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  • La publicación póstuma de Joan Didion genera debate: ¿era justo revelar sus diarios más íntimos?

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 17/07/2025 06:38

    La publicación póstuma de 'Apuntes para John' de Joan Didion genera debate ético y literario Joan Didion falleció en 2021, a los 87 años. Cuando se anunció la publicación de un nuevo volumen de sus diarios, la expectación era enorme: sus obras de no ficción personal constituyen la base de su formidable legado literario. Sin embargo, a medida que se conocieron los detalles, los lectores comenzaron a cuestionar la ética de su publicación. Anunciada como una obra que ofrece “sorprendentes” revelaciones, Apuntes para John relata las conversaciones que Didion mantuvo con su psiquiatra entre diciembre de 1999 y enero de 2003. Se basa en una serie de cartas dirigidas a su marido, el también escritor y colaborador habitual John Gregory Dunne. 'Apuntes para John' expone la vulnerabilidad de Didion y su relación con la maternidad y la enfermedad mental Y no solo se revelan en las páginas del libro las vidas de Didion y Dunne, sino también la de su única hija. De hecho, Didion había comenzado sus sesiones de terapia a instancias de su hija Quintana, que entonces tenía treinta y tantos años, atravesaba una grave crisis de salud mental y luchaba contra la adicción al alcohol. Como se señala en la breve introducción, el libro se basa en “una colección de unas 150 páginas sin numerar […] encontradas en un pequeño archivador portátil” cerca del escritorio de la autora tras su muerte. (Otros contenidos incluían “una lista de invitados a las fiestas de Navidad” y “contraseñas de ordenador”.) Este material pasó a formar parte del archivo Didion/ Dunne de la Biblioteca Pública de Nueva York, con “acceso sin restricciones”. Sin embargo, se ha informado de que Didion no dejó instrucciones específicas sobre cómo debía gestionarse. Los administradores del patrimonio literario de Didion, la editora literaria Lynn Nesbit y dos de sus editoras de toda la vida, Shelley Wanger y Sharon DeLano, tomaron la decisión de publicarlo. Al menos algunas personas cercanas a ella han expresado posteriormente su inquietud por la publicación. Numerosos críticos han confesado sentirse “incómodos” y como voyeurs al leerlo. ¿Habría querido Didion que leyéramos este libro? Y si no, ¿debería haberse publicado? La ética de la publicación póstuma La publicación póstuma ha sido durante mucho tiempo motivo de controversia literaria. No faltan ejemplos de obras publicadas en contra de la voluntad del autor tras su muerte. El autor de Lolita, Vladimir Nabokov, el premio nobel Gabriel García Márquez, la poeta del siglo XIX Emily Dickinson y, quizás el caso más famoso, el novelista Franz Kafka se encuentran entre los escritores más destacados que dejaron instrucciones explícitas para que sus obras inéditas fueran destruidas tras su muerte, pero que posteriormente fueron publicadas. La publicación de 'Ve y pon un centinela' dividió a la crítica y afectó el legado de Lee A veces, estas cuestiones se plantean incluso cuando el autor aún vive. La publicación en 2015 de Ve y pon un centinela, de Harper Lee, comercializada como secuela de su única otra novela publicada, el clásico de 1960 Matar a un ruiseñor, desató la preocupación de que la entonces anciana Lee hubiera sido coaccionada para cambiar su postura de toda la vida de no volver a publicar nunca más. La controversia se intensificó por el hecho de que Ve y pon un centinela recibió críticas decididamente mixtas. A ojos de algunos lectores, su publicación empañó tanto el legado literario de Lee como la reputación del heroico abogado de Matar a un ruiseñor, Atticus Finch, que es descrito como menos que justo en Ve y pon un centinela. Esto sugiere la forma en la que a menudo se sopesan estos debates en términos de opinión pública. Como la propia Didion observó en una ocasión: “La cuestión de qué hacer con lo que un escritor deja inacabado se remonta a, y se responde convencionalmente con, obras que podríamos haber perdido si se hubieran respetado los últimos deseos de sus autores”. Por lo tanto, quizá seamos más receptivos a las publicaciones póstumas potencialmente no autorizadas si el resultado es una obra maestra literaria. Es posible que nos mostremos menos indulgentes cuando la calidad de la obra es menos segura. El caso de Harper Lee reavivó la polémica sobre la publicación sin consentimiento El papel del escritor Didion publicó sus propias opiniones sobre este tema. Devota de Ernest Hemingway durante casi toda su vida, criticó la publicación póstuma de obras que quedaron inconclusas cuando él murió en 1961. En un artículo de 1998 publicado en The New Yorker, señaló el desdén de Hemingway por tales prácticas, citando una carta que él había escrito en 1952 a un autor que estaba trabajando en un libro sobre sus inicios: “Lo que yo escribo y no deseo publicar tú no tienes derecho a publicarlo. No te haría algo así, como no engañaría a un hombre en el juego, ni registraría su escritorio o su papelera, ni leería sus cartas personales”. Didion también vio en el famoso estilo preciso de Hemingway una prueba más de lo erróneo de tales esfuerzos. Hemingway era un escritor para quien los detalles aparentemente insignificantes de la gramática, la sintaxis y la puntuación tenían una gran importancia. Como escribió Didion: “Era un hombre para quien las palabras importaban. Trabajaba con ellas, las entendía, se adentraba en ellas”. Según ella, el poder de su escritura surgía de su control exigente sobre su oficio: sobre lo que incluía, pero también sobre lo que dejaba fuera. Tomar decisiones sobre estos asuntos sin la opinión del autor era, según ella, nada menos que “una negación de la idea de que el papel del escritor en su obra es crearla”. Joan Didion criticó la publicación póstuma de la obra de Ernest Hemingway diciendo: ‘Era un hombre para quien las palabras importaban’ Una cuestión de estilo Al igual que Hemingway, Didion era una maestra del estilo, conocida por la elegancia cristalina de su prosa y su interés por las cuestiones relacionadas con el arte de la escritura. Puede existir una tendencia errónea a pensar que la escritura autobiográfica es una confesión directa, como abrir una vena en la página, pero ese nunca fue el estilo de Didion. Incluso cuando su escritura parecía emocionalmente cruda y reveladora, siempre estaba finamente trabajada, inspirada en las lecciones de Hemingway sobre el poder de la omisión deliberada. Al fin y al cabo, se trataba de una mujer tan reservada que mantuvo en secreto durante años su tratamiento contra el cáncer de mama, excepto a Dunne. Muchos de los rasgos distintivos del estilo literario de Didion están presentes en Apuntes para John: el carácter fragmentario, la claridad de su prosa, incluso las serpientes como imagen recurrente. Pero al relatar este tema tan cargado de emociones con poco tiempo de distancia, se vuelve directa hasta el punto de la franqueza. En un momento dado, por ejemplo, el psiquiatra de Didion elogia su “extraordinaria percepción” de la relación con su propia madre. Ella responde: “Extraordinaria o no […] no me ayuda mucho a seguir adelante con mi vida. Es incluso contraproducente, teniendo en cuenta que mi madre tiene ahora 89 años. No es que vayamos a resolver nada enfrentándonos a ello”. Por supuesto, pronto se hace evidente que la relación de Didion con su madre es muy relevante para la forma en que ha criado a su hija. Si, como dice una de las frases más citadas de Didion, escribió para “descubrir lo que pienso, lo que miro, lo que veo y lo que significa”, en Apuntes para John, ese proceso parece estar muy en curso. Todo ello contribuye a la sensación de estar leyendo algo que no estaba destinado a publicarse en su forma actual y que, por lo tanto, aún no alcanza la categoría de obra maestra. Didion seguiría escribiendo sobre al menos algunos de estos temas en libros posteriores, en particular en Noches azules, de 2011, que narra su dolor tras la muerte de Quintana en 2005, menos de dos años después del fallecimiento de Dunne. Pero la forma en que se trata el material en esta obra es notablemente diferente. Mientras que Apuntes para John avanza de forma cronológica a través del tiempo, Noches azules imita el funcionamiento de la memoria con su naturaleza no lineal. La primera, desde un punto de vista formal, es exactamente eso: una serie de apuntes o entradas de diario que abarcan un periodo de tiempo concreto. La segunda, sin embargo, aprovecha las amplias posibilidades híbridas del ensayo para ampliar su alcance y contar una historia más completa sobre el amor, los padres y los hijos, la culpa y el dolor. Cabe destacar que, en Noches azules, Didion sí habla del diagnóstico de Quintana, que incluía trastorno límite de la personalidad, pero omite en gran medida la naturaleza específica de su adicción. En Apuntes para John, se aborda de frente y se analiza en detalle. Didion era una escritora conocida por aproximarse al objeto de su escritura de forma oblicua, por su dominio de lo que el escritor irlandés Brian Dillon denomina la “mirada de reojo” del ensayista, es decir, una forma de iluminar temas difíciles abordándolos de forma indirecta. La franqueza de Apuntes para John contrasta así con la clásica obra de no ficción de Didion. En ella, sus narraciones suelen seguir una lógica de asociación, pidiendo a los lectores que establezcan conexiones a través de metáforas y que rellenen los huecos para ver cómo “esto” se relaciona con “aquello”. En el espacio de un solo capítulo de Noches azules, por ejemplo, Didion pasa de relatar el día de la boda de Quintana a recordar la casa de la familia en los suburbios de Los Ángeles y a reflexionar sobre el proceso de obtención del carné de conducir de Nueva York cuando se mudaron al este. Se habla de un texto psiquiátrico sobre el suicidio de la década de 1930, se cita al dramaturgo griego Eurípides y se evoca la imagen de Quintana en 2003, “en coma inducido, respirando solo con un respirador” durante “la primera de una cascada de crisis médicas que terminarían veinte meses después con su muerte”. Este modo de narrar es la esencia misma de Didion. Puede dar lugar a acusaciones de ambigüedad o evasividad, cargos que se han vertido sobre su obra en más de una ocasión. Pero también tiene el potencial de proteger al autor y a las personas que le rodean cuando comparten intimidades, manteniéndoles firmemente en control de lo que se revela y lo que no. Secretos matrimoniales Apuntes para John también se ve afectado por una cuestión relacionada con el público al que va dirigido. Una de las personas responsables de su publicación, Lynn Nesbit, agente de Didion y también una de sus albaceas literarias, ha reconocido que este material “no fue escrito para ser publicado”. Su título deja claro que fue escrito para un único destinatario: Dunne. Esto también es evidente en el estilo, en la narración en segunda persona dirigida a un “tú” tan familiar con las personas y los acontecimientos que menciona que Didion no necesita explicar referencias pasajeras a “la narrativa de Nick” o a alguien llamado Marian. Se han insertado notas al pie para aclarar que lo primero se refiere a la tensa relación de Dunne con su hermano mayor, mientras que lo segundo era el jefe de Quintana en una revista. Su presencia enfatiza que estamos escuchando a escondidas conversaciones íntimas. Apuntes para John fue escrito para un único destinatario: su marido, John Gregory Dunne (derecha) El retrato de Didion que emerge es, por tanto, sorprendentemente vulnerable: vemos sus debilidades, ansiedades y dudas –especialmente en lo que respecta a la crianza de Quintana, a quien Dunne y ella adoptaron cuando era un bebé– de una forma mucho más directa que en sus otros escritos publicados. Quizás esto tenga algún valor: otra de las guardianas literarias de Didion, su editora de toda la vida, Shelley Wanger, ha dicho que esperaba que el carácter sincero del libro sirviera para corregir la imagen pública algo fría de Didion. También entiendo que la franqueza de Didion pueda servir de consuelo a lectores que se enfrentan a dificultades similares. Apuntes para John contiene muchas reflexiones sinceras y conmovedoras sobre la depresión, la ansiedad, la adicción y las duras dificultades de apoyar a un ser querido en momentos tan difíciles. “Tú y tu marido estáis pasando por un infierno”, le dice el psiquiatra de Didion durante una conversación sobre “un fin de semana difícil” en el que ella y Dunne se habían preocupado por la seguridad de Quintana. “Solo puedes quererla”, le dice el médico, “no puedes salvarla”. Responsabilidades éticas Me inclino menos a estar de acuerdo con aquellos que sugieren que las ramificaciones éticas de publicar este material son menos relevantes porque Didion, Dunne y su hija ya no están vivos para sufrir el dolor o la vergüenza de la exposición. El estudioso de la literatura autobiográfica G. Thomas Couser ha argumentado que, aunque la muerte podría “parecer sugerir una invulnerabilidad total al daño” cuando se trata de escribir sobre ella, en realidad puede ser “el estado de máxima vulnerabilidad y dependencia”, dado que el difunto no puede ofrecer ni su consentimiento ni defenderse. Desde esta perspectiva, la descripción que se hace de Quintana en Apuntes para John resulta especialmente inquietante. Los lectores obtienen una visión íntima de lo que debieron de ser algunos de sus momentos más vulnerables, mientras luchaba contra la adicción y la enfermedad mental. Joan Didion sentada frente a una foto de sí misma con su hija Quintana Roo y otra foto de la boda de su hija Vemos, a través de los ojos de su madre amorosa, inquieta y quizás sobreprotectora, cómo Quintana da pasos en falso, recae y, en ocasiones, dice cosas a sus padres de las que probablemente se arrepentirá toda su vida. Vemos la extrema cercanía entre madre e hija, quizás incluso una codependencia (“Tú y Quintana habéis sido durante demasiado tiempo dos personas en la misma piel”, observa el médico). También vemos la culpa de Didion por lo que considera su responsabilidad en la incapacidad de su hija para afrontar la vida, en parte por la forma en que le ha proyectado sus propias ansiedades, a veces debilitantes. “Siempre había tenido miedo de perderla”, admite Didion. Todo esto hace que la lectura sea a menudo devastadora. Pero también da la clara sensación de que Didion reconocía a su hija como lo que Couser denomina “un sujeto vulnerable”, y por eso se esforzaba por protegerla, tanto en sus escritos publicados como en su vida. Congelada en el tiempo Apuntes para John se interrumpe en enero de 2003, tras el relato de Didion sobre una conflictiva sesión en el psiquiatra junto a Quintana. Como lectores, sabemos cómo terminarán las cosas: con una mujer que llora la muerte de su marido y su hija, y que recurre a la escritura para intentar, como siempre ha hecho, darle sentido a todo. Sin embargo, en las páginas de estos diarios, ella está congelada en el tiempo: “Intentaba mantenerla viva”, dice de Quintana, “porque se estaba matando día a día”. ¿Debería haberse publicado Apuntes para John? ¿O debería haberse dejado en el relativo anonimato del archivo, donde lo habrían leído los estudiosos de Didion, sus biógrafos y sus fans más acérrimos, en lugar de un público potencial de millones de personas? Desde un punto de vista ético, creo que la segunda opción habría sido más defendible. Pero también es cierto que este pequeño libro revelador, crudo y a menudo inquietante y conmovedor permanecerá conmigo, en gran parte por el complejo retrato que revela de la culpa y la devoción de Didion hacia su hija. * Lecturer in Professional Writing and Publishing, Curtin University. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Conversation. [Fotos: Rob Carr/ AAP; AAP y Kathy Willens/ AAP]

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