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  • El adiós a Mario Mactas, el hombre que amaba las palabras

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/07/2025 20:30

    Mario Mactas, periodista y escritor, partió a los 80 años A los 80 años murió Mario Mactas. Se encontraba internado en la Fundación Favaloro por una neumonía. Su corazón dijo basta. Pero su legado como periodista de raza permanecerá. La historia de Mactas arranca en la ciudad de Buenos Aires, en una fecha que hoy cobra un peso especial: 13 de agosto de 1944. Aunque muchos lo asociaron con Carlos Casares, por el campo familiar y por ser allí donde pasaba momentos importantes de su infancia entre caballos y vida de provincia, él siempre dejó en claro su identidad porteña; nació en la intersección del barrio de Once y Congreso, marcando desde el principio una conexión innegable con el pulso de la gran ciudad. Desde muy joven, Mactas mostró inclinaciones hacia el estudio y el pensamiento. Se formó en el prestigioso Colegio Nacional de Buenos Aires, un semillero de intelectuales y figuras de la cultura argentina. Una vez egresado de allí, transitó fugazmente la Facultad de Medicina y pasó más tiempo en la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, aunque nunca llegó a graduarse. En su casa, el entorno familiar jugó un papel fundamental: sus tías, cultas y de ideas progresistas, empujaron siempre la lectura y el debate, sumergiéndolo en los grandes autores desde pequeño. Esa cultura y curiosidad tempranas iban moldeando a un Mario inquieto, crítico y, sobre todo, observador, que años más tarde decidiría cambiar las aulas universitarias por el vértigo de la noticia. A la vocación periodística la encontró siendo bien joven, casi como una consecuencia natural del clima intelectual de su infancia y adolescencia. Sus primeros pasos los dio en el periodismo gráfico, sumándose desde muy joven a redacciones y proyectos que en poco tiempo se volverían de referencia. Mactas, en una escena del documental "Un tal Mario", que hizo su hija Mariana Fue parte de los grupos fundadores de dos revistas emblemáticas para la cultura argentina: Gente y Satiricón. Gente, en sus primeras épocas, buscaba una identidad con enviados especiales y relatos frescos, mientras que Satiricón apostó por el humor político y la mirada irónica, desafiando los límites de la prensa en aquellos años intensos de la historia argentina. Pero la experiencia en Satiricón no solo marcaría su perfil profesional, sino que tendría consecuencias personales. Fue allí donde enfrentó episodios de censura y riesgo durante la dictadura militar, una etapa en la que muchos periodistas, incluido él mismo, fueron secuestrados por las fuerzas de seguridad. Este hecho desencadenaría su exilio forzado. No le gustaba recordar las circunstancias por las que abandonó el país, aunque alguna vez lo hizo. “Sucedió a la salida de Satiricón. Subió una chica muy Nicole Kidman, de unos 26 años… Me expresó su admiración y alguna excusa para que baje. Estacionado, el auto que esperaba tenía las puertas abiertas. Dije: yo no entro. Pero abrieron sus abrigos llenos de fierros. Subí sin llorisquear. Me chuparon. Me liberaron a la semana o algo más. Parece que alguien había pedido por mí y por otros periodistas que sufrieron lo mismo. Fue en una plaza. Allí nos quitaron las vendas de los ojos, quedamos sin saber qué hacer. Pero enseguida entendí que tenía 24 horas. Quedé totalmente paranoico, mal. Primero me fui a Colombia porque había amigos. Una cultura tan diferente. Finalmente llegué a Madrid y terminé en Cataluña para estar cerca de mi primera hija, que vivía allí con su madre y era muy chica. Tengo cuatro mujeres y un chico de diferentes matrimonios. Confieso que nunca fui buen marido, pero ellos son estupendos”. Trailer de "Un tal Mario", de Mariana Mactas Sitges, Cataluña, se volvería su segundo hogar. Durante más de una década, once años para ser precisos, Mactas no regresó a la Argentina. Lejos de encerrarse en un círculo de compatriotas exiliados, decidió avanzar y adaptarse al entorno español, trabajando en distintas publicaciones y logrando, con tiempo y esfuerzo, integrarse profesionalmente. Dirigió el semanario Gaceta Ilustrada —un hito en su carrera—, participó en revistas como “El Eco de Sitges”, “Sal y Pimienta”, “Destino”, “Interviú” y “Penthouse”, y formó parte de coberturas y colaboraciones en medios internacionales. La vida cruzaba la escritura de ficción con el periodismo gráfico, la edición y la radio, donde también encontró nuevos espacios de expresión, como el ciclo radial “Viva el domingo” junto a Pilar Eyre. Mactas, sin embargo, solía decir que no gustaba del término “exilio”, y prefería ubicarse en la figura del extranjero que siempre está “a dos metros del suelo”, atento y listo para amoldarse a una sociedad distinta. Consiguió la nacionalidad española y formó vínculos personales y familiares en esa tierra, donde también crió parte de su familia y distribuyó en círculos íntimos su libro de poemas “Demasiados caballos”. Pero Mactas no se limitó al papel: su estilo lo llevó a experimentar con diferentes plataformas, incluyendo la radio, medio que terminaría por adoptarlo y al cual él le sumaría su mordacidad. Su llegada al éter coincidió con una época de cambio en las emisoras: a comienzos de los años setenta, la radio argentina empezaba a desmarcarse de los formatos estrictamente musicales para apostar por el periodismo, la creatividad y las columnas de autor, algo que Mactas supo aprovechar como pionero. En Radio Continental, donde pasó más de dos décadas, condujo una seguidilla de programas en los horarios centrales que se convirtieron en puntos de encuentro para una audiencia deseosa de escuchar voces distintas y formatos menos rígidos. Espacios como “El Toque”, “Primera mano”, “A la vuelta”, “El puente”, “Qué hacés a las 12?”, “RH Positivo”, “Nunca es tarde” y “Darse cuenta” ayudaron a definirlo como referente del oficio y a marcar tendencias para nuevas generaciones de comunicadores. En todos ellos puso en juego su capacidad de análisis y su talento para sumar ironía sin caer en la solemnidad. EL Gato y el Zorro, el programa radial de Rolando Hanglin y Mario Mactas que terminó con ambos haciendo giras teatrales Fuera de Continental, también hizo ciclos en otras emisoras como Radio Del Plata, junto a Fernando Bravo; Radio Colonia, con propuestas como “Panorama de noticias”, “Todos los gatos son pardos” y “Volvamos con Mario Mactas”; y en Radio 10 (y luego en Rivadavia), donde compartía el aire con Rolando Hanglin con “El Gato y el Zorro” seguramente su programa más recordado. Al respecto, le decía a la revista Claroscuro: “El gato y el zorro fue un momento de absoluta improvisación , que lo permitió además, el hecho de conocernos desde hace muchísimos años con Rolando, ya que fuimos juntos al Colegio Nacional, y nos entendemos, sin ser amigos en el tradicional concepto adolescente de la palabra, pero tenemos un código de comunicación que nos permitió crear este espacio que es como un site, una página en Internet , que la gente maníaca la busca especialmente, que puede aparecer en televisión o en cualquier espacio de comunicación”. Pasó además por Radio Magna y Radio Cultura, espacios en los que se permitió la experimentación y la participación en proyectos “de autor”. La televisión tampoco fue ajena a su recorrido: en Todo Noticias (TN) llevó adelante la columna “El toque Mactas”, un espacio de opinión personal que también replicó en formato blog. Participó como conductor y columnista en distintos programas de señal abierta y cable, como “Esta mañana”, “No salgas esta noche”, “Factor M” y ciclos junto a figuras como Daniel Stamboulian en el canal Metro. Su presencia, siempre con un sello muy particular y una voz diferenciada, confirmó que podía moverse con la misma frescura en el vértigo de la TV en vivo y entre los micrófonos de la radio. No faltó, incluso, la experiencia frente a cámara como intérprete —por ejemplo, su participación con voz en off en el documental “Balnearios”— o detrás del guión, escribiendo para películas argentinas como “Los golpes bajos”, “¡Hola Señor León!”, “Y que patatín... y que patatán” y como ideador de “Hay que parar la delantera”. Mario Mactas se movía con la misma soltura en la gráfica, la radio y la televisión Durante años, la “opinión libre” de Mactas resultó inconfundible en radio y televisión, con un ritmo propio, pausado y reflexivo que sobresalía en el marco de una prensa muchas veces apurada o superficial. Más allá de los premios y los reconocimientos puntuales, su paso por los medios le dio la posibilidad de crear segmentos que, con el tiempo, lograron quedarse en la memoria de los oyentes y televidentes. Mactas volcó su creatividad no solo en medios periodísticos, sino también en el terreno literario. Su estilo, siempre personal y con una prosa marcada por el encanto de lo coloquial y cierta ironía refinada, lo llevó a publicar varios libros que cruzan el ensayo, la crítica social, la ficción y la narración breve. Publicó títulos que rápidamente captaron la atención del público y se convirtieron en éxitos editoriales, como “Monólogos rabiosos”, “El enano argentino”, “El gato y el zorro” (junto a Rolando Hanglin), “El amante de la psicoanalista”, “Las perversiones de Francisco Umbral” y “Así como tiemblan las piernas de mi amada”. “Las perversiones de Francisco Umbral” salió en Madrid, bajo el sello Anjana Ediciones, durante su etapa de exilio, mientras que otros títulos fueron editados por Sudamericana y Penguin Random House a lo largo de los años. En muchos de estos libros, especialmente “Monólogos rabiosos” y “El enano argentino”, abordó temas de la vida y la sociedad argentina con humor, sarcasmo y una mirada siempre atenta a los matices del ser nacional. Tampoco se privó del campo de la ficción, como en “El amante de la psicoanalista”, novela nacida en las mesas y bares de Sitges, con personajes inspirados en esos ambientes de diálogo inacabable y vinos compartidos. Entre sus experiencias editoriales, se cuentan también la colaboración constante con diarios como La Nación, su blog “El toque Mactas” en Clarín.com, y, entre 2021 y 2023, escribió en forma continua en Infobae. Además de sus libros publicados y artículos periodísticos, se desempeñó como guionista de cine en películas como “Los golpes bajos”, “¡Hola Señor León!” y “Y que patatín... y que patatán”, sumando el cine a su abanico de proyectos creativos. Su afición por escribir no se tradujo en una rutina disciplinada: prefería verse como alguien que se acercaba a la literatura como amante, en ciclos irregulares pero intensos, sin esquemas fijos y lejos de la rigidez. Mario Mactas mantuvo una vida privada tan singular como su manera de narrar lo público. Al referirse a sus gustos, solía restarles gravedad: prefería la compañía de mujeres interesantes, valoraba objetos como relojes y lapiceras y disfrutaba de la presencia de sus tres caballos en el Uruguay, pero nunca vio esas cuestiones como símbolos de riqueza ni de un estilo de vida ostentoso. A lo largo del tiempo, sostuvo diversas relaciones y formó una familia numerosa y variada. Tuvo cuatro hijos, tres mujeres y un varón: Mariana, Magdalena, Maia y Miguel. Y mantenía un vínculo serio con Leonor Bedel, su última pareja, con quien compartía una casa grande donde cada uno tenía su propio espacio. Siempre confesó que el matrimonio le parecía una institución sobrevalorada y que, a pesar de estar largos años en pareja, consideraba natural la alternancia, la distancia y la independencia dentro de los lazos afectivos. Su vida familiar estuvo marcada también por el exilio y el desarraigo. Durante los años en Sitges, debió criar a su hija mayor, que tuvo con Helena Villagra, lejos de Argentina y adaptarse a la nueva realidad. En las entrevistas, reconocía el dolor y el esfuerzo que significó para sus hijos y parejas atravesar aquellos años de incertidumbre. Si bien siempre mantuvo un trato cordial con las madres de sus hijos y su familia extendida, no ocultó que el regreso al país fue un proceso complicado y que el recuerdo del exilio marcó a todos en casa. En las últimas décadas, Mario Mactas encontró placer en la vida cotidiana y las pequeñas rutinas, lejos de lo grandilocuente. Decía disfrutar de la calle, las charlas largas en bares, el aroma de la leña en el campo y las caminatas cerca del mar, soñando con un pueblo chico, templado y silencioso como postal ideal de sus días. Mario Mactas tuvo cuatro hijos. El nombre de todos ellos comienza con la letra "M": Mariana, Magdalena, Maia y Miguel A lo largo de su trayectoria, Mario Mactas recibió varios reconocimientos que consolidan su figura dentro del periodismo argentino y lo ubican como un referente indiscutido. Uno de los galardones más importantes fue el Premio Konex en 2007, un sello prestigioso que lo destacó por su labor radial durante la última década. Ese mismo año fue homenajeado como Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires, rindiendo tributo a su aporte cultural y su papel dentro de la vida pública del país. Más allá de los premios formales, Mactas obtuvo reconocimiento diario del público a través de una presencia incansable tanto en radio como en televisión. Espacios como su columna de opinión “El toque Mactas”, en Todo Noticias, y su blog personal, lo mantuvieron en el centro de la conversación mediática aún en tiempos de cambios tecnológicos y nuevas plataformas. En los últimos años, su figura fue celebrada también desde el cine: su hija, la también periodista Mariana Mactas, realizó el documental “Un tal Mario”, estrenado en el BAFICI y proyectado en salas como el Malba. Este film reconstruye su historia personal y profesional, así como la huella que dejó en una generación de periodistas argentinos. El documental puso en primer plano el modo en que Mactas supo transformar las dificultades —como el exilio y la censura— en oportunidades creativas, y cómo mantuvo una actitud flexible y actual frente a las nuevas reglas del oficio. Hasta sus últimos días, siguió participando activamente de la vida cultural y profesional: escribía, intervenía en redes sociales y seguía su participación en medios, aunque con un ritmo pausado y selectivo. La actualidad lo encontró siempre vinculado al periodismo, la literatura y la reflexión pública, fiel a una mirada sobre el oficio y la existencia que nunca dejó de cuestionar ni de reinventar.

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