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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 14/07/2025 04:39
Loquillo (a la izquierda), Bambino (en el centro) y Cuco buscan un hogar definitivo No hay certeza sobre cuánto tiempo Martín vivió en situación de calle en la esquina de Callao y Sarmiento, en plena ciudad de Buenos Aires. Como podía, cada noche se resguardaba junto a sus tres perros utilizando un carro, intentando protegerse del frío y de la dureza de la vida en la intemperie. “Tenía una particularidad: pese a su situación, cuidaba mucho de sus perritos, se preocupaba por ellos. Me dijo que estaban vacunados y desparasitados”, cuenta María Eugenia Frías sobre el joven, de unos 30 años, y el vínculo de afecto que lo unía a los animales. Los había adoptado cuando eran cachorros porque, como él, estaban desamparados. Los perros tienen actualmente entre 7 y 8 meses. A pesar de su vulnerabilidad, Martín se las ingenió para que uno de los perros recibiera atención veterinaria cuando enfermó. “En ese momento se dio cuenta de que no iba a poder seguir teniendo a los tres. Me apenó verlo así, y le dije que no pensara de esa manera. Por suerte, el perrito se recuperó, empezó a comer más sano, y él se preocupaba por darle un alimento específico”, detalla la mujer que desde que lo conoció no dudó en brindarle ayuda. Con el tiempo, Martín comenzó a proyectar su futuro y se animó, después de mucho, a retomar sus estudios. Con asistencia, logró recuperar su contraseña para ingresar a la plataforma de Adultos 2000. “Le imprimía los materiales desde mi trabajo y se los alcanzaba hasta donde estaba para que pudiera estudiar”, recuerda. Sin embargo, pocos días después, una consulta médica derivó en su internación en el Hospital Borda, debido a episodios que requirieron atención psiquiátrica. Aunque como primera medida María Eugenia decidió llevarse a los tres perros (que habían quedado atado en una reja), no es posible tenerlos con ella y ante la incertidumbre sobre el futuro de Martín, inició una búsqueda de adoptantes responsables, idea que cuenta con la autorización de un familiar del joven. “Ojalá alguien pueda adoptarlos juntos, porque ellos se protegen entre sí”, se esperanza. Martín junto a sus perros en el momento en que estaba bien y vendía turrones y pañuelos descartables para sobrevivir De la calle al refugio Durante más de un año y medio, María Eugenia conoció y acompañó de cerca la vida de Martín. Todos los jueves y viernes, cuando salía de su trabajo, se acercaba a esa esquina para saludarlo y verificar que él y sus tres perros estuvieran bien. “Me acerqué a él por los perros y le pregunté si necesitaba algo, y me respondió que estaban vacunados y desparasitados”. Martín vivía en un carrito, un improvisado refugio que usaba para protegerse de la lluvia y el frío junto a sus tres compañeros inseparables. A pesar de no tener un techo fijo, organizaba su espacio con orden y dignidad. Vendía turrones y pañuelos descartables para subsistir, mientras cuidaba de sus perros como si fueran su familia. “Ese lugar era como su motorhome. Tenía todo lo que podía tener en ese carrito. De alguna manera, era su lugar”, cuenta. A lo largo del tiempo, la mujer entabló con él una relación de confianza: le acercaba comida, mantas, zapatillas, correas, collares y elementos para los animales. También lo ayudó cuando uno de los perros enfermó: “Lo llevó al Pasteur y le dijeron que tenía gastritis. Le prometí que le iba a alcanzar arroz y pollo para que comiera lo que le indicó la médica. Se preocupaba mucho por su salud, quería que comieran bien aunque ni él lo hiciera...”, recuerda apenada. Emocionada, también revive que Martín tenía muchas ganas de estudiar y terminar la escuela secundaria. Había intentado ingresar a la plataforma de Adultos 2000 para terminar el ciclo, pero no recordaba su contraseña. “Le pedí sus datos, escribí al Ministerio de Educación y logré recuperarla. Aprovechaba mis recursos para imprimirle el material que tenía que leer y se lo alcanzaba a Callao y Sarmiento”. Para ella, ese gesto fue una forma de devolverle a Martín la dignidad que el sistema público le había negado porque en todo este tiempo, no recibió ningún tipo de ayuda. Intentando no quebrarse, María Eugenia no se cansa de repetir lo bien que estaban los animales. “Él se preocupaba por no cambiarles el alimento para que no se enfermaran. En medio de su situación, él les dio lo mejor que pudo. Nunca los usó para dar lástima. Era evidente que los quería de verdad”. 18 de junio El 18 de junio, Martín tenía una cita médica en el Hospital Borda. Le pidió a María Eugenia que lo ayudara quedándose con sus perros por unas horas porque él pensaba que sería un trámite más y, como cada vez que debía hacer algo, acudía a su buena amiga; quizás la única persona que lo vio entre tanta gente. El punto de encuentro fue la esquina de Figueroa Alcorta y Facundo Quiroga, donde él solía dormir. “Se puso una camisa, pantalón, campera, zapatos. Se vistió dentro del carro y se fue a la entrevista médica”. María Eugenia lo esperó, pero cuando pasaron las horas y como Martín no volvía comenzó a preocuparse. “Él tenía un teléfono que cargaba como podía. A las 12:30 le mandé un mensaje porque se había ido temprano. Al rato me respondió que había quedado internado en el Borda. ¡Me agarró un ataque de desesperación! Estaba en plena avenida con los tres perros, todas sus pertenencias y sin saber qué hacer”, rearma el difícil momento. Desesperada, intentó comunicarse con el hospital psiquiátrico, pero no obtuvo información precisa porque no es familiar. La única indicación que recibió fue que llamara al 911, que nunca acudió al lugar. “Los perros estaban atados a la reja de la Facultad de Derecho, con frío, sin comida, sin saber qué iba a pasar con ellos”, recuerda Frías. En ese contexto, decidió subir un video a TikTok pidiendo ayuda. “Era lo único que podía hacer. Estaba sola, con tres animales que no eran míos, en medio de la ciudad”. Ante la falta de respuestas y con el paso de las horas, se los llevó a su casa. “No tenía espacio en casa, pero no podía dejarlos ahí. Me ayudó una rescatista a trasladarlos. También me llevé las cosas de Martín aunque no pude con el carro, que quedó abandonado”, lamenta. Esa noche, y los días siguientes, fueron caóticos. “No me arrepiento de haberlos llevado, pero fue un mundo de caos. Por suerte, esto pasó antes de que llegara el frío polar. Ahora, los tres están a salvo en un pensionado, y Martín, al menos, está contenido y con tratamiento médico. Aunque no se sabe cuánto tiempo estará internado, se estima que sean varios meses”. Mientras esperan un hogar, los perros de Martín están en un pensionado que cobra $ 600 mil por meses para tenerlos juntos Una red de ayuda espontánea La publicación que hizo en las redes sociales generó una cadena de solidaridad inmediata. Hubo personas desconocidas que comenzaron a contactarla para ofrecer comida, correas, mantas y dinero para los cuidados de los perros. “Una chica rescatista, Lucila, se comunicó conmigo. Estaba retirada por un tema de salud, pero me dijo que en casos extremos como este trataba de ayudar”, cuenta agradecida por el gesto. Como todos los refugios caninos estaban colapsados, conseguir tránsito temporal fue imposible. Finalmente, lograron ubicarlos en una pensión de la localidad bonaerense de Moreno, gestionada por una mujer del mundo del rescate llamada Gabriela. “La pensión mensual cuesta $200.000 por perro, sin incluir comida. Pero se armó un grupo de WhatsApp con padrinos y madrinas y, gracias a la ayuda de muchos, ya tenemos cubierto el segundo mes”. En ese espacio, los perros están protegidos, bien alimentados y supervisados. Fueron desparasitados, vacunados y pronto recibirán nuevos controles veterinarios. Aunque el lugar no es lujoso, tiene espacio, resguardo y compromiso. “Lo importante es que estén bien. Nadie espera un hotel cinco estrellas. Solo que estén a salvo y cuidados”, dice. La colaboración para los canes llegó también con ropa, collares, correas, y comida especial para mantener su salud. María Eugenia se sorprende por el nivel de compromiso espontáneo de personas que jamás había visto en su vida. “Es increíble lo que generó esta historia. Recibí respuesta inmediata y hubo una red que los sostuvo en el peor momento”, destaca emocionada. Pese a esa contención colectiva, la situación aún la preocupa porque lo que más anhela es que, de una vez por todas, sean parte de una familia. “Me parte el alma no poder hacer más”. Los datos para colaborar con los gastos del pensionado La salud de Martín Martín permanece internado en el Hospital Borda tras un episodio de delirio de persecución que motivó su ingreso por orden judicial. Su diagnóstico requiere tratamiento psiquiátrico y contención antes de considerar una eventual salida o derivación a un hogar de tránsito. Aunque no conocen los detalles clínicos por cuestiones de confidencialidad, María Eugenia recibió un mensaje de audio suyo durante la internación, en el que preguntaba por sus perros. “Estaba muy dopado, le dije que estaban bien”, dice. La familia del joven no se involucró: un hermano se contactó brevemente por TikTok, pero no quiso intervenir. Hoy, la posibilidad de que Martín vuelva a hacerse cargo de sus perros parece imposible. Pensando en el bienestar de los cuatro, la maquilladora siente que pese al afecto no sería justo para los animales exponerlos a nuevas situaciones de inestabilidad. Los tres perros —dos machos y una hembra— vivieron por meses. Por eso, dice que lo ideal sería que fueran adoptados en conjunto: “Son una familia. Separarlos sería romper ese vínculo”. El grupo de padrinos que apoya económicamente el día a día mantiene el objetivo central: darles un hogar definitivo. “Esto me atravesó. Están vivos, están cuidados. Ahora falta el paso final: encontrarles una familia”. También espera que, con el tiempo, Martín logre recuperarse y rehacer su vida.
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