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  • Sergio Hernández: la semifinal que predijo Scola, el día que Manu Ginóbili le dio clases de computación y su batalla con la autoexigencia

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/07/2025 05:03

    Sergio Santos Hernández, más conocido como Oveja, es una de las figuras más influyentes del básquet argentino. Comenzó su carrera como entrenador en la década del 90 y no tardó en consolidarse como un referente del deporte. Su recorrido lo llevó por equipos emblemáticos del país como Estudiantes de Olavarría y Peñarol de Mar del Plata. Ttambién dirigió en España, Brasil y Puerto Rico. Con un estilo exigente pero cercano, Hernández supo ganarse el respeto de jugadores y colegas, convirtiéndose en uno de los técnicos más laureados de la Liga Nacional. El mayor reconocimiento, sin embargo, llegó con la Selección Argentina. Al frente del combinado nacional en dos períodos (2005-2010 y 2015-2021), logró el oro en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y la medalla de plata en el Mundial de China ese mismo año, tras una campaña histórica. También dirigió al equipo que se colgó el bronce olímpico en Pekín 2008. Más allá de los resultados, dejó una marca indeleble por su liderazgo y su capacidad para potenciar talentos. “No perdimos el oro, ganamos la plata”, dijo tras la final del Mundial 2019, frase que resume su filosofía de resiliencia y compromiso. Detrás de los triunfos también hubo momentos complejos. En los últimos años, Hernández habló públicamente sobre el impacto emocional que implica la alta competencia, especialmente en contextos lejos de su país y su familia. En 2022, renunció a su cargo en Brasil por razones personales, priorizando su salud mental. Esa honestidad lo humanizó aún más ante el público, consolidando su lugar como referente no solo deportivo, sino también humano. Su paso por Brasil también dejó huella: al frente del Flamengo, conquistó títulos importantes como la Copa Libertadores de Básquet (2021) y la Basketball Champions League Americas (BCLA), consolidando al equipo como uno de los mejores del continente. Estos logros reforzaron su estatus internacional y demostraron, una vez más, su capacidad para construir equipos ganadores. Su legado sigue vigente y su historia inspira dentro y fuera de las canchas. Al frente de la Selección Argentina de Básquet, Sergio Hernández logró el oro en Lima 2019 y la plata en el Mundial de China, marcando una era histórica Su llegada al Flamengo y los desafíos como entrenador internacional Leo: — ¿Cómo llegaste al Flamengo y cómo viviste ese primer gran logro? Sergio: — Caí en el momento justo. Yo llegué un tiempo antes, el equipo estaba bien. El entrenador anterior no se iba por malos resultados sino porque cambia el presidente, cambia todo y hacen una reestructuración general. Una de las cosas que tocan es el básquetbol y su entrenador. Entonces llego a un equipo armado y compitiendo. Obviamente después los entrenadores le queremos dar algo, siempre un toque personal. Y para mí era un equipo que jugaba con menos ritmo del que podía jugar. En un momento parecía que no lo podíamos lograr, pero lo logramos justo ese fin de semana que fuimos una aplanadora. Sacamos de la cancha a Franca, que después es el equipo que nos elimina en la liga brasilera, en el quinto partido. Un equipazo. Franca tetracampeón de Brasil. Aparte acaba de salir por cuarta vez consecutiva campeón de la NBB. Ganamos por 30 puntos ese partido de semifinal y después jugamos con Boca, la final y pudimos ganar y consagrarnos campeones. Leo: — Hace un tiempo hablaste de una especie de meseta personal. ¿Cómo manejaste esas emociones y qué aprendiste de los altibajos en los lugares donde te tocó trabajar? Sergio: — A mí el hecho de irme fuera del país me cuesta. Una cosa es irte a pasear y otra cosa es irte a instalar, a vivir, a convivir con otra cultura. Y si bien yo soy una persona muy sociable y me adapto rápidamente, las últimas veces post pandemia, fue difícil. Cuando yo llego a Zaragoza apenas se podía viajar. Pude viajar porque tenía un contrato de trabajo. Llegué a España en pleno invierno. Me agarró una nevada histórica y el invierno te hace estar más para adentro también. Además con el COVID, los restaurantes cerrados, las cosas, la cancha sin gente... No podían ir ni mis hijos ni mi pareja a ver los partidos en ese momento. Creo que eso fue un condimento y por primera vez en mi carrera me pegó por el lado de la de la obsesión por el resultado. El resultado me comió la cabeza. Leo: — ¿Te llevó a deprimirte, a entristecerte, a sentirte un poco perdido? Sergio: — Angustia, seguro. Ansiedad, angustia, ganas de devolverme todo el tiempo. Primero empezó con los partidos, como que yo tenía una excesiva responsabilidad, sentía que lo único que servía era ganar y nada más. Pensaba a mí me pagan por ganar. Una estupidez porque está claro cuando uno juega algo que quiere ganar, pero todos los que participan quieren eso. Y uno no es más ganador porque dice: “Yo odio perder”. A nadie le gusta perder, pero a mí me desequilibró eso. Me empezaron a pasar cosas muy difíciles, muy duras de sobrellevar en las previas. Empezó primero en las previas de los partidos. Era un día el peor día de mi vida, cuando para mí los días de partido durante treinta y pico de años no te digo que eran el mejor día, pero me encantaban. Yo veía en mí una persona que no conocía. Me empezaron a pasar cosas que decía: “¿Y esto cómo se maneja? ¿Qué hago ahora?” Veían esos pensamientos muy habitales en el deporte: Todo se puede, no todo es cuestión de voluntad, si perdés sos un pecho frío. Si tenés nervios antes de un partido, sos cagó*… Leo: — En tu cabeza estaba esa película. Sergio: — Pensaba que si yo no ganaba era un fracaso, que la responsabilidad era exclusivamente mía y que las miradas iban a estar todas puestas en mí, en una época en la que no iba ni gente a la cancha. O sea, yo caminaba por la calle de Zaragoza y no me conocía a nadie porque estaba bajo un barbijo, gorro de lana, un frío de morir... Era ideal la situación. Leo: — Ideal para no hacerse la película que vos decís. Pero a vos te pegó igual. Sergio: — Sí. Porque además nosotros teníamos que salir de la cancha e ir a casa. No podíamos hacer muchas cosas más que hacer las compras en el supermercado, las cosas lógicas que se hacía en todo el mundo en la pandemia. Además, el equipo no estaba mal, estábamos jugando la Champions, que es la misma liga que acabamos de nombrar de Brasil, la FIBA Champions. Y estaban contentos y todo. Pero a mi hasta un mal entrenamiento me arruinaba una clasificación. Después empezó a pasar con los entrenamientos, ese llamado estrés por performance. Me pasaba hasta antes de ir a un entrenamiento. Yo tenía que ganarle al Barcelona y no va que perdemos por pocos puntos en casa y yo estaba enajenado. Ahí vino uno de los jugadores, un americano, y me dice: “Coach, perdimos con Barcelona…" Leo: — Justo te iba a preguntar por esa anécdota. Vos estabas indignado y tus jugadores dicen: “Jugamos bien, pero perdimos con Barcelona”. Un muy buen equipo. Sergio: — Uno de los americanos con más experiencia y que había jugado Euroliga, D. J. Seeley, me dice: “Coach, ¿estás enojado? ¿En serio?” Porque habíamos hecho un partidazo, nos había ganado en los últimos dos minutos y yo no lo entendía, no veía y la pasé litealmente mal. Leo: — ¿Y qué pasó? Sergio: — Me fui. Leo: — Te fuiste, pero no solucionaste tu problema. Sergio: — No, los problemas no se solucionan así... “Hoy se habla de salud mental en el deporte y me parece genial que se visibilice”, reflexionó Sergio Leo: — ¿Cómo se solucionan? Sergio: — Mirando para adentro y trabajando sobre eso. Yo salgo de Zaragoza, me voy un mes antes. O sea, si yo esperaba un mes, jugaba la final de la Champions, que se jugó en Rusia. El equipo ganó medalla de bronce, o sea, jugó bien, podía terminar el contrato, venía todo bien, todos felices, era un lugar para quedarse. Como diría nuestro amigo Julio Lamas, era mi traje a medida. Un equipo ni para abajo ni para arriba. Los de arriba no nos contratan a nosotros los argentinos: Barcelona, Real Madrid... Y los de abajo uno intenta no ir porque no quiere jugar por el descenso. Leo: — Era ideal. Sergio: — Ideal. Un equipo histórico con mucha historia, con la ciudad linda. El equipo estaba bien. Pero bueno, no pude. El presidente y el manager no entendían nada porque en ese momento no les dije: “Mirá, me pasa esto…” Leo: — Esto que me estás contando a mí ahora y que ya lo procesaste con tiempo. Sergio: — Soy bastante honesto, pero tampoco de abrirme íntimamente con gente que no conozco. Leo: — Y el Oveja de 61 años, que ya pasó por eso, que tuvo a la Selección, que tiene una colección de títulos, acaba de ganar en Flamengo y vive en Río. ¿Ya superó eso? Sergio: — No, lo está superando porque a mí lo que me pasa en Zaragoza se me repite en Puerto Rico, lugar que amamos porque es uno de los pocos países en el mundo que el básquet es el deporte número uno. Amo la Liga esa. Es una locura espectacular, divertida, difícil para los entrenadores porque es un playground grande. Me trataron increíble, el equipo no estaba mal, pero me pasó lo mismo. Dos veces me fui de Puerto Rico porque en la primera me mantuvieron como asesor, como coach asociado. Después volví a ser entrenador, me vuelve a pasar lo mismo y renuncio a los cuatro partidos. Leo: — No es todo color de rosa, lindo y brillante. Está bueno que cuentes tu experiencia para entrenadores y jugadores jóvenes, aquellos que fracasan y dicen: “Ya fue. Lo dejo”. Sergio: — Sí, hoy se abrió este tema de la salud mental. Me parece genial que se hable, se diga y se visualice porque además el tipo de vida que llevamos hoy te lleva más a la urgencia y la urgencia te trae ansiedad, lo que vemos lo queremos tener ya. Siempre parece que el otro hizo algo mejor que vos, que tiene algo más lindo que vos o gana o pierde más. Es un momento que hay que tener cuidado y estar atento. Y si esto aporta algo, lo cuento. Ahora estoy bien. Flamengo además es un lugar muy bueno para eso. Es un club muy serio, organizado, con gente de primera. Y Río ayuda mucho también. Es una ciudad preciosa, pero yo lo laburo todos los días. Tengo mi terapia y también aprendo de las experiencias. Leo: — Es algo muy propio del argentino también esa búsqueda constante del éxito, ¿no? Sergio: — Pero ahí hay un punto. El defecto y la virtud es casi la misma. Se tocan el exitismo exacerbado que tenemos, que es malo, que nos convierte en termos y saca muchas veces lo peor de nosotros, pero también es lo que nos hace lograr cosas que no deberíamos lograr con el sistema deportivo que tenemos. No podríamos tener a Los Pumas, Las Leonas, Los Leones y el básquet. Lo tenemos porque eso forma parte de nuestra vida. Su vínculo con Manu Ginóbili y la anécdota de la computadora Leo: — ¿Es verdad que Manu si te enseñó computación cuando tenía 10 años? Sergio: — Sí. Era en la época que no existía lo que existe hoy. Ni el Windows existía. Los Ginóbili vivían a una cuadra y media de Bahiense del Norte y yo trabajaba ahí. Yo vivía dentro de la casa la casa de Yuyo, Raquel, Leandro y Sebastián, que eran mis jugadores. Manu, que era el chiquito de la familia, yo no lo dirigía porque estaba en otra categoría. Ellos tenían una habitación chiquita atrás de todo, que la usaban como una sala de juegos y tenían una computadora. Poca gente tenía una computadora en la casa en esa época. Usaba un sistema con una pantalla en negro y eras casi un programador para poder ingresar, por ejemplo, a un jueguito. No había ni Internet todavía. Leo: — ¿Y Manu sabía? Sergio: — Manu sabía todo, con 9 o 10 años. Entonces yo le digo: “Manu, me tenés que enseñar. No puede ser que yo no sepa aprender esta porquería y entrar así”. Pero de verdad que era difícil. Había que hacer muchos pasos y Manu me dijo: “Bueno, pero tal día, a tal hora…” Leo: — A lo Manu Ginóbili (risas). Sergio: — Me hizo llevar un cuaderno y me daba tareas para llevarme a mi casa y al otro día tenía que volver con eso. Te lo juro. Leo: — Viendo lo que fue Manu después, tiene sentido… Sergio: — Totalmente. Es que él fue siempre así. Vamos a hacer algo, lo vamos a hacer bien. O sea, no me pidas que te enseñe y después a los 10 minutos te fuiste a ver El Chavo del 8 a la cocina con mi viejo. En un momento, digo: “¿Para qué yo le pido a este pibe?” (risas). “El estrés por performance me empezó afectaba antes de cada práctica”, confesó el entrenador en diálogo con Leo Montero Leo: — Completame la frase: “Manu Ginóbili es… Sergio: — Un distinto. Él no entra en una categoría porque si le ponemos un adjetivo, lo igualamos con otros y es distinto. Es alguien que reúne todas las cosas que un deportista exitoso tiene que tener. Es tan perfecto que él no buscaba ser perfecto. Él lo que buscaba era competir. Entonces, decía: “¿Qué hay que hacer para ser mejor? ¿Hay que comer mejor? Bueno como mejor. ¿Hay que dormir mejor? ¿Cómo se hace? Bueno, duermo mejor. ¿Hay que entrenar mejor? ¿Hay que cuidar el cuerpo porque ya el paso de los años? Vamos. ¿Hay que escuchar al entrenador? ¿Hay que respetar la estrategia y el plan de juego? ¿Hay que ser altruista?" Es muy difícil todo lo que hizo Manu. No intentemos copiarlo porque no se puede… Quién y por qué En un momento distendido de la charla, Leo propuso a Sergio un juego: lo invitó a elegir nombres propios ante distintas situaciones. La consigna era clara: debía mencionar a jugadores de la Selección Argentina, uno de los equipos más emblemáticos de su carrera, y justificar cada elección. “¿Quién y por qué?”, le planteó el conductor, desafiándolo a profundizar en los vínculos y recuerdos que marcaron su recorrido como entrenador. Leo: —¿Quién creés que te interpretaría mejor en una serie sobre tu vida? Sergio: — Porque es un caradura y me conoce mucho: Facu Campazzo. Le daría un poco de vergüenza si yo estoy ahí, al frente de él. Pero lo haría bien… Leo: — Si vos fueras presidente de la Nación Argentina, ¿quién sería tu mejor vicepresidente? ¿Quién sería el que mejor te podría acompañar en la gestión? Sergio: — Luis Scola. Pero yo lo tendría de asesor porque todo lo que me dice Luis se cumple. Leo: — Es el tipo que te dijo: “Tómate el avión ahora porque van a cerrar por la pandemia”. Y tenía razón… Sergio: — Al otro día cerraron los aeropuertos. Yo estaba comiendo algo en Madrid y tenía pasaje para dentro de tres días. Él estaba en Italia y en una llamada telefónica me dice: “Cambialos, Sergio”. “Pero Luis, acá está todo normal”, le digo. “Cambia el pasaje, se va a cerrar todo”, me responde. Lo cambié y el mío fue uno de los últimos vuelos que vino. Leo: — ¿En qué otras cosas Scola tenía razón? Sergio: — Cuando faltaba un año todavía para el Mundial 2019, jugando una ventana en Formosa, creo que contra Puerto Rico, que era el rival que necesitaba ganarnos para intentar ir al Mundial. Nos preparamos bien para ese partido y lo pasamos por arriba: sacamos 30 puntos. Cuando estaba yendo para la conferencia de prensa, recordemos que era la Selección post Generación Dorada, que quedaba solo Luis con cuarenta años... Leo: — Era el gran capitán. Sergio: — Todo el mundo estaba medio deprimido porque sentían que había terminado todo. Antes de la conferencia Luis me para y me dice: “¿Podemos empezar a hablar en la intimidad como equipo de semifinales del mundo?”. Y era una utopía total en ese momento. Leo: — Lo que después pasó en China... Sergio: — Un año antes de ese torneo me lo dijo. Yo puse una cara y él me dice: “¿Te parece mucho?” Yo le respondo: “Y sí”. “Mirá que estos pibes están bien en serio”, me respondió como si el no fuera parte el equipo. Leo: — Esa era la nueva camada que daba paso al frente. Sergio: — “¿Cuartos de final?”, me pregunta. “Sí, cuartos de final. Puede ser”, le digo. “Si vamos a hablar de cuartos de final, hablemos de semis porque estos pibes lo que necesitan es que se deje de hablar de la Generación Dorada y que empiecen a creérsela, a empoderarse”, me dijo. “Listo, te lo dejo a vos”, le respondí. Pasamos adentro del vestuario y les digo a todos: “Luis le quiere decir algo”. Y Luis hizo todo el speech ahí y fuimos finalistas del mundo. Leo: — ¡Tenía razón! Sergio: — El único que la vio. Yo soy un entrenador optimista, pero no la veíamos. Íbamos a hacer experiencia con una camada nueva para ver si en algún momento... Leo: — Por eso todos estos chicos han sido tan grosos… Sergio: — Invictos a la final. Leo: — Te hago la última Sergio. ¿Quién y por qué organizaría tu despedida de soltero? Sergio: — Fabri Oberto porque te trae cuarteo, los vinos. Olvidate…

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