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Gualeguaychu » FM Maxima
Fecha: 13/07/2025 20:14
El invierno nos trae, cada año, una oportunidad silenciosa y esperada: las vacaciones; aunque ciertamente no al alcance de todos. Para muchos estudiantes, docentes y trabajadores del ámbito educativo, estas semanas de descanso son más que un simple corte en el calendario escolar. Son una pausa necesaria, una posibilidad de reordenar prioridades, de reencontrarnos con nosotros mismos y con quienes amamos. Si bien su función principal es recuperar energías para retomar el ritmo académico, las vacaciones de invierno tienen una dimensión humana, emocional y espiritual que no conviene desaprovechar. Durante el año, el ritmo cotidiano suele volverse vertiginoso. Las obligaciones laborales, escolares y domésticas nos absorben, y sin darnos cuenta dejamos de ver a amigos, postergamos visitas familiares, aplazamos conversaciones importantes. El invierno, con sus tardes más largas y sus días más tranquilos, puede ser un tiempo privilegiado para recuperar la calidez de los vínculos. Visitar a los abuelos, pasar un día entero con los primos, compartir una charla sin apuros con los amigos de siempre, organizar una comida familiar o una salida sencilla con seres queridos, tiene un valor inmenso. No se trata de grandes gestos, sino de volver a estar presentes, de dar y recibir tiempo, ese bien tan escaso durante el año. Especialmente para los niños y adolescentes, las vacaciones deben ser un tiempo de juego y creatividad. Jugar en casa, en la plaza, inventar historias, redescubrir juegos tradicionales o simplemente disfrutar de un paseo en familia son experiencias que fortalecen la autoestima y el desarrollo emocional. No hay que subestimar el poder de una caminata al aire libre, de una merienda con cuentos, de una tarde de risas y complicidad. Cocinar algo juntos, en familia, puede resultar una propuesta atractiva. En un mundo cada vez más tecnológico, volver la mirada a la belleza de la creación se vuelve urgente. Observar un atardecer, admirar la caída de la lluvia, dejarse sorprender por la geometría de una hoja o por el canto de un pájaro son formas sencillas y profundas de conexión con lo esencial. La naturaleza, regalo del amor de Dios, nos devuelve la paz que el ruido cotidiano nos roba. Hoy más que nunca, el uso del celular y de las pantallas en general ocupa un lugar central en nuestra vida. Pero en vacaciones, es importante hacer una pausa también en ese frente. Muchas personas terminan desperdiciando horas valiosas sumergidas en redes sociales, juegos o videos que, si bien pueden entretener, no siempre aportan descanso real ni plenitud. La tendencia al aislamiento y vivir en un mundo de fantasía es una tentación que nos impide comunicarnos desde el corazón. Por eso es fundamental cuidar que los más pequeños no pasen largas horas frente al celular o la computadora. Pero también los adultos debemos preguntarnos cuánto tiempo regalamos a las pantallas, y cuánto nos robamos a nosotros mismos y a los demás. Usar el celular con equilibrio, establecer momentos sin dispositivos, priorizar el diálogo cara a cara, puede marcar la diferencia entre unas vacaciones dispersas y unas verdaderamente restauradoras. Las vacaciones son también una gran ocasión para volver a aquellas actividades que nos nutren el alma y que muchas veces posponemos por “falta de tiempo”. Escuchar buena música, ver una película que nos haga reflexionar, disfrutar de una lectura que nos inspire o emocione, son pequeñas elecciones que enriquecen el espíritu. Una muy buena alternativa es adentrarnos en algunas cartas de San Pablo, estudiando en las introducciones de la Biblia acerca del contexto de aquellas primeras comunidades cristianas. O sumergirnos en el Libro de los Hechos de los Apóstoles para volver a palpar la obra del Espíritu Santo en el crecimiento de la Iglesia. Tal vez tengas libros que esperan desde hace meses en la mesa de luz. Hay películas que recomendamos a otros pero no nos damos el tiempo para ver. Hay melodías que nos devuelven recuerdos felices. Este invierno puede ser la oportunidad para recuperar todo eso. En definitiva… Las vacaciones de invierno no son solo un tiempo sin clases. Son una pausa sagrada a la que algunos pueden acceder. Aprovecharlas para descansar, compartir con los demás, recuperar la creatividad, cuidar la salud física y mental, y reconectarnos con la belleza del mundo es una elección sabia. No hace falta viajar lejos ni gastar mucho dinero. Basta con abrir el corazón, cerrar un poco las pantallas, y disponerse a vivir el tiempo como regalo. Porque descansar también es una forma de amar: a nosotros mismos, a quienes nos rodean y a la vida que se renueva con cada estación.
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