palabras, mientras para Caputo la idea era evitar confrontar anticipadamente con los gobernadores con poder de fuego en el Congreso, para los otros referentes libertarios el objetivo era atacar anticipadamente los territorios buscando imponer condiciones a fuerza de votos. Para el estratega Santiago Caputo era aconsejable privilegiar el vínculo con gobernadores aliados o dialoguistas en la búsqueda de garantizar gobernabilidad. (Reuters) Una diferencia en absoluto menor. Mientras que la visión más pragmática de Caputo apuntaba a generar un piso de gobernabilidad para poder surfear aguas turbulentas y privilegiar la consolidación del proyecto con vistas a jugar fuerte en 2027, la visión de las armadores apuntaba a “ir por todo” desde ahora y a como dé lugar, con listas violetas en todos los distritos. Nada más ni nada menos que dos visiones diametralmente opuestas de cómo se construye la gobernabilidad y, al final de cuentas, de cómo se entiende el proceso de acumulación política y la administración del poder en la era Milei: en un caso la gobernabilidad es fruto de una construcción política que incluye algún tipo de acuerdo o instancia negociada, mientras en otro la gobernabilidad sería la resultante de una suerte de rendición ante el resultado de las urnas. Lo cierto es que el cierre de listas bonaerense no solo expuso estas diferencias con particular crudeza, sino que acabó inclinando el fiel de la balanza hacia la posición defendida por Karina y los Menem, coronado por un inusual y durísimo comunicado de la hermana del Presidente en la red social X donde se expone descarnadamente la naturaleza y carácter de la construcción política libertaria. En primer lugar, deja claro que el mensaje que se transmite a los potenciales aliados también vale puertas adentro: la “subordinación” absoluta es un criterio que se impone ampliamente a la “pureza” ideológica, el principio identitario o la “identificación” con el proyecto. Y, en segundo lugar, parece reconocer que el posicionamiento disruptivo, los atributos “antipolíticos”, y la narrativa “anti-casta” son más un barniz discursivo que un imperativo categórico: si lo importante es ganar, bienvenidos los advenedizos, los conversos, garrochistas y oportunistas a las boletas de LLA, siempre y cuando no se cuestione la “subordinación” a los designios del Presidente que es quien define arbitrariamente los límites y contornos que separan el propio espacio de sus enemigos. En definitiva, los Milei parecen abrazar sin tapujos ni disimulos las contradicciones que, si bien no son nuevas, hoy ni siquiera se pretenden camuflar discursivamente. Y, más allá de la persistencia de cierta estética disruptiva que opera como una suerte de etiqueta identitaria y de una narrativa de la “batalla cultural” que oficia como ordenador discursivo y paraguas comunicacional, parece claro que para Milei es posible construir “lo nuevo” con partes muy significativas y caracterizadas de “lo viejo”. Que para ganar la batalla y “destruir el sistema” es cada vez más necesario jugar no solo con las reglas del enemigo, sino apelar a sus propias herramientas y lógicas de conquistar y mantener el poder. Un camino en el que la plasticidad y el pragmatismo (tanto en lo político como en lo económico) lo emparenta cada vez más a su admirado menemismo que a un pretendido horizonte libertario que se va convenientemente corriendo temporalmente y actúa casi como un principio regulador en sentido kantiano. Es decir, más un objetivo inmanente que oficia como hilo conductor para organizar la realidad, que un verdadero concepto que aspira a materializarse objetivamente. *Gonzalo Arias es sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo local” (La Crujía, 2021)

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