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  • La selección genética permite ir en busca del olivo perfecto en Córdoba

    » Diario Cordoba

    Fecha: 21/07/2025 07:47

    El ser humano lleva milenios usando técnicas genéticas para mejorar cultivos, animales domésticos y ganado, aunque el conocimiento profunda del funcionamiento del genoma se cosa de este siglo. En México, el maíz se obtuvo casi con seguridad a través de la modificación de una planta silvestre muy diferente, el teocinte; en el Creciente Fértil, los primeros agricultores seleccionaban para plantarlo el trigo salvaje con granos que no se soltaban por si solos de la espiga, para así poder elegir el momento idóneo de la cosecha. Lo mismo, o algo parecido, ocurrió en otras partes del mundo con cereales como el arroz o el mijo. En cuanto al ganado, podían seleccionarse como madres criadoras a los ejemplares más dóciles o productivos de especies domesticadas. En todos esos procesos se tardaban generaciones, probablemente siglos. Hoy, las técnicas de mejora genética permiten lograr grandes avances en mucho menos tiempo, aunque incluso así se necesita tener mucha paciencia. Un caso singular es el del olivo, uno de los cultivos más rentables en España y predominante en la provincia de Córdoba, del que existen centenares de especies diferentes, algunas de ellas desarrolladas en un laboratorio. La investigación genética lleva años desarrollándose en centros públicos (como la UCO o el Ifapa) pero también en empresas privadas. Es el caso, por ejemplo, de la variedad I-15 de la compañía cordobesa Todolivo, que está teniendo, según sus responsables, un importante éxito en el mercado. Pero el proceso para llegar hasta aquí no ha sido rápido: se han necesitado más de 13 años para poner en el mercado una variedad de olivo completamente nueva y rentable para los agricultores. Francisco Coca, ingeniero agrónomo y director de proyectos hidráulicos y desarrollo rural de Todolivo, explica cómo ha sido todo el desarrollo de la variedad I-15, que comenzó a gestarse en al año 2008 sobre clones seleccionados con los que contaba la compañía desde los año 90 del pasado siglo. Hasta entonces, recuerda Coca, la maquinaria se había ido adaptando al olivar pero con la llegada de las plantaciones superintensivas se cambió el modelo y hubo que pensar en diseñar variedades que pudieran adaptarse a la maquinaria existente en el mercado. Una variedad nueva, según el ingeniero de Todolivo, debe tener prácticamente de todo, y todo bueno. Debían superar en producción a las especies parentales, tener un alto rendimiento, elevada precocidad para dar la primera cosecha cuanto antes y una gran tolerancia y resistencia a las enfermedades más habituales en el olivar, como el repilo o la tuberculosis. No es un árbol perfecto, pero casi. «Hay que ser exigente», sostiene Coca. El experto explica que hay cierta confusión entre el público no especializado cuando se habla de mejora genética, ya que no implica la manipulación de los genes sino que todo se hace mediante una selección de características que naturales que después se inducen o potencian en la variedad deseada. El primer paso es seleccionar las variedades parentales, que en el caso de la I-15 de Todolivo fueron Arbosana y Koroneiki, ambas patentadas. La producción Durante la primera etapa del estudio de Todolivo se escogieron 3.000 clones de olivos para finalmente quedarse con tan solo 27. Esos árboles fueron polinizados de manera natural e inducida: el polen del padre se colocaba en bolsas durante la época de la floración. A partir de las aceitunas que dieron esos árboles se obtuvieron los huesos y después las semillas, que se colocaron en cámaras con unas condiciones específicas de humedad, temperatura y oscuridad. «No todas las plantas germinan» en esta etapa, recuerda Coca. Las que sí lo hicieron fueron creciendo poco a poco y al llegar a determinada altura pasaron al vivero, donde tuvieron luz durante las 24 horas del día «para romper la juvenibilidad». Tras nueve meses comenzó una segunda criba en la que se descartaron los plantones que no habían alcanzado una determinada altura. El siguiente paso fue llevar estas plantas al campo, en alguna de las fincas de experimentación con las que cuenta Todolivo en Córdoba. Durante años esos ejemplares (unos 1.900 en un principio, de los que se seleccionaron 38 como posibles nuevas variedades) fueron cuidados como en cualquier olivar, experimentando con sus comportamientos en regadío o secano. Tras varias cosechas (la I-15 comenzó a producir por vez primera en 2012), se comprobó que la nueva variedad cumplía con los requisitos, por lo que fue patentada en 2020 y comercializada en el año 2021, con buena acogida entre los agricultores hasta el punto de dedicarla a la exportación. Suscríbete para seguir leyendo

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