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Crespo » Paralelo 32
Fecha: 23/07/2025 18:24
En un ecosistema digital donde un mensaje puede viralizarse en cuestión de segundos, la velocidad suele imponerse sobre la veracidad. Y cuando se trata de salud, ese desequilibrio no solo es preocupante: puede ser peligroso. Desde suplementos sin aval científico hasta prácticas que promueven hábitos de riesgo, la desinformación médica se propaga con fuerza en redes sociales, alimentada por intereses comerciales y la falta de regulación efectiva. Así lo advierte Aldana Farinelli, Directora Ejecutiva de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP), quien apunta directamente al rol de los influencers, las agencias de publicidad y las marcas. “Los contenidos relacionados con salud no pueden tratarse con liviandad. El marketing no puede desligarse de la ética, especialmente cuando está en juego el bienestar de las personas”, afirma con contundencia. Influencers sancionados: ¿castigo o señal de alerta? El disparador de esta reflexión fue un episodio reciente: varios influencers, tras ser sancionados por promocionar apuestas online ilegales, se vieron obligados a grabar un spot sobre ludopatía como medida reparatoria. El hecho, más allá del componente punitivo, expone una problemática más profunda: la falta de criterios éticos y profesionales a la hora de comunicar temas sensibles. “No es la primera vez que esto ocurre. Y lamentablemente, no será la última si no se establece un compromiso claro y ético en materia de comunicación”, advirtió Farinelli. Tés milagrosos, exposición solar y desinformación viral El ejemplo de las apuestas es solo la punta del iceberg. Publicidades de tés milagrosos que prometen perder peso en pocos días, posteos que alientan a exponerse al sol sin protección “por salud natural”, dietas sin aval médico y recomendaciones que confunden más de lo que informan, forman parte de una tendencia cada vez más extendida. Muchas de estas campañas, lejos de ser simples errores individuales, están respaldadas por agencias de publicidad o marcas que priorizan el alcance por encima de la responsabilidad. El problema, además de los riesgos sanitarios, es que este tipo de mensajes erosiona la credibilidad no solo de los influencers, sino también de las marcas e instituciones asociadas. “¿Qué laboratorio o institución de salud confiará en una agencia que ayer promocionaba apuestas o desinformación sobre el cáncer de piel, y hoy quiere posicionar una campaña de concientización?”, se pregunta Farinelli, dejando en evidencia el dilema que enfrenta la comunicación profesional en tiempos de viralidad. Elevar los estándares, no censurar Desde la Fundación Iberoamericana de Salud Pública, insisten en la necesidad de establecer alianzas con médicos, científicos y expertos en salud pública, validando la información antes de que llegue a las audiencias masivas. “No se trata de censurar, sino de elevar los estándares. Porque comunicar salud no es sólo hablar del cuerpo: es también cuidar la confianza”, subraya la directora de FISP. La solución, entonces, no está en silenciar voces, sino en responsabilizar a quienes tienen influencia sobre millones de personas, y en construir una cultura digital donde el compromiso ético sea tan importante como el número de seguidores.
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