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Fecha: 21/07/2025 14:21
La reciente Asamblea General de la OEA en Antigua y Barbuda reveló los desafíos cruciales sino existenciales que enfrenta la Organización. Casi todos los discursos pronunciados fueron más bien retóricos y sus resoluciones de imposible cumplimiento, excepto quizás por la referente a Haití. Una de las resoluciones aprobadas unánimemente, “Impulsando iniciativas hemisféricas en materia de desarrollo integral,” refleja el lema de la reunión: “Construyendo ecolonomías resilientes e inclusivas en las Américas.” Ella exhorta a la OEA fortalecer su cooperación para el desarrollo en todas sus dimensiones habidas y por haber (energía limpia y cambio climático, comercio, competitividad, empleo, educación, inclusión social, desarrollo humano, tecnológico, turístico, empresarial, etc). La resolución “Hacer frente a la grave crisis de salud mental en las Américas” también tuvo el apoyo unánime de la asamblea. Ambas contienen agendas imposibles de cumplir por la escasez de recursos. Pero su aprobación manifiesta la influencia y los intereses prioritarios del Caribe en la OEA –que no son necesariamente la preocupación por la erosión o la promoción de la democracia en América Latina. Por su parte, los estados latinoamericanos celebraron el lema del encuentro y apoyaron las resoluciones mencionadas; valoraron el multilateralismo y la relevancia de la OEA como foro de diálogo y cooperación; y propusieron fortalecerla como garante de los derechos humanos, la democracia y sus procesos electorales. Pero llama la atención el silencio de la mayoría ante el colapso de la democracia y la flagrante violación de los derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Sólo Argentina, Costa Rica, Canadá, Estados Unidos, Jamaica y Paraguay expresaron su preocupación por tales situaciones. Costa Rica, no obstante, calificó la omisión como un acto de “pasividad e indolencia”. El discurso del vicesecretario de estado, Christopher Landau, sin embargo, se destacó por su franqueza, aunque no sorprendió dado el ambiente anti-multilateralismo en EEUU. Landau expresó el compromiso de su país con la OEA, pero anunció que su gobierno está evaluando su relevancia, como la de otros organismos internacionales, para sus intereses. Según Landau, se evaluará qué hace la Organización más allá de la retórica, en respuesta al fraude de la tiranía venezolana y su amenaza a la integridad territorial de Guyana, o lo que hará respecto a la crisis haitiana. Aseveró que si la OEA es renuente a jugar un papel constructivo y contundente para enfrentar esos desafíos, habría que preguntarse para qué existe. Quedó implícito el aviso de que si ese fuese el caso, EEUU podría dejar de pagar su cuota o podría retirarse de Organización. Se sabe que EEUU pretende reducir su aporte financiero a la OEA, y que se reduzcan y adecúen sus innumerables mandatos a los recursos existentes. También se sabe que a EEUU le preocupa la creciente influencia China en el hemisferio y en la OEA. Sobre Haití, la Asamblea aprobó por unanimidad la resolución que hace un “Llamado a la aplicación urgente de soluciones concretas para resolver la grave crisis institucional y de seguridad en Haití.” Con ella se solicita al Secretario General la preparación de un plan integral con énfasis en la restauración de la seguridad y en la obtención de financiamiento y de los recursos militares y policiales internacionales requeridos para empezar a solucionar la crisis en ese estado fallido. La pregunta es, sin embargo, quienes, cuánto y cómo contribuirán a la iniciativa. Por su parte, el nuevo secretario general, Albert Ramdin, en su discurso ante la Asamblea General, afirmó su compromiso con los cuatro pilares de la Organización: democracia, seguridad, desarrollo y derechos humanos. Pero prometió una nueva modalidad de cooperación, en vista de la escasez de recursos para atender las múltiples demandas de cooperación. Se propone buscar una asociación estratégica con instituciones regionales como el BID, el IICA y la OPS, así como con el sector privado, organizaciones ciudadanas y con observadores permanentes. También se propone reorganizar la Secretaría General para hacerla más ágil y efectiva; buscará así reducir trámites burocráticos y silos programáticos, alinear la estructura burocrática y el financiamiento con las prioridades estratégicas; mejorar la coordinación y la comunicación inter-secretarias, y establecer mecanismos de diálogo y consulta permanente con los cuerpos gobernantes. Además, notificó que desarrollará una estrategia de comunicación pública para hacer conocer mejor el trabajo de la Organización en los medios, las universidades y organizaciones ciudadanas. Sus propuestas de reformas son acertadas y fueron bien recibidas por los estados miembros. En resumen, los estados miembros y el secretario general enfrentan desafíos determinantes para la sobrevivencia y fortalecimiento de la Organización. Desafíos que requieren un liderazgo individual o grupal capaz de construir el consenso necesario para enfrentarlos con éxito. De ello depende el futuro de la Organización. O sea, la cuestión es si ésta se paraliza y se vuelve irrelevante o se reforma, fortalece y continua siendo el principal organismo hemisférico para el diálogo, la solidaridad y la cooperación para la paz, la seguridad, el desarrollo y la democracia en el hemisferio.
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