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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/07/2025 02:36
La carita de Adam, sonriente con gorra de béisbol, fue usada en afiches y difundida por los medios tras su desaparición, en 1981 Fueron solo diez minutos. Adam Walsh estaba embelesado frente a una consola Atari, que brillaba en los estantes del sector de juguetes de la juguetería Sears, dentro del Hollywood Mall de Florida. Con ese asombro propio de un niño de 6 años, miraba los videojuegos y juguetes. Quizás deseaba que le compraran alguno. Esa fue la última vez que alguien lo vio con vida. Era mediodía del 27 de julio de 1981. Su madre, Revé, le había dado permiso para quedarse allí, mientras ella miraba unas lámparas que quería comprar, a unos metros de distancia. No era la primera vez que lo hacía y Adam sabía que debía esperarla ahí. Pero cuando la mujer regresó, su hijo ya no estaba. Revé comenzó a buscarlo en los pasillos cercanos. Le preguntó a los empleados si lo habían visto, llamó al chico a los gritos, revisó sector por sector. No estaba. Desesperada, pidió que anunciaran su nombre por los altavoces del local. Adam no respondió. Minutos más tarde, se enteró de que una joven empleada de seguridad había echado del sector de videojuegos a un grupo de adolescentes que estaban provocando una pelea. Tal vez Adam, confundido o asustado por la situación, pensó que también debía irse. Quizás siguió al grupo sin darse cuenta de que estaba abandonando el shopping solo. A las 13:55, la denuncia por la desaparición del menor llegó al 911. La imagen de Adam —de seis años, ojos grandes, sonrisa tímida— comenzó a circular por canales locales, radios, diarios y afiches. Se formaron grupos de búsqueda con cientos de voluntarios. Todas las patrullas policiales salieron a buscarlo. No hubo rastros. Catorce días después, el 10 de agosto, dos pescadores vieron algo flotando en un canal de drenaje junto a la autopista Turnpike, en Vero Beach, a más de 160 kilómetros del local de compras. Adam había sido víctima de un crimen aberrante. Adam fue victima de una horrendo crimen y no tuvo justicia: el único sospechoso murió sin ser enjuiciado por su crimen Las últimas horas de Adam Los investigadores reconstruyeron con detalle la mañana del lunes 27 de julio de 1981. Adam se despertó alrededor de las 8:30 en la casa familiar de Hollywood, Florida, y acompañó a su mamá en los quehaceres del día. Primero fueron hasta la escuela luterana Saint Mark, donde ella dejó un cheque para unas clases de apoyo escolar de Adam; luego fueron juntos al centro comercial Hollywood Mall. Estacionaron cerca de la entrada del local Sears. Allí fue que el niño que quedó absorto viendo una consola Atari. Kathy Schaffer —empleada de seguridad, de 17 años— declaró más tarde que en ese sector había cuatro adolescentes iniciando una pelea y que los sacó porque ya estaban generando disturbios. Primero negó haber visto a Adam, pero años más tarde cambió su versión: dijo que estaba “85 % segura” de que uno de los chicos era él. James Martin, un niño de 12 años, se convirtió en testigo clave: aseguró que jugó a los videojuegos con un chico rubio y pequeño hasta que un grupo de chicos más grandes intentó sacarles los controles. Fue cuando en medio del revuelo y los gritos, Kathy echó a todos del lugar. A partir de allí, todo es conjetura. Hubo varios testigos dijeron haber visto a un niño pequeño, solo, cerca de la salida; otros que vieron a un hombre que lo forzaba a subir a una camioneta van azul estacionada cerca. Fue una escena breve y ambigua, fueron unos segundos, sin cámaras de seguridad que pudieran confirmar qué había pasado... “Estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado”, dijo años más tarde John Walsh, el padre de Adam, al resumir lo que fue el final de la vida de su hijo. “Revé regresó y su hijo ya no estaba. Así de rápido fue todo. Y desde ese instante, nuestra vida cambió para siempre”. Afiche con recompensa de USD100.000, distribuido en los primeros días del caso Lo que flotaba en el agua: hallazgo, caos y un nombre maldito El 10 de agosto de 1981, dos semanas después de la desaparición de Adam, dos pescadores vieron algo flotando entre la maleza, al costado del río. Al acercarse, descubrieron lo peor: era una cabeza humana en avanzado estado de descomposición. “Pensamos que era una muñeca. Luego vimos el cabello y supimos que era real”, declaró uno de los hombres, según reportó el Sun Sentinel en su edición del 11 de agosto. La policía fue alertada en segundos, pero la escena del hallazgo no fue resguardada como correspondía. Eso hizo que recolectaran pocas pruebas y que cometieran varios errores en esas primeras horas, lo resultó algo irreparable. Al día siguiente, los registros dentales confirmaron que los restos eran de Adam Walsh. La autopsia reveló que había muerto días antes por asfixia, y que había sido decapitado, posiblemente con un machete. Su cuerpo nunca fue encontrado... Ottis Elwood Toole, a la izquierda, señalado como el autor del asesinato de Adam. Murió mientras cumplía condena por otros crímenes, pero nunca fue acusado por el asesinato del niño de 6 años (Dan Sheehan/AP) La noticia devastó a la familia y conmocionó a todo el país. “Nos arrebataron a nuestro hijo de la forma más brutal. Y encima, ni siquiera pudimos enterrarlo entero”, recordó su padre en una entrevista que brindó siete años después, en 1988. Mientras las noticias del caso ocupaban los televisores y las portadas de los diarios, las críticas por el manejo policial del caso comenzaron a multiplicarse: no había cámaras de vigilancia útiles en el shopping, varios testigos fueron entrevistados bajo hipnosis y hubo evidencias clave que se perdieron. El machete que cortó la cabeza de Adam desapareció, la alfombra del auto de un sospechoso con rastros de sangre nunca llegó al laboratorio... No se preservó el vehículo ni la escena. La investigación que desde el inicio fue frágil, se desarmaba en sus propios errores. En ese contexto surgió un nombre: Otis Elwood Toole. Un vagabundo, con antecedentes por asesinato, problemas psiquiátricos y una vida errante. Fue detenido en 1983 por causar un incendio. Desde la cárcel, confesó haber sido el autor del crimen de Adam. Dijo que lo había visto solo afuera de Sears, lo atrajo a su auto ofreciéndole juguetes, lo llevó a su casa en Jacksonville, y allí lo asfixió con un cinturón. Luego, según su testimonio, usó un machete para decapitarlo, arrojó la cabeza al canal y quemó el resto del cuerpo en el patio de su madre. Pero cambió ese relato varias veces y con el paso de los años. Otras veces se desdijo y, en otras oportunidades, acusó a su compañero de crímenes, Henry Lee Lucas, quien fue descartado porque estaba preso el día del secuestro. Una sobrina de Toole, Frieda Strickland, declaró años más tarde que su tío le había confesado el aberrante crimen en privado, y su relato coincidía con lo que el hombre dijo primero ante la policía. John y Revé Walsh exponen ante un subcomité del Congreso sobre niños desaparecidos en el Capitolio de Washington, el 18 de noviembre de 1981. Los acompaña una foto de Adam (AP/John Duricka) Pese a eso, algunos detalles llamaron la atención de los investigadores: conocía el tipo de vehículo, los accesos del centro comercial y el arma utilizada. Pero, las fallas en la recolección de evidencia ya eran irreversibles y no había pruebas materiales para acusarlo de manera formal. El machete había desaparecido, la alfombra ensangrentada no fue procesada a tiempo, y sin el cuerpo completo, no podían confirmar los relatos con rigor forense. Toole murió en prisión en 1996 sin haber sido juzgado por ese caso. Recién en 2008 —27 años después del crimen— el Departamento de Policía de Hollywood cerró oficialmente el caso. En conferencia de prensa, el jefe Ronald Ishoy declaró: “Hoy damos por concluida esta investigación. Todos los caminos conducen a Otis Toole. Él es el asesino de Adam Walsh”. Para John y Revé, fue un cierre administrativo, no judicial. “Siempre supe que fue él. Pero nunca dejamos de pensar en todo lo que se hizo mal”, dijo el padre al diario USA Today. La herida seguía abierta, pero el caso ya se había transformado en un símbolo. El presidente George W. Bush firma la Ley de Protección y Seguridad Infantil Adam Walsh el 27 de julio de 2006, al cumplirse 25 años del secuestro y asesinato del niño. John Walsh, levanta el pulgar El legado del niño que no volvió Con la confirmación de la muerte de Adam, su padre, John Walsh, entendió que buscar justicia en un sistema roto no alcanzaba. La investigación policial tan desorganizada, plagada de errores y sin respaldo federal, fue incapaz de encontrar respuestas sobre el aberrante crimen de su pequeño de 6 años. Pero, había entendido que lo que no pudo hacer la Justicia, lo inició el activismo por los derechos del niño. En 1984, John Walsh impulsó la creación del Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados (NCMEC), una organización pionera que articuló, por primera vez, recursos federales, estatales y comunitarios para casos de niños perdidos. Ese mismo año se implementó el Código Adam, un protocolo de emergencia para negocios y centros comerciales que se activa de inmediato cuando desaparece un menor. En 1988, lanzó America’s Most Wanted, un programa televisivo producido por la cadena FOX que durante más de 20 años mostró las caras de fugitivos peligrosos. El resultado que logró no tuvo precedentes: en su primera emisión, el programa ayudó a detener a un prófugo por asesinato en solo cuatro días. En los 23 años en el aire, colaboró en la captura de más de 1.100 delincuentes, según el FBI. Walsh, convertido en una figura nacional, combinaba el rol de presentador con el de activista. Su estilo directo y su historia personal cautivaron a millones de televidentes. John Wals escribió cinco libros referidos al crimen de su hijo: "Lágrimas de ira", en 1997; "Sin piedad", "Acusado injustamente", "Patrulla de seguridad", en 1998 y "Enemigos públicos", en 2001 Pero su batalla no terminó en la televisión. Durante años presionó al Congreso para reformar el sistema legal. En 2006, el entonces presidente George W. Bush promulgó la Ley Adam Walsh de Protección y Seguridad Infantil, una de las reformas más amplias en materia de delitos sexuales en la historia de Estados Unidos. La ley creó un registro nacional de delincuentes sexuales, unificó bases de datos estatales, aumentó las penas para abusadores y fortaleció los mecanismos de protección online. John y Revé Walsh también reconstruyeron su vida familiar. Tuvieron tres hijos más, a quienes siempre describieron como un nuevo comienzo, no como un reemplazo de Adam. En cada entrevista que dieron a los medios, aseguraron que el dolor por el crimen del pequeño “no desaparece, pero puede transformarse en algo que sirva a otros”. Aun hoy el nombre de Adam Walsh sigue activo en leyes, protocolos y programas que salvaron miles de vidas. Su despiadado asesinato no tuvo juicio, pero Adam se convirtió en el rostro de lo que nunca debió ser y que no debería volver a pasar.
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