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Concordia » El Heraldo
Fecha: 12/07/2025 18:52
A comienzos de 1880 finalizaba la presidencia de Nicolás Avellaneda, siendo elegido presidente el Gral. Julio A. Roca. Este era resistido por la Provincia de Buenos Aires, igual que lo fue Avellaneda. La Legislatura Provincial autorizó al Gobernador Carlos Tejedor a invertir una partida importante del presupuesto en armamento policial y en organización de milicias provinciales. A todas luces se estaba preparando un movimiento sedicioso Ante esto, el presidente Avellaneda trasladó la sede del Gobierno Nacional al barrio de Belgrano (que en ese tiempo estaba fuera del ejido porteño) y convocó al Ejército Nacional a cargo del Gral. Roca para sofocar el movimiento rebelde. No solo eso, sino que el Congreso Nacional declaró a Buenos Aires Capital Federal de la República. Sin embargo, un sector de la oligarquía porteña se mantuvo declarándose Autonomista o sea convertir a Buenos Aires en un Estado Independiente. Fue la guerra civil que estalló el 12 de junio de 1880 enfrentándose los ejércitos nacionales y porteños en varias partes de la ciudad, dejando un saldo de cinco mil muertos. Las fuerzas provinciales de Tejedor al mando del coronel José Inocencio Arias fueron vencidas y finalmente Buenos Aires sería federalizada. “El uno (B. Aires) gobierna, el otro (la República) obedece; el uno goza del tesoro, el otro lo produce; el uno es feliz, el otro miserable; el uno tiene su renta y su gasto garantizado, el otro no tiene seguro el pan”. Juan Bautista Alberdi Ante la mediación del cuerpo diplomático y ante la inminente derrota, capituló Carlos Tejedor y sus rifleros provinciales. Acá en Concordia, había un sector comprometido con tropas correntinas al sector Autonomista porteño. Un tiempo atrás, había sido delegado de la Junta Revolucionaria que respondía a Tejedor en Concordia, el teniente Coronel Fernando G. Méndez, quien se hallaba expatriado en el Salto (ROU) desde que su casa había sido asaltada por una partida policial con orden de fusilarlo, escapando por milagro cruzando el río. Días después recibió la orden de sublevar las fuerzas de Concordia e incorporarse con ellas al ejército correntino que invadió la provincia y Méndez fue ascendido a teniente Coronel el 20 /6/de 1880. Otro de los cabecillas era el Dr. Spangenberg, secundado por una persona de cierto nivel cultural llamada Jaime Pujol, español de nacimiento el que al momento de la sublevación se encontraba detenido en Concordia por su condición de sublevado. El Gobierno Provincial del coronel José F. Antelo movilizó la Guardia Nacional en todo el territorio y a los Jefes en Concordia, los comandantes Juan Badaracco y Juan Retolazza y el mayor Gregorio Rapela. El coronel Aquileo González se mantenía informado sobre los rebeldes en el Salto con su par en esa ciudad don Teófilo Córdova a quien informó el 16/6/1880 “que el vapor “El Pingo” venido hoy, me han llegado ochocientos fusiles Remington, quinientas lanzas y quinientos sables, así es mi amigo, que no temo a la canalla que nos quiere invadir, si lo llegan a hacer, me preparo a darles una lección muy severa” Por su parte Badaracco y Retolazza llamaron al pueblo a las armas, donde reunieron unos 200 hombres entre los que se mezclaron algunos sublevados con intenciones de promover el levantamiento armado contra el Gobierno. Los sublevados tomaron por su cuenta el cuartel policial liberando a Jaime Pujol quien se puso al frente de la revuelta junto a Spangemberg, Argumedo, el guarda González, un pardo cochero que era sargento de la Guardia Nacional y otros avanzan hasta la habitación (contigua al que hoy es negocio de venta de panchos) donde a raíz de los acontecimientos se había recostado vestido el Jefe Político Coronel don Aquileo González, quien al sentir ruido de armas se levanta rápidamente y al asomarse a la puerta, el guarda González con una pistola en cada mano le intima la rendición, diciéndole que las tropas se hallan sublevadas. El Coronel González no acata la orden y huye hacia la puerta de salida, que como ahora es la de calle Pellegrini, siendo alcanzado de un machetazo por el pardo, que lo hirió bastante mal detrás de la oreja. A pesar de ello, el Coronel González siguió corriendo y ganó la calle seguido de cerca por los asesinos y al llegar a calle Mitre dobla por esta última y cuando había avanzado hasta la mitad de la cuadra, más o menos donde hoy está la puerta de Tribunales, pero que en ese tiempo eran los corrales de los caballos del personal policial, allí fue rodeado y bárbaramente ultimado a machetazos, pereciendo en el acto por una treintena de heridas, dejándolo tirado en ese lugar. El teniente Romualdo Cardozo, de raza negra, intentó defenderlo, siendo herido el mismo de dos puñaladas. En cuanto amaneció ese día 19 de junio, un estimado convecino, que se desempeñaba como Juez de Paz, don Mariano Dunsford, recogió los restos mortales de quien fuera su amigo y lo condujo a su propia casa donde fue velado. Los sublevados viendo la gravedad del hecho cometido con el bárbaro crimen, huyeron hacia la Estación del Ferrocarril, donde unos 30 individuos ya se habían apoderado de un tren, obligando a los maquinistas a conducirlos a Monte Caseros donde estaba el grueso de las fuerzas sublevadas, con el propósito de avanzar sobre Entre Ríos para seguir luego a Buenos Aires. En la zona del Palmar, que está a la entrada de Concordia (donde hoy está Las Tejas”) acampaba el Coronel Miguel Guarumba con las tropas de Federación, comisionado por el Gobernador Antelo para poner orden porque la situación en Concordia era de una enorme anarquía. Había vuelto el pánico como en las trágicas jornadas de 1870. La campaña era asolada por maleantes que cometían toda clase de latrocinios asaltando a los viajeros y a las propiedades rurales robando y matando. El comandante Carlos Anderson, designado en reemplazo del coronel Aquileo González, junto al Coronel Guarumba, restablecieron la tranquilidad pública en la ciudad y campaña. Por su parte el Gobierno Provincial decretaba el 21/6/1880 o sea dos días después del crimen el siguiente decreto: “Habiendo sido bárbaramente asesinado el Coronel don Aquileo González , cumpliendo los deberes del delicado puesto que el Gobierno confió a su reconocido patriotismo y lealtad, y deseando el PE de la Provincia significar de alguna manera cuanto aprecia los sacrificios de los buenos servidores, el Gobernador, en Concejo de Ministros, declara 1º Asignase al menor Aquileo González la pensión de 20 pesos fuertes mensuales y 2º Pídase a la HCL de la Provincia en sus primeras sesiones, la asignación de una pensión para el citado menor, por todo el tiempo que dure su menor edad. Firmado: José F. Antelo- Tiburcio A. Prado Ese niño estudió gracias a esa pensión otorgada al coronel González por el Gobierno Provincial, ya que este carecía de medios y fue un brillante abogado, luego Juez de alto relieve en la Magistratura de la Nación y docente universitario. Se llamaba Aquileo González Oliver. Digno hijo de nuestra ciudad. Nota: Como pueden ver, el viejo vapor “Pingo” tuvo también su parte activa en este luctuoso suceso sedicioso de nuestra agitada historia ciudadana.
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